150.000 desaparecidos
Eduardo Velázquez, 26/04/2010La semana pasada estuve con unos amigos en una de las concentraciones que se vienen celebrando frente a la Audiencia Nacional para protestar contra el juicio que se está llevando a cabo contra el juez Baltasar Garzón por intentar juzgar los crímenes del franquismo. En la misma había bastante gente mayor, en su mayoría perteneciente a la asociación por la recuperación de la memoria histórica y a los foros por la memoria existentes en distintas partes del estado. Hasta cierto punto lo esperaba, lo que me llamó la atención, sin embargo, fue la escasez de gente joven; había muy pocas caras conocidas de esas que uno encuentra fácilmente en otro tipo de movilizaciones. Y muchos de los convocantes, hermanos o hijos de represaliados, se quejaban. Y ello me ha hecho reflexionar.
Al hablar de todo este asunto del juicio a Garzón, muchas veces, lo primero que sale a colación es el tipo en cuestión, sus características y su trayectoria (que si es un millonario, que si ha enjuiciado a colectivos de la izquierda abertzale… etc.), o la idea de que este es un asunto de políticos profesionales. Después de mucho cavilar, no creo que sea el honor de un juez X lo que se dirime estos días, sino la impunidad de un régimen asesino cuya alargada sombra llega hasta nuestros días. Y he llegado a la conclusión de que, desde los movimientos sociales, prestamos demasiada poca atención al hecho de que en este país, entre 1939 y 1976, fue testigo (entre otras cosas) de la desaparición forzada de 150.000 personas; hombres y mujeres de todas las edades, socialistas, anarquistas, comunistas, nacionalistas vascos y catalanes, feministas, sindicalistas… ecologistas no porque no existían, que sino, también se los habrían ventilado. Es decir, estamos hablando de gente como nosotros, con voluntad de transformación social. Toda una generación enormemente valiosa que fue exterminada.
No deja de llamar la atención como nos rasgamos las vestiduras por hechos similares acontecidos en otros lugares del mundo: Chile, Argentina, Palestina, Irak, Camboya, la ex-Yugoslavia, y como al mismo tiempo ignoramos la brutal represión franquista. 150.000 desaparecidos, una cifra que no se conoce, que no se reivindica, que nunca nos quitó el sueño. Creo, sinceramente, que los movimientos sociales de este país no valoramos nuestro pasado como debiéramos. Llama la atención, por ejemplo, como uno de los murales del nuevo Patio Maravillas hace referencia a los 30.000 desaparecidos de la dictadura argentina… genial, pero ¿y los nuestros? Los nuestros, nuestros 150.000 están triplemente desaparecidos; por la maquinara represiva del fascismo, por la propaganda de la transición y sus herederos, y por nuestra ignorancia. Por lo poco presentes que están en nuestro recuerdo, en nuestros discursos, en nuestra práctica. 150.000 personas que nunca fueron nuestra referencia. Vivimos en un país que cree ser una democracia occidental “normal” cuando no es sino una democracia vigilada por los gestores de la transición, los que controlan el aparato político, judicial, económico de la España actual, los que nos han robado nuestra herencia revolucionaria; las colectividades de Aragón, la institución libre de enseñanza, el ser uno de los primeros países europeos en aprobar el voto femenino… etc. Por desgracia, la alergia al pasado no es exclusiva del poder de que la creó y la mantiene, sino también de los nosotros y nosotras del hoy, quienes inconscientemente la hemos asumido como propia. No se trata de vivir en pasado, se trata de guardarlo a salvo de quienes lo persiguen, y de alimentarnos de él, cuando sea necesario, para enfrentar las luchas del presente. De momento, nuestra ignorancia no deja de ser una nueva victoria, sigilosa pero aplastante, del fascismo.
Fueron 150.000 personas. No lo olvidemos.