El 15M en Alemania, ahora sí
Eduardo Velázquez para Globalízate, 23/05/2011La semana pasada os escribía como había vivido los acontecimientos que estaban teniendo lugar en Madrid desde la perspectiva de alguien a quien, causalidades de la vida, le ha pillado todo estando lejos. Pues bien, este fin de semana, las cosas increíbles que están sucediendo en España han empezado a tener su reflejo aquí. Resulta que tampoco estaba sólo aquí arriba, que también había mucha otra gente de Madrid, de Barcelona, de Sevilla, de Granada, de Euskadi, consciente de lo que estaba pasando por ahí abajo. Este fin de semana hemos dejado de ser espectadores para pasar a formar parte de lo que se está fraguando.
Desde el miércoles pasado se empezó a rumorear que algo se estaba cociendo en Berlín, y el Viernes salí del trabajo lo antes que pude para cogerme un tren a la capital y dirigirme a la embajada española. Fui a Berlín de forma un poco impulsiva, porque también me plantee bajar a Frankfurt a hacer una acción frente al Banco Centra Europeo. El viaje se me hizo increíblemente corto, sentía una extraña mezcla de nerviosismo e ilusión arrolladora, y la hora y media entre Leipzig y Berlín se consumió leyendo los artículos que han salido en la prensa local sobre la “Spanischer frühling” (Primavera española). Llegué a la estación central de Berlín, y tras una breve e infructuosa visita a la embajada española, acabé llegando al Lustgarten, el lugar que ha quedado establecido como punto de encuentro del grupo de apoyo a las acampadas y a Democracia real ya en Berlín.
El Lustgarten es un pedazo de verde intenso rodeado por dos solemnes edificios, la catedral de la ciudad y el “Museum der alte Meister” (Museo de los maestros antiguos), y el enorme solar donde antaño se levantó el “Palast der Republik”, la antigua sede de gobierno de la RDA. No muy lejos queda el río Spree, del que se escucha un constante rumor de pesadas barcazas navegando y paseantes ociosos. Allí me encontré a un enorme grupo de 200 personas sentadas en grupos y rodeados/as de bicicletas tiradas en la hierba. La mayor parte de la gente ya había estado trabajando durante los días anteriores y se habían dividido en comisiones. Yo me uní a la de “Difusión”, encargada de desarrollar herramientas para transmitir lo que estaba pasando en España a los berlineses, y fomentar el apoyo de los mismos a la concentración que se estaba planeando para el Sábado en la puerta de Brandemburgo. Aquella tarde estuvimos redactando un pasquín en media cara de folio que incluyera un breve párrafo explicando nuestra “indignación” (crisis financiera, inyecciones de dinero público a los bancos, recortes sociales, elevado índice de paro, dificultades de acceso a la vivienda, bipartidismo, corrupción… etc.), y un resumen de los ocho bloques de propuestas aprobados en Madrid antes de la mani del domingo 15, en alemán por una cara y en inglés por la otra. Dos de las personas con las que me tocó trabajar tenían muy buen nivel de alemán, uno de ellos, Jose, de Sevilla, era traductor profesional, el otro, Nico, de Barcelona, bilingüe, pero aun así, nos costó, era demasiada información en muy poco espacio, y el trabajo de síntesis fue arduo.
Después empezó la asamblea de comisiones. Para esa hora ya éramos muchos y decidimos irnos a las escaleras del museo de los viejos maestros, uno de los solemnes edificios que rodean en parque. La visión de aquella cantidad de gente reunida bajo las columnas dóricas de la fachada del museo, hablando por turnos y organizándose con infinita energía bajo las últimas luces de la tarde, componía una imagen de ágora griega maravillosamente cautivadora. La mayoría éramos españoles, pero también había algún guiri, unos cuantos italianos, dos amigas francesas, y un grupete de “autónomos” alemanes.
Se hablaron de muchos y diversos temas, que tampoco voy a describir con detalle en esta crónica para amigos/as; de como debíamos organizar la manifestación del día siguiente, de cuales deberían ser los eslóganes en los que debíamos insistir más y en qué idioma, de cómo íbamos a manejar los posibles brotes de vandalismo si aparecían, de si nuestro cometido era más apoyar a las acampadas del estado o prender el virus en el país en el que vivimos, de cuales debían ser las acciones de apoyo a desarrollar posteriormente, de si íbamos a trabajar por barrios o en el conjunto de la ciudad… etc. Otro punto interesante en mi caso fue el de la creación de grupos de apoyo en otras ciudades del Este de Alemania. Allí no había gente sólo de Berlín, sino también de Magdeburg, de Rostock, de Cottbus o de Leipzig y algunas personas expresaron la dificultad de coordinar estos grupos locales de 10 o 20 personas con el de Berlín, el más grande y con más capacidad de trabajo. Al final se decidió que los grupos de apoyo en las ciudades pequeñas fueran soberanos para realizar las acciones que creyeran oportunas, contemplando, eso sí, la posibilidad de juntarnos en Berlín para armar la gorda. También se habló de que, de momento, no se iba a acampar en las plazas como en España, pues iba a ser difícil reunir la suficiente masa crítica y nos podría granjear la enemistad de una parte de la población local. Nuestra misión iba a ser la de hacer acciones de apoyo, difusión general en lugares concurridos, universidades, centros sociales, sedes de movimientos sociales… etc. Y vigilar la retransmisión de los hechos por parte de los medios locales.
Tras la asamblea, el Lustgarten quedó en silencio, envuelto en el denso olor a hierba fresca de los parques alemanes, algunos se marcharon a casa, y yo me quedé cenando con cuatro Erasmus en una pizzería italiana de Friedrichstain. Después nos fuimos al Astro-bar, un clásico de la noche berlinesa, donde me encontré con María, mi proveedora de techo en Berlín. En aquel momento abandoné definitivamente la idea de ir a Frankfurt. Tenía muchas más ganas, y creía mucho más adecuado, quedarme en Berlín a construir con las personas que había conocido que “triunfar” en solitario frente al BCE.
El día siguiente, amanecí en Kreuzberg, y tras un rápido desayuno, me fui de nuevo al Lustgarten. Allí me esperaba un largo día de trabajo y de intensa calorina sobre la hierba durante el cual estuvimos preparando toda la cartelería y las consignas de la mani, y coordinando las acciones de difusión. Hicimos carteles en español, alemán e inglés, pero también en las otras lenguas de la península, en árabe, y en algunos idiomas europeos. Fue un trabajo extraño, rotuladores, temperas, cartón y cartulina con diccionarios amarillos “Langensheidt” circulando de mano en mano. Añadí nuevas y hermosas palabras a mi vocabulario alemán como ciudadanía (Bürgerrecht), sociedad (Gemeinshaft), asamblea (Versammlung) e indignado (Empört). Un par de personas conectadas al twitter, a cada rato, nos íban dando noticias a viva voz sobre lo que estaba pasando en Madrid, en Barcelona, en Valencia, y otras, hacían viajecillos repentinos a Alexanderplatz para comprar comida y agua. Mientras, los grupos de difusión iban y venían repartiendo octavillas. Uno de ellos, nos dijo que en Prenzlauer Berg habían visto grupos alemanes pegando carteles de apoyo a nuestra convocatoria ¡¡realizados por ellos mismos!!. Todo estaba saliendo tan bien que en algún momento alguien temió que la tarde fuera a gafarse. Pero no fue así, cuando fuimos al Goethe Institut a hacer fotocopias de una hoja con consignas trilingües que habíamos estado preparando, la responsable de la fotocopiadora, una chica turco-alemana de veintypocos, nos dijo que nos había visto en la televisión que quería ayudarnos… y acabó dejándonos fotocopiar, gratis, ¡¡100 pasquines!!.
Al rato, ahora sí, empezó el mambo de verdad. Llegamos a la Puerta de Brandemburgo pocos minutos antes de la hora a la que estaba convocada la manifestación (las 19:00h), y ya había gente esperándonos; españoles de visita en Berlín que simpatizaban por la causa, e integrantes de los movimientos estudiantiles y ecologistas alemanes. La tarde era extrañamente calurosa (unos 32 grados), para lo que suele ser normal en Berlín por estas fechas, y un helicóptero de la policía municipal sobrevolaba nuestras cabezas. La gente se sentía enormemente presa de la intensidad del momento, y al rato de llegar empezamos a cantar; “vuestra crisis, no la pagamos”, “un bote, dos botes, banquero el que no bote”, “que no, que no, que no nos representan”… las consignas de las plazas españolas sonaban extrañas frente a la solemnidad de la Puerta de Brandemburgo, testigo de excepción de algunos de los episodios más importantes de la historia contemporánea europea. Se mezclaban con otras que no se han oído en España; “el pueblo emigrado, también está indignado”, y algunas alemanas; “das ist keine Krise, es ist ein Betrug” (no es una crisis, es una estafa), o “Wir sind hier, wir sind laut, weil man ins dem Zukunft glaubt” (Estamos aquí, gritando alto, porque creemos en el futuro)
Había carteles de todo tipo, “Emilio Botín a San Quintín”, “Porqué gana el mercado, si yo no lo he votado”, “Queremos un país al que poder volver”, y los clásicos “No somos antisistema, el sistema es contra nosotros” y “Si no nos dejáis dormir no os dejaremos soñar”. Una agente de policía bajita, y con mucha mala hostia nos iba diciendo con resignada educación que parte de la calzada podíamos y que parte no podíamos invadir. En ése momento ya éramos más de mil personas y empezaron a llegar periodistas, sobretodo alemanes, pero también de medios españoles y latinoamericanos. Uno de los momentos más emocionantes llegó cuando nos sentamos todos/as e instalamos el “speakers corner” en medio de la marabunta. De repente se hizo un silencio brutal y comenzaron las intervenciones. Habló un jubilado alemán para “darnos las gracias” por lo que estábamos haciendo, una mujer de cincuenta y pocos años que nos contó sus vivencias en Mayo del 68 y una chica italiana que dijo que si había un país en Europa en el que era necesario que prendiera nuestra lucha, ése era el suyo. Un traductor español escribió un texto en el que relacionaba los acontecimientos que se estaban viviendo ahora en España con la transición y el 23F; “entonces había miedo, hoy debe haber valor”. Hubo apoyo alemán por parte de dos estudiantes de la Humboldt y de un hombre de mediana edad que dijo querer disculparse por las palabras de Angela Merkel acerca de la cantidad de vacaciones que tenemos y lo poco que trabajamos. Un chico delgadillo y con mucha pluma se cantó “revolución” de Amaral y un macarra vallecano “El Vals del obrero” de SKA-P. También hubo gente de Perú, México y Colombia que subió a la tribuna y que expresó la necesidad de continuar la senda de cambio que América Latina ya ha iniciado. La concentración finalizó a las 22:00h con la Puerta de Brandemburgo ya iluminada y un lleno absoluto, y poco después nos íbamos a celebrarlo a Kreuzberg.
Hoy había convocada una acción en el Mauerpark, un mercado al aire libre que se ha convertido en uno de los puntos de encuentro más populares de Berlín durante los meses de buen tiempo. Allí, a partir del mediodía se monta un Karaoke improvisado al que acude muchísima gente, y la idea era aprovechar la coyuntura para saltar a la palestra y difundir lo que está pasando en España. No lo he visto, porque no quería que se me hiciera demasiado tarde para llegar a Leipzig. Cual sería mi sorpresa, sin embargo, cuando, de camino a la ciudad en la que vivo ahora, me he enterado por SMS que había convocada una asamblea en Augustusplatz a las 17:00h. Por supuesto, no podía no ir. Allí me he encontrado un grupo de unas 40 personas entre las que había estudiantes, familias hispano-alemanas, y trabajadores treintañeros como yo y Nuria. Todos compartiendo termos de té y pasteles caseros. La reunión ha sido similar a la de Berlín pero a pequeña escala, hemos definido nuestras herramientas de comunicación, nos hemos dividido en comisiones y hemos hablado de las acciones a llevar a cabo. Vamos a reunirnos los domingos, y todos los lunes vamos a convocar concentraciones frente a la Nikolaikirche (Iglesia de Nicolás). Estás tienen un enorme valor simbólico, porque los lunes por la noche, en este lugar, era donde se reunía la gente para protestar durante los años previos a la caída del muro. Durante toda la asamblea ha habido una chica bilingüe traduciendo para un grupo de estudiantes universitarios alemanes.
Deciros, ya desde un plano más personal, que a todos y a todas los que formamos parte del “pueblo emigrado” nos gustaría estar con nuestra gente, en estos momentos. Vosotros y vosotras, los que estáis en la península, sois nuestra vida y nuestras raíces, el país mental del que nunca nos fuimos. Sin embargo, en vista del entusiasmo inaudito que habéis demostrado en la construcción de todo esto, creemos firmemente que el hecho de que cada uno de nosotros esté presente o no en vuestras asambleas de 2000 o 3000 personas es irrelevante. Podemos hacer un trabajo muchísimo más importante aquí, difundiendo, prendiendo la mecha, corrigiendo los errores, o directamente, rompiendo el blindaje mediático, al que algunos medios os están sometiendo.
Por otra parte, a lo largo de este intenso fin de semana he tenido una permanente sensación de irrealidad. Todavía no he acabado de asumir lo que está pasando. Durante los últimos años he participado en procesos de construcción colectiva basados en el asamblearismo y la horizontalidad, consciente de que estos eran la forma más civilizada y justa de organización social, pero también del carácter minoritario de los mismos. Y ahora, de repente, me encuentro con que cientos, miles de personas, se han puesto a funcionar de la misma forma. En apenas cinco días, palabras y frases como “consenso”, “turno de palabra” o “quien toma actas” son pronunciadas por el común de los mortales con la mayor naturalidad y las ágoras brotan en las plazas como setas en otoño. Lo que está sucediendo estos días, allá y aquí, maravillosamente inaudito. Si hace tres años me hubieran dicho que iba a vivir algo así habría tomado a mi interlocutor por un loco peligroso. Os escribo desde el salón de mi casa de Leipzig, en donde entra la suave brisa de la noche. Que me pellizquen en el brazo, porque no sé si en algún momento de las últimas semanas mi vida cotidiana cambió para transformarse en un sueño.
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