2017; el año en el que vivimos el clima del futuro
Eduardo Velázquez para Globalízate, 01/02/2018
El Embalse del Burguillo (Ávila), prácticamente seco a finales de 2017
Hace unas semanas nos enterábamos de que 2017 ha sido el año más cálido sin que tuviera lugar esa perturbación climatológica llamada El Niño que cambia el sentido de las corrientes oceánicas en el Pacífico Sur, convirtiendo el Desierto de Atacama en un vergel e introduciendo en el clima global un aporte extra de calor. Llevamos varios años en los que cada año que pasa es el más cálido y en los que constantemente, mes tras mes, en alguna parte del mundo, tiene lugar algún fenómeno climatológico extraño. Cuando no son los 20 grados en Nueva York en plena navidad, son los huracanes del Caribe, cada vez más furiosos, las oleadas de incendios en España, Portugal y California, la sequía en la India y Marruecos, o las lluvias torrenciales en Colombia, Ecuador y Perú. En todas las partes del mundo a las que ido he escuchado que el clima está cambiando. Lo he escuchado de personas de diferentes orígenes culturales, edades y niveles de formación, e incluso de diferentes ideologías. La realidad se impone y el sentido común es muy fuerte independientemente de que algunos medios de comunicación dediquen más espacio a cualquier otro tema que al cambio climático, y a como este va a afectar (y está afectando) a nuestras vidas. En Agosto de 2017, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicaba una encuesta en la que el cambio climático era una de las mayores preocupaciones de los españoles. La encuesta se había realizado en plena tormenta mediática sobre cualquier otra cosa. Pero era suficiente echar un vistazo al embalse de turno camino del pueblo y ver que estaba prácticamente seco para darse cuenta de que algo raro estaba pasando. El año pasado, ha sido, también, el año en el que se han publicado algunos trabajos muy interesantes sobre el clima que tendremos en el futuro, en el que se desarrollarán nuestras vidas, nuestros trabajos o la ausencia de ellos. El clima en el nuestros hijos e hijas, crecerán, jugarán, estudiarán, se enamorarán y tratarán de irse de vacaciones si las vacaciones siguen existiendo.
Si hay un mensaje claro en el extenso estudio de más de 300 páginas realizado por el Centro de Experimentación en Obras Públicas (CEDEX), es que el clima del futuro va a ser muy parecido al que hemos tenido en el 2017. Según este estudio, que contempla tres escenarios diferentes de aumento de emisiones de gases de efecto invernadero y 12 proyecciones de dichos escenarios regionalizadas para el clima de la Península Ibérica, la temperatura media anual va a aumentar en toda España, en todas las estaciones, de forma sostenida a lo largo del S. XXI. Sin embargo, van a aumentar más las temperaturas máximas que las mínimas, y dicho aumento va a ser mayor en el interior que en las costas peninsulares, especialmente en Otoño y Primavera. También va a aumentar la frecuencia y la intensidad de las anomalías térmicas en todos los meses, es decir, esos días raros de invierno con 15 o 17 grados de temperatura máxima serán lo normal, y los días normales con 8 o 10 grados serán los raros. La precipitación media anual va a disminuir en todo el territorio nacional, especialmente en el oeste y el suroeste, que van a estar sujetos de por vida al omnipresente Anticiclón de las Azores, aunque algunas proyecciones indican que puede aumentar ligeramente en el levante. En forma de lluvias torrenciales, claro. Esto se debe a que van a reducirse las precipitaciones de origen Atlántico, pero puede haber más lluvias en el Mediterráneo debido al calentamiento del mismo. Es lo que los meteorólogos llaman precipitaciones de origen convectivo. La precipitación parece ser, sin embargo, la variable más difícil de predecir, de hecho hay un par de proyecciones que indica aumentos en la misma a lo largo del siglo XXI, por lo que hay alguna posibilidad de que el clima de España acabe pareciéndose no tanto al de Argelia, si no más al de Madeira. Ojalá que estas proyecciones rebeldes sean las que den en el clavo. También va a disminuir el caudal de los ríos en toda España, especialmente en el sureste. Para el escenario que supone un mayor nivel de emisiones, algunas proyecciones regionales dan descensos de hasta el 40% en el caudal del río Júcar o los ríos de las Islas Baleares. El informe también nos dice (y esto es muy interesante) que va a aumentar la evapotranspiración potencial, esto es, la demanda evapotranspirativa de la atmósfera, o dicho para que lo entienda todo el mundo, el agua que la atmósfera demanda a los ríos, los embalses, los mares, la vegetación y las cumbres nevadas. Es decir, que seguirá lloviendo o nevando de vez en cuando, pero el suelo, los árboles y los campos se secarán antes. La nieve también se derretirá también antes, e incluso puede que se sublime, es decir que se convierta directamente al estado gaseoso, debido a las altas temperaturas que, de repente, tendremos en las cimas. Este fenómeno será, de nuevo, particularmente acusado (también) en el oeste y suroeste peninsular. También ocurrirá que los cultivos de regadío perderán (y demandarán) más agua, lo que nos llevará a tener que decidir entre seguir cultivando maíz en el secarral manchego o beber agua en verano. El informe del CEDEX también predice que se va a reducir la humedad del suelo, especialmente en verano, y que dicha reducción va a ser, en porcentaje, más acusada en la mitad norte que en la sur, donde los suelos ya están bastante secos.
Todo esto nos suena de algo, ¿verdad?. Ha sido el clima que hemos tenido en España a lo largo, precisamente, del año en el que se ha publicado el informe. El clima del 2017. ¿Se acuerdan de ese Febrerillo más loco que nunca en el que apenas hubo heladas pero en muchos sitios llovió como si no hubiera un mañana?, pues parece que así va a ser el invierno del futuro. ¿Se acuerdan de ese mes de Abril en el que la sequía ya empezaba a castigar los embalses gallegos y los campos de Castilla y León mientras en Valencia caían litros y litros de agua?, pues así va a ser la primavera del futuro. ¿Se acuerdan de esas olas de calor en Madrid a principios de Junio?, ¿y de ése Julio que empezó disfrazado de Septiembre?, pues así va a ser el clima del futuro. ¿Se acuerdan de esos días de Octubre en los que casi helaba por la noche pero al centro del día se alcanzaban los 25 º C?, ¿en los que llovía apenas un par de días, refrescando un poco el aire, y al rato volvía un sol de justicia?, pues parece que así va a ser el Veroño del futuro.
Así que ya saben, en el futuro se tendrán que duchar una vez a la semana. En el futuro tendrán que tomar las vacaciones anuales en Semana Santa y no en verano. En el futuro, en cuanto nieve en las montañas, deberán llevar a sus hijos e hijas corriendo a ver la nieve al puerto de montaña más cercano, porque es posible que en unas semanas esta desaparezca. En el futuro, en muchas ciudades la factura de la luz subirá en verano, por el aire acondicionado, y no en invierno por la calefacción. En el futuro la Primavera y el Otoño serán un invierno de noche y un verano de día. En el futuro, los que han saqueado el Canal de Isabel II y sus primos hermanos nos dirán que el agua es escasa, y que por tanto hay que privatizarla para garantizar el suministro. Espero que seamos lo suficientemente listos como para no caer en la trampa. En el futuro, todos estos cambios traerán a su vez más cambios, y nuestra vida será muy diferente. Frente a ello, no sirve absolutamente de nada dejarse llevar por el enfado, la tristeza o el desaliento, aunque a veces sea difícil. Sólo siendo seros y plenamente conscientes de lo que está pasando, sólo buscando soluciones colectivas a un problema tan colectivo como el cambio en el clima, podremos a que nuestra vida no sea demasiado diferente, y que el clima del futuro sea, tal vez, como el de 2017, no peor.