El monstruo se instala en la Casa Blanca, el pueblo protesta.

Viento Sur, 30/01/2017

Cuando escribo esto, Donald Trump acaba de asumir el cargo de presidente de Estados Unidos; un constructor de hoteles, negociante trapichero, asiduo a espectáculos de telerrealidad, narcisista, racista y misógino metemanos, empresario antisindical y timador de subcontratistas, bufón e ignorante que, sin embargo, posee un brillante olfato político y un gran talento para manipular la opinión pública apelando al miedo y favoreciendo el resentimiento. Entre numerosos presidentes imperiales conservadores, Republicanos y Demócratas, que han servido a la clase capitalista desentendiéndose del pueblo, promete ser tal vez el peor de todos para el país y para el mundo.

Trump se instala ahora en la Casa Blanca y el Partido Republicano asume también el control del Senado y de la Cámara de Representantes; Trump nombrará en breve, asimismo, a un nuevo juez del Tribunal Supremo, dando la mayoría de este órgano a la derecha. Al mismo tiempo, los gobernadores de 33 Estados de la Unión son Republicanos, y este partido también controla el poder legislativo estatal de 30 Estados; además, en 17 Estados tienen mayorías a prueba de veto. Pocas veces en la historia de EE UU han ostentado un partido tanto poder político.

Un presidente recibido con protestas masivas

La toma de posesión de Trump ha sido recibida con manifestaciones de protesta masivas, en algunas de las cuales se han congregado decenas de miles de personas, y no solo en la capital, Washington, donde ha prestado juramento, sino también en otras muchas ciudades, desde San Francisco hasta Nueva York, con manifestaciones de solidaridad en urbes de todo el mundo. Las expresiones de protesta se producen en todos los niveles, desde el Congreso hasta la calle, pasando por numerosos alcaldes. Unos 60 congresistas del Partido Demócrata se han negado a asistir a la ceremonia de toma de posesión, dando muy diversas explicaciones, desde la falta de legitimidad de la elección hasta la falta de respeto del nuevo presidente por sus votantes.

Los inmigrantes se manifestaron la semana pasada, temerosos de que una vez Trump tome el poder, sean objeto de duras medidas represivas. Para este sábado [21 de enero] hay convocada una manifestación de mujeres que reunirá a casi medio millón de personas para protestar contra los acosos sexuales de Trump y su falta de respeto por las mujeres y sus derechos. (Más sobre las protestas y la resistencia en la conclusión.)

El gabinete: multimillonarios y generales de ultraderecha

Trump ha elegido para su gabinete a una colección de personajes multimillonarios y generales que no son simplemente conservadores Republicanos, sino ideólogos de extrema derecha cuyo historial se contradice diametralmente con el cargo para el que han sido nombrados.

· Jeff Sessions, futuro fiscal general, es conocido por sus comentarios racistas y su desdeño por los derechos civiles.

· Betsy DeVos, propuesta para el cargo de ministra de Educación, no defiende la escuela pública, sino que es una entusiasta de la enseñanza privada.

· Tom Price, el candidato a ministro de Sanidad y Servicios Humanos, será quien supervise el desmantelamiento de la Ley de asistencia sanitaria asequible (la llamada "Obamacare"). Podría reducir la cobertura sanitaria de personas discapacitadas y mayores de 65 años, y es favorable a la privatización de los programas sanitarios del Estado.

· El futuro ministro de Trabajo, Andrew Puzder, es un hombre de negocios que se opone a la legislación en materia de seguridad e higiene de los trabajadores y también es contrario a aumentar el salario mínimo.

· Scott Pruitt, candidato a dirigir la Agencia de Protección Medioambiental, ha combatido a esta agencia y colabora estrechamente con empresas petroleras y de gas. Niega el cambio climático.

· Rick Perry, nombrado para el ministerio de Energía, propuso la supresión del mismo hace cuatro años, durante su campaña presidencial. También es un gran amigo del petróleo y otros combustibles fósiles y un escéptico del cambio climático.

· Stephen K. Bannon, un líder del movimiento de la derecha alternativa y su principal estratega, trae al despacho oval a un nacionalista blanco, editor de Breitbart News y conocido por su islamofobia, antisemitismo y antefeminismo. Y se lleva consigo a sus amigos fascistas. Bannon no necesita la confirmación por parte del Congreso.

La victoria de Trump introduce así en la Casa Blanca a un grupo de políticos de la derecha más recalcitrante y coloca a auténticos fascistas en sus aledaños. Aunque Trump había prometido "drenar la ciénaga", muchos de los personajes que propone para el gabinete son multimillonarios de largo historial en Wall Street, políticos Republicanos o altos cargos militares. En conjunto, el gabinete representa una ideología ultraconservadora que no se veía en la Casa Blanca desde la presidencia de William Harding en la década de 1920. La demagogia de Trump y algunos comentarios racistas o antimusulmanes de los miembros de su gobierno indican que se trata de un gobierno de extrema derecha –más derechista que los de Ronald Reagan o George W. Bush–, algo totalmente nuevo en la historia reciente de EE UU.

Los multimillonarios

El gabinete de Trump, formado por magnates del petróleo y de la banca, será el más rico de la historia. Así, para el puesto de ministro de Asuntos Exteriores (secretario de Estado), el cargo más destacado del gabinete, ha escogido a Rex Tillerson, presidente y consejero delegado de Exxon Mobil, la compañía petrolera más grande del mundo. Tillerson mantiene relaciones muy estrechas con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, quien le ha concedido la medalla de la Orden de la Amistad de su país, al parecer por sus tratos por importes que alcanzan varios miles de millones de dólares.

El número dos del gabinete, el secretario del Tesoro, Trump ha seleccionado a Steven Mnuchin, antiguo ejecutivo de Goldman Sachs. Después de salir del banco, Mnuchin trabajó para el multimillonario George Soros y posteriormente se dedicó a la financiación de películas de Hollywood. Mnuchin estuvo muy implicado en la actividad bancaria y la concesión de hipotecas basura que dio lugar al estallido de la burbuja inmobiliaria que desencadenó la gran recesión en todo el mundo en 2008. En el nuevo gobierno hay además otros dos antiguos hombres de Goldman Sachs: Gary D. Cohn, propuesto para presidir el consejo económico, y Steven Bannon, un asesor que había trabajado en Sachs. Trump ha seleccionado al multimillonario Wilbur Ross –un buitre de las finanzas llamado "rey de las quiebras" por dedicarse a la compra, saneamiento y venta de empresas en quiebra– para el cargo de secretario de Comercio.

Los magnates han tomado el mando.

Los mandamases militares

Hay quien ha comentado que el gabinete de Trump se parece más a una junta militar. El teniente general Mike Flynn, ex jefe de la Agencia de Inteligencia de la Defensa, un hombre que califica el islam de "ideología política" y de "cáncer maligno", se convertirá en el asesor de seguridad nacional de Trump, un cargo que no requiere la ratificación por parte del Congreso. Flynn ha hecho muchas declaraciones manifiestamente falsas, como la ridícula afirmación de que la sharía (ley islámica) está extendiéndose en EE UU. Ha convencido a Trump que EE UU se halla inmerso en una "guerra mundial" con el islam y debe buscar aliados potenciales como el dictador ruso Vladímir Putin.

Los nombramientos ministeriales deberán ser ratificados por el Senado, donde los Republicanos tienen mayoría, pero por mucho que varios de los candidatos propuestos por Trump tengan un historial más que dudoso, es muy probable que reciban el visto bueno. Trump ha ofrecido al conocido racista Jeff Sessions, senador de Alabama, el cargo de fiscal general, en la cúpula del sistema judicial. En 1986, el presidente Ronald Reagan propuso a Sessions para el cargo de juez federal, pero los Republicanos del Congreso descalificaron a Sessions debido a sus comentarios racistas.

Mike Pompeo, congresista de Kansas que había estado al mando de un tanque del ejército, ha sido propuesto para encabezar la CIA. Pompeo está a favor del registro indiscriminado de las llamadas telefónicas de los estadounidenses y se opuso al cierre de las cárceles clandestinas cerradas por Obama, donde desaparecían los prisioneros detenidos por EE UU para ser torturados.

John F. Kelly, general del cuerpo de Marines en la reserva, será el jefe de Seguridad Interior. Ha dirigido el Mando Sur de EE UU, que supervisa los 32 países del Caribe, Centroamérica y Sudamérica, por lo que también ha estado a cargo de la base de Guantánamo en Cuba. Ahora controlará las fronteras de EE UU.

Para el puesto de secretario de Defensa, Trump ha elegido a James N. Mattis, general del cuerpo de Marines en la reserva, quien dirigió la invasión de Irak en 2003. Muchos creen que Mattis, también llamado "Perro Rabioso", es responsable de crímenes de guerra en Irak, concretamente la masacre de Haditha en 2005, donde los marines de EE UU asesinaron a 24 civiles. Ocho marines fueron procesados, pero Mattis, quien presidió la vista, logró que todos ellos fueran absueltos.

Hasta algunos Republicanos conservadores están molestos con la elección de Trump. John Weaver, asesor de líderes conservadores como el senador John McCain de Arizona y el gobernador John Kasich de Ohio, ha declarado a los medios que "la extrema derecha racista y fascista está representada muy cerca de la Casa Blanca. ¡Mucho ojo!".

El mundo al revés

La elección de Trump amenaza con poner patas arriba la política interior y exterior de EE UU. Los nombramientos de Trump para el gobierno y sus comentarios apuntan a una ruptura total con el orden de posguerra, tanto en casa como en el extranjero. En EE UU se configura un gobierno que será más racista, más represivo, que reducirá el gasto social federal y que proseguirá con las políticas neoliberales de privatización y desregulación de los servicios públicos. Trump, por ejemplo, se propone congelar la creación de empleo público federal; esta política afectará tanto a los organismos federales como a las personas a que atienden; tal vez privatice elementos de Medicare y Medicaid (atención sanitaria a personas sin medios y ancianas), y sin duda incrementará la privatización de la enseñanza.

Nadie duda de que Trump y los Republicanos, tanto en el plano federal como en los Estados, promulgarán más leyes antisindicales, debilitando aún más a un movimiento sindical que no representa más que al 10 % de todos los trabajadores y a apenas un 7 % en el sector privado. El nuevo presidente ha prometido invertir un billón de dólares en un programa decenal de infraestructuras, encaminado a construir autopistas y puentes de gestión privada. Este programa generará empleo en la construcción y contentará a su base electoral, pero de hecho es posible que sea un programa de inversión privada que creará relativamente pocos puestos de trabajo.

Para los ricos, Trump promete bajar los impuestos: el tipo del impuesto de sociedades del 35 % al 15 %, el del impuesto sobre la renta del 39,6 % al 33 %, y el del impuesto sobre los rendimientos del capital mobiliario del 23,8 % al 20 %. Se calcula que el valor de estos recortes se situará entre los 4,3 y los 6,2 billones de dólares. Los más ricos verán rebajados sus impuestos un 13,5 %, mientras que todos los demás los verán aumentar un 4,1 %.

En cuanto a la política exterior, Trump ha dado a entender que debilitará la Organización del Tratado del Atlántico Norte (NATO) y los pactos de defensa con Corea del Sur y Japón. Al mismo tiempo, ha manifestado su admiración por el dictador Putin, apuntando a una posible alianza con Rusia contra el Estado Islámico de Irak y del Levante (EI). Una alianza con Rusia sería una amenaza para la Unión Europea y especialmente para los antiguos países comunistas de Europa Oriental. Si Trump aplica estas políticas a rajatabla, pondrá fin al sistema internacional de hegemonía económica, política y militar de EE UU apoyada por las potencias europeas y Japón.

Al mismo tiempo, Trump ha insinuado que podría abandonar la Organización Mundial del Comercio (OMC), que no negociará el tratado de la Asociación Transpacífica (TPP) y que renegociará el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (ALCAN). Por lo visto, Trump rechaza el papel de EE UU en la organización del libre comercio a escala mundial y prefiere establecer en su lugar relaciones comerciales bilaterales. De este modo, el libre comercio se mantendrá, pero de forma diferente. Todos estos cambios estarán destinados a enriquecer a las empresas estadounidenses y ninguno de ellos favorecerá a la población trabajadora de este país ni del extranjero.

Por último, Trump dice que no cree que haya cambio climático o que lo provoque la actividad humana. Propugna aumentar la producción de carbón y de petróleo y se propone reducir los poderes de la Agencia de Protección Medioambiental. Es muy probable que Trump abandone el Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que guía los intentos internacionales de reducir el calentamiento del planeta, y el Protocolo de Kioto, que EE UU no ha llegado a firmar nunca. Es previsible que el medio ambiente planetario se deteriore más rápidamente durante el mandato de Trump.

Hay quien dice que Trump defiende una política exterior "aislacionista", como la que propugnaban los Republicanos en las décadas de 1920 y 1930. Sin embargo, al mismo tiempo, EE UU sigue siendo la potencia militar más grande y poderosa del mundo y Trump ha reclamado un aumento del presupuesto militar para modernizar las fuerzas armadas del país. En cualquier caso, la presidencia de Trump amenaza con poner patas arriba todas las relaciones internacionales existentes, y no está nada claro qué comportará esto en el futuro.

¿Es Trump fascista?

Aunque Donald Trump preconiza una política muy de derechas, y pese a que hay nacionalistas blancos y fascistas entre sus seguidores, hoy por hoy no es fascista. ¿Por qué? En primer lugar, Trump, si bien ha puesto en la picota a los militantes del Partido Republicano, no se ha alzado por encima del mismo ni de la clase política, es decir, no es una figura bonapartista, independiente del sistema político existente. En segundo lugar, no tiene detrás un partido fascista. Demagogo populista, ha sido capaz de movilizar a votantes blancos que buscan mejorar su situación económica y que se sienten amenazados por los inmigrantes extranjeros que compiten por los puestos de trabajo y ponen en peligro su estatus.

No obstante, no ha convertido este movimiento incipiente en un partido político. Sus nombramientos indican que busca al menos una reconciliación parcial con los Republicanos y la clase política, más que una confrontación por todo lo alto. ¿Podría utilizar su presidencia y el poder estatal para crear un partido fascista? Sí, esto sería posible, aunque se encontraría con resistencias de los partidos Republicano y Demócrata y de la población en general. No parece que tenga en mente lanzar un proyecto de esta índole.

Un programa nacionalista blanco

Trump, quien se presentó con un programa electoral nacionalista en lo económico y racista en lo social, ha enumerado sus objetivos para los primeros cien días. Promete adoptar estas medidas:

· Deportación inmediata de dos a tres millones de inmigrantes indocumentados con antecedentes delictivos y construcción de un muro entre EE UU y México.

· Suspensión de la inmigración procedente de regiones donde tienen su base grupos terroristas, es decir, de Oriente Medio y de población musulmana.

· Refuerzo de la policía y construcción de más cárceles privadas para combatir el crimen, medidas que afectarán sobre todo a las comunidades afroamericana y latina, cuyos miembros son objeto de detención, condena y encarcelamiento de manera desproporcionada.

· Nombramiento de por lo menos un nuevo juez conservador para el Tribunal Supremo de EE UU, donde existe en estos momentos una vacante, consolidando así una mayoría conservadora que podría tumbar el derecho federal al aborto.

Trump también avanzará de inmediato en la aplicación de su programa económico nacionalista, que según él reconstruirá la industria estadounidense y creará empleo:

· Levantamiento de las restricciones medioambientales a las empresas de carbón, gas y petróleo y suspensión de otros programas relativos al cambio climático, permitiendo asimismo que prosiga la construcción del gran oleoducto de Keystone.

· Abandono de la TPP, renegociación del ALCAN y acusación a China, que es el segundo socio comercial más grande de EE UU y posee más de un billón de dólares de deuda estadounidense, de manipular la moneda.

· Lanzamiento de un programa de un billón de dólares para construir lo que serán infraestructuras de gestión privada como autopistas y puentes.

· Abolición de la Ley de asistencia sanitaria asequible (Affordable Care Act), el programa sanitario privado coordinado a escala federal que hizo aprobar Obama, y su sustitución por un nuevo programa privado competitivo.

Finalmente, en el ámbito de la política exterior.

· Trump ha, dicho que se centrará en el combate contra el EI en Irak y Siria, aunque también en todo el mundo y en el interior de EE UU.

· Trump ha criticado el papel de los miembros europeos de la OTAN y ha dicho que tratará de mejorar las relaciones con Putin, una posición que podría acabar con la política exterior estadounidense en el continente europeo.

· Trump también ha llamado a renovar y reforzar el ejército de EE UU.

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