La globalización electoral

Tomas Muñoz, 04/05/2004

Si de todo fenómeno que, teniendo precedente en EEUU, se sufre hoy internacionalmente, se dice que es fruto de la globalización, también debemos afirmar la existencia de una “globalización democrática”, y en ésta sí que se puede hablar con propiedad de “pensamiento único”, concepto abusado cuando se emplea en parcelas que nada tienen que ver con la ideología.

Pero la globalización que hoy, en vísperas de las elecciones europeas, quisiera traer a colación, es la electoral, implantada incluso por ley (la de H’Ont), a la que, por cierto, le enmiendan la plana las prebendas otorgadas a los partidos minoritarios por quien quiere gobernar. El pasado 13 de abril la Mesa del Congreso aprobó la creación de ¡siete! grupos parlamentarios, entre ellos uno formado por los tres diputados de Coalición Canaria y dos representantes del PSOE por Toledo, y otro formado por los diputados de un partido (ERC) que no alcanzó en las elecciones el 15% de los sufragios exigidos por el reglamento. La Mesa del Senado aprobó un tráfico de miembros electos aún más flagrante: CIU recibió cuatro senadores; el PNV, tres; y CC, tuvo que recibir seis para poder llegar a los 10 requeridos; todos esos “tránsfugas” fueron del PSOE. Luego, los diputados prestados vuelven a la disciplina socialista porque el reglamento no es tan “malo” y permite a los grupos permanecer como tales si mantienen seis miembros. En resumen: primero se devalúa el voto de unos españoles (los que votan a partidos minoritarios) con la absurda Ley de H’Ont y luego se burla al reglamento de las Cámaras para remediar la pluralidad que la mencionada ley arrebata.

Pese a todo, esa pluralidad no queda a salvo con semejantes tejemanejes, puesto que en las siguientes elecciones los españoles seguiremos votando globalizados, fieles al “pensamiento único” bipartidista importado de republicanos y demócratas. El imperfecto bipartidismo en que se ha convertido nuestro sistema electoral, junto con los continuados deseos del PP y del PSOE de que a sus respectivas veras no haya más formaciones políticas, hacen peligrar la existencia de la diversidad democrática.

Un día del siglo pasado, España se había acostado monárquica y se levantó republicana. A los electores españoles de la democracia les termina sucediendo una mutación similar un día u otro de la campaña electoral. El 14 de marzo de 2004 un millón de los votos depositados, lo fueron en la urna del préstamo, de la que fue elegido usufructuario el otrora maltratado PSOE. Lo malo del caso es que estos prestamistas tornarán a votar al PP si alguna hecatombe preelectoral futura les despierta súbitamente (desfalco al Estado vía fondos reservados, guerra que nos toque de cerca, etc.). Porque no es el programa electoral el que inclina el fiel de la balanza en favor de unas siglas u otras.

Todos tenemos en muy baja estima a los políticos, a los políticos que conocemos. Sin embargo, esos políticos que ya conocemos y se presentan nuevamente tienen un apoyo electoral masivo: en las últimas europeas entre PP y PSOE sumaron un 74,56% de los votos. Así pues, o bien los políticos de siempre no son tan malos como los pintamos en todas nuestras conversaciones diarias y, por ende, somos unos charlatanes, o es que aún no nos hemos enterado de que con el voto podemos censurar actitudes incorrectas sin que el beneficiado sea el que habíamos censurado dos elecciones antes.

E incluso podemos llevar a término ese manido propósito de ignorar a los políticos, por medio del Partido de los Autónomos y Profesionales, según sus miembros, formado por trabajadores “y no por políticos profesionales”.

Presuponer que los políticos de partidos desconocidos para la gran mayoría son peores que los que tienen dinero para enviarnos papeletas y publicidad a casa es un recurso tan utilizado como absurdo, ¿o es que alguien piensa que no hay gente anónima con más cualidades para ejercer la política que María Teresa Sáez, la del escándalo de la Asamblea de Madrid, o que la exministra de Cultura Esperanza Aguirre, ponderadora de la figura de la “buena escritora Sara Mago”. Simplemente esos políticos desconocidos sufren el ostracismo al que son condenados por PP, PSOE, Grupo Prysa, Ansón, etc., para que parezca que no hay nadie más a quien votar y no haya que replantear la Ley de H’Ont que tantos beneficios les reportan.

Con seguirles el juego e ignorar a esas gentes desconocidas que pueden ser tan válidas como tú que lees esto, no sólo nos perdemos la oportunidad de estar representados por personas más competentes, sino por personas comprometidas con la circunscripción electoral en la que son elegidos, por no estar sujetas a los rieles de los grandes partidos. El 30 de enero de 2001, en virtud de las decenas de obras de depuración o de regadío previstas en Extremadura, el Gobierno regional del socialista Ibarra apoyó, con la opinión en contra del PSOE federal, el Plan Hidrológico Nacional (PHN), promovido por el Gobierno del PP y aprobado más tarde en el Congreso de los Diputados con los votos en contra de todos los diputados socialistas, incluidos los elegidos por Badajoz y Cáceres. El Ejecutivo extremeño ha venido criticando, además, la lentitud en la puesta en marcha del Plan: por ejemplo, lo hizo Ibarra, en presencia del exministro Matas y de Aznar, cuando inauguraron en noviembre de 2002 el nuevo abastecimiento de agua a Badajoz. Pero la globalidad “psocialista” -no socialista, porque el Partido de Acción Socialista (PASOC), por ejemplo, es más socialista que el PSOE- es tan global que los intereses extremeños son una pequeña parte, una parte atada de pies y manos por la disciplina del partido (hecho del que hay que ser conscientes cuando se vota), comprometido con el rechazo del PHN.

Muchos otros partidos, sin ser dignos de la confianza electoral de los españoles, promueven también dicho rechazo y más unánimemente que el PSOE, porque recordemos que en el PSOE conviven familias de muy diversa índole, empezando por los balbistas que ven con muy malos ojos los acercamientos a IU y terminando por los que expulsaron a Cristina Alberdi tras la crisis de la Asamblea de Madrid. Vosotros, antisistema que nunca os habíais manifestado y esta vez os habéis movilizado, no pensásteis en Lucha Internacionalista (LI) o el Partido Obrero Socialista Internacionalista, grupos trotskistas anticapitalistas, sino en una coalición de facciones que os son ajenas y de las que pocas lindezas se destilaron en las comisiones de la Asamblea de Madrid a propósito del caso Tamayo. Y vosotros, antiglobalizadores, que recabásteis el apoyo de IU en vuestras manifestaciones, otorgásteis a cambio vuestro apoyo a un partido al que ni por asomo se le ocurre renunciar a la globalización que subvenciona a los ciudadanos de países ricos y desnuda a los de los pobres.

En el PP, empero, la situación no es muy diferente, con el exponente de la disputa entre Gallardón y Aguirre en el Consorcio Regional de Transportes; las refriegas a cuenta del liderazgo en la Comunidad Valenciana; los dimes y diretes acerca de la propuesta de Gallardón del impuesto a las viviendas vacías (sorprendentemente con la oposición del PSOE –si es que cuando digo que el PASOC es más socialista, es por algo).

Pero todas estas diferencias de principio en el seno de los partidos beneficiados por la ley de H’Ont, no importan a los electores españoles. Para éstos, es más cómodo que los personajes del más diverso pensamiento político se distribuyan entre ellos los puestos de dos listas para que los españolitos de a pie sólo tengamos que elegir entre dos, y lo mejor de todo, por más cómodo, es que no tenemos que votar el que más nos guste, sino el contrario al que más odiemos, que siempre es más fácil odiar. Es el norteamericano sistema republicano-demócrata en esencia.

En Andalucía, si habiendo votado a Aznar en anteriores comicios, el día después de los atentados del 11M te levantas anti-Aznar, no votas Foro Andaluz del exministro Pimentel, que mantiene un programa similar al del PP, con la salvedad de que se manifestó contrario a la guerra, la causa última del resultado electoral. El PP bajó 135.000 votos en esta Comunidad, y de ellos, sólo 286 pudo captar este partido “Igualito al PP Pero Sin Guerra de Irak”. La conclusión es que a quien votas es al PSOE porque tú votas para aniquilar a tu diana de hoy, votas pensando en lo que votan los demás, y no pensando en tu voto.

Si los españoles votáramos por afinidad ideológica, muchos votantes del PP (y también bastantes más de los que pensamos del PSOE) deberían votar a Democracia Nacional o al PADE, defensores de la restricción de entrada a todos los inmigrantes; y también contrarios al profesor italiano Bobbio cuando afirma que aunque los terroristas deseen que sus actos se consideren como acciones de guerra, cuya regla fundamental es la de la reciprocidad, los actos de violencia que aquéllos cometen contra el Estado de Derecho, no son lícitos para el Estado contra el terrorismo.

Muchos otros votantes del PP transigen con que su partido mantenga leyes sobre divorcio y aborto, incluso en la legislatura de la mayoría absoluta, y les gustaría que no lo hiciese, pero jamás se les ocurre votar a Familia y Vida, un partido con ese corte tradicionalista que aspira a conseguir la promulgación de una Ley de Protección Preferente de la Familia.

En Madrid hay más de 188.000 ciudadanos inmigrantes con derecho a voto. Considerando que quien mejor puede representarles, son ellos mismos, con sus votos Inmigrantes con Derechos de Igualdad y Obligaciones podría haber obtenido entre 1 y 2 congresistas por Madrid. Igualmente, quien mejor puede representar a los gitanos son los propios gitanos: ahí está Alianza Romaní.

Y todo esto sin contar con que también fuera de Cataluña se puede elegir votar republicanismo. La versión de la exitosa ERC para toda España se llama Izquierda Republicana, y, para vencer las reticencias a votar a aquello que no sale en el Telediario, diremos que durante 16 años este partido formó parte junto con el PASOC de Izquierda Unida. La lógica indicaría que cada esgrimidor de banderas republicanas en las manifestaciones, no debiera votar a partidos monárquicos y se decantase por los verdaderos representantes de aquella “conjunción republicano-socialista” de la II República, el PASOC y la Izquierda Republicana que fundaran Azaña, Marcelino Domingo y Casares Quiroga.

E incluso se puede elegir una tercera opción en cuanto a la persona que se desea que ostente la Jefatura del Estado: la Comunión Tradicionalista Carlista (CTC) cuenta con las bendiciones del pretendiente al trono Sixto Enrique de Borbón.

Creo que un verdadero acto de madurez democrática de los españoles vendría de la mano de una verdadera pluralidad en el resultado de las elecciones europeas que tenemos a la vista, por dos motivos. El primero es que la Ley de H’Ont no rige, y el segundo es que las encuestan dan al Partido Popular Europeo (PPE) como grupo mayoritario en el Parlamento Europeo tras las elecciones de junio, pase lo que pase en España. El PPE dispondrá de unos 285 escaños, mientras que el Partido de los Socialistas Europeos será la segunda fuerza y dispondrá de 217 actas; es decir, la diferencia prevista es de 68 escaños, inalcanzables fuera cual fuera el reparto de los 54 europarlamentarios que elige España, 10 menos que en las pasadas elecciones en virtud de la ampliación de la UE. Así pues, ni PSOE ni PP pueden apelar al voto útil: votemos en conciencia, por una vez.

Las múltiples discusiones en las que a propósito de todos los asuntos aquí mencionados somos parte diariamente nos dan idea de la multiplicidad de opiniones políticas diferentes que conviven en España: hasta 257 opciones políticas concurrieron en las pasadas elecciones al Congreso y al Senado. ¿Puede esta variedad resumirse fidedignamente en dos partidos que acaparan 3 de cada 4 votos? Demostremos a los grandes partidos que no aceptamos su acoso, que sabemos que existen cosas buenas más allá de la pantalla del televisor y de la distribución desigual de papeletas electorales privadas.

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