Ni siquiera los desiertos van a ser los mismos
Eduardo Velázquez para Globalízate, 10/11/2013Las zonas áridas ocupan un 41% de la superficie del planeta y albergan un 38% de su población (hasta 250 millones de habitantes), siendo uno de los biomas o grandes ecosistemas, más importantes. Los diversos informes recientemente publicados por el Panel Internacional de Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), pronostican un importante incremento de la aridez en las zonas áridas del planeta para finales del próximo siglo. Por otra parte, un buen número de trabajos experimentales sugieren que dicho incremento en puede afectar enormemente a los procesos biológicos y geoquímicos, y con ello, a los ciclos de nutrientes en este tipo de ecosistemas.
Generalmente, un incremento en la aridez lleva aparejado una disminución de la cubierta vegetal, lo que afecta negativamente a los procesos de degradación de la materia orgánica (hojas, ramas y restos vegetales en general), que constituyen el principal aporte de carbono en las zonas áridas. La fijación biológica de nitrógeno por parte de muchas especies de plantas, un proceso clave en muchos ecosistemas, también se resiente negativamente. Por el contrario, una mayor aridez suele afectar positivamente a los procesos de degradación de las rocas llevados a cabo por el viento y el agua, o las partículas rocosas y arenosas arrastradas por estos. Estos procesos, conocidos por los científicos como meteorización y abrasión, constituyen una importante fuente de fósforo, un nutriente particularmente escaso en muchos ecosistemas, pero de vital importancia para los mismos.
Aunque está claro que la aridez puede afectar a los ciclos de carbono, nitrógeno y fósforo a escala local, hasta hace poco no sabíamos si estos efectos eran extrapolables a escala global.
Esta semana, un numeroso grupo de científicos procedentes de Europa, Norteamérica, América Latina y el Magreb, han publicado un trabajo sobre este tema en la prestigiosa revista Nature, y lo hemos sabido.
Los autores de este trabajo, entre los que se cuenta, por cierto, un buen número de españoles e hispano-parlantes, evalúan el efecto que tendría un incremento en la aridez en los ciclos de carbono, nitrógeno y fósforo de 224 parcelas experimentales situados en zonas áridas de todos los continentes del mundo a excepción de la Antártida (16 países en total).
Sus resultados confirman que la aridez tiene un efecto negativo en las concentraciones de carbono y nitrógeno, y un efecto positivo en la concentración de fósforo a escala global. Los resultados del trabajo indican con total claridad que el incremento en la aridez que va a producirse durante el próximo siglo a consecuencia del cambio climático provocado por la acción humana puede ocasionar importantes desajustes en los ciclos de estos nutrientes, lo que puede afectar enormemente a la provisión de servicios esenciales para la vida por parte de las zonas áridas de todo el mundo.
Por ejemplo, una disminución de la concentración de nitrógeno total puede limitar la capacidad de asimilación del CO2 atmosférico en muchas de las especies vegetales existentes en las zonas áridas del planeta. En estas plantas, la tasa de fotosíntesis, recordemos, el proceso mediante el cual las plantas convierten el CO2 atmosférico en materia orgánica vegetal con ayuda de la luz y el agua, viene determinada por una enzima presente en sus hojas que necesita de una importante cantidad de nitrógeno para funcionar adecuadamente. Si la disponibilidad de nitrógeno en el suelo disminuye, la actividad de esta enzima se verá ralentizada. Con ello, la asimilación de CO2 disminuirá y habrá una mayor cantidad de este gas en la atmósfera, lo que podría reforzar a su vez el efecto del cambio climático. Dicha disminución en la tasa de asimilación de carbono puede afectar también a la tasa de crecimiento de muchas especies, lo que disminuiría la producción de alimentos en las llanuras fluviales presentes en zonas áridas, que albergan una importante superficie dedicada a usos agrícolas.
Por otra parte, los desajustes en los ciclos de carbono, nitrógeno y fósforo provocados por el incremento en la aridez pueden ser especialmente graves en las áreas de transición entre zonas áridas y zonas semi-áridas, y verse potenciados si el cambio climático tiene lugar de forma rápida.
Aunque los resultados de este trabajo, como los de cualquier otro trabajo científico, están sujetos a contraste y serán objeto de una importante discusión en círculos académicos, lo cierto es que están basados en datos de probada calidad y apuntan en una dirección clara, si no hacemos algo, ni siquiera los desiertos y semi-desiertos del mundo van a ser los mismos en un futuro próximo.