La implicación del sector privado no es la bala de plata contra la crisis climática
Sarah Best, 28/11/2010El sector privado tiene un papel que jugar en cómo abordar el cambio climático, pero el Gobierno no debe perder de vista la realidad de que solo los fondos públicos basados en subvenciones pueden llegar a las comunidades más vulnerables, afirma Sarah Best, de Oxfam.
Sara Best en The Guardian (28/11/10)
El ministro secretario de desarrollo internacional, Andrew Mitchell, ha identificado el papel crucial que debe jugar el sector privado para abordar el cambio climático.
Para desarrollarse, los países pobres necesitan acceso a la energía. Aproximadamente 1.600 millones de personas no tienen acceso a la electricidad y casi 3.000 millones de personas cocinan con combustibles de biomasa de baja calidad, como estiércol, residuos agrícolas y carbón vegetal. La contaminación del aire en interiores es causa de millón y medio de muertes prematuras al año: una causa de mortalidad superior a la malaria.
Pero ahora, para los países pobres, el cambio climático significa que las rutas del desarrollo que deben seguir son más caras. Las empresas necesitan enormes sumas de dinero para ayudar a realizar la transición global a una economía con baja emisión de carbono.
Las finanzas públicas pueden jugar un papel decisivo en apoyar a las finanzas privadas para canalizar las inversiones a mercados de baja emisión de carbono, que los inversores ven actualmente como demasiado arriesgados.
Una prioridad debe ser la de asegurar que este dinero no se concentre en ampliar las posibilidades de las compañías británicas y otras organizaciones ricas, sino en superar las barreras del mercado a los tipos de tecnologías limpias y a las inversiones realmente destinadas a los pobres: los que tienen las menores responsabilidades en la creación del problema.
Sin embargo, necesitamos tener muy claro que la implicación del sector privado no es la bala de plata que terminará con la crisis climática.
Para los países más vulnerables del mundo, la prioridad es adaptarse al impacto del cambio climático, como las inundaciones, el aumento del nivel del mar o las sequías. Mediante su trabajo en algunos de los países más pobres del mundo, Oxfam ayuda a construir la capacidad de recuperación de la gente normal ante esos problemas. Por ejemplo, en el sur de Bangladesh los campesinos pueden obtener mejor información meteorológica y hacer planes con tiempo antes de que se produzca la inundación. En otros lugares, los esfuerzos tratan de mejorar el contenido orgánico de los suelos, para reducir la retención de agua y las inundaciones, y se están plantando árboles en proyectos de reforestación.
Todas las soluciones son simples pero efectivas. Pero en la mayoría de los casos las compañías no invertirán en este tipo de proyectos porque ofrecen escasa o nula rentabilidad. En el fervor creciente por las finanzas privadas por un desarrollo de baja emisión de carbono, los Gobiernos no deben perder de vista que solo los fondos públicos basados en subvenciones podrán llegar a las comunidades más vulnerables que luchan por adaptarse al cambio climático.
El gran problema político es, por tanto, cómo conseguir fondos fiables y sostenibles de la financiación pública destinada a la adaptación. En Copenhague, hubo algún progreso en la financiación, pues los países ricos aceptaron contribuir con 100 mil millones de dólares al año para dotar de fondos la adaptación y las rutas de baja emisión de carbono en los países en desarrollo.
Pero en Copenhague, entonces como ahora, no estaba claro de dónde iba a salir el dinero.
Dado el clima económico actual, entendemos que no saldrá de la fiscalidad general; pero necesitamos asegurarnos de que el dinero no saldrá de presupuestos hechos en el aire que ya han sido prometidos para otras necesidades de desarrollo urgentes, como escuelas y hospitales.
Hay muchas maneras innovadoras de reunir dinero, por ejemplo mediante la introducción de un impuesto "Robin Hood" a los bancos, o mediante gravámenes justos sobre las emisiones sin límite de la navegación y la aviación.
Estas ideas han estado sobre la mesa desde hace algún tiempo, pero necesitamos el respaldo claro del Gobierno del Reino Unido de que va a hacer que se realicen. Urgimos a Andrew Mitchell y Chris Huhne, ministros de la energía y el cambio climático, a que trabajen con otros líderes del mundo para que las conviertan en una realidad.
Las conversaciones sobre el clima de la ONU empiezan en menos de una semana. Aunque no existe el mismo nivel de expectativas que había en Copenhague el año pasado, el progreso sobre el modo en que se recaudarán los 100 mil millones de dólares y el establecimiento de unos fondos para el clima global son no solo posibles, sino decisivos para restablecer la confianza en las negociaciones de la ONU y para garantizar que el dinero se destina a ayudar a quienes más lo necesitan: los pobres que están en la línea fronteriza del cambio climático.
* Sarah Best es asesora de políticas sobre el desarrollo con baja emisión de carbono en
Oxfam
Traducido para Globalízate por Víctor García
Artículo original:http://www.guardian.co.uk/global-development/poverty-matters/2010/nov/23/private-sector-renewable-energy-oxfam