Tributo a James Wolfensohn

Rodrigo Rato, 13/06/2005,
Project Syndicate

FONDO MONETARIO INTERNACIONAL

UN TRIBUTO A JAMES WOLFENSHON

Durante la década pasada, la economía global ha alcanzado una prosperidad sin precedentes, en base al comercio, los flujos internacionales de capital y la innovación tecnológica. No obstante, entre este innegable progreso sigue habiendo niveles generalizados de pobreza, enfermedad y analfabetismo. En un mundo que se ha hecho más pequeño gracias a las telecomunicaciones modernas, la TV satelital y la Internet, todos los días nos vemos cara a cara con los vastos desafíos que nos sigue planteando el desarrollo.

Quizás ninguna persona haya hecho más para hacer sonar la alarma (logrando un bien merecido reconocimiento por muchos éxitos y comprendiendo con gran claridad las insuficiencias restantes) que James Wolfensohn, presidente saliente del Banco Mundial. Como Director Ejecutivo del FMI, he tenido el privilegio de trabajar estrechamente con Jim Wolfensohn, viendo de cerca a un hombre con una misión extraordinaria: la reducción sustentable de la pobreza global.

Wolfensohn dejó atrás una exitosa carrera empresarial para encabezar la campaña global contra la pobreza. Quizás el mayor tributo a su compromiso y tenacidad sea el hecho de que sus iniciativas durante los últimos 10 años hayan atraído por igual críticas y alabanzas, ya que ha estado al centro de cada campaña dirigida a paliar los males económicos de nuestra generación.

Wolfensohn llevó el Banco Mundial a la vanguardia de cada debate importante sobre el desarrollo, y estuvo en la primera línea del esfuerzo por combatir el VIH/SIDA, así como otras enfermedades mortíferas que amenazan a tantos países empobrecidos. Ha sido un vocero directo y franco de los derechos de las mujeres y un adalid de las preocupaciones medioambientales, así como un formidable defensor de la reducción de la deuda para las naciones más endeudadas. También ha puesto al Banco Mundial en el centro del esfuerzo por ayudar a reconstruir las naciones que han debido emerger de devastadores conflictos civiles, como Bosnia, Sierra Leona y Timor Oriental.

Como presidente del Banco Mundial, Wolfensohn argumentó permanente y coherentemente que el mundo no puede estar dividido entre los que tienen y los que no tienen. Pobreza en un lugar del mundo significa pobreza en todo el mundo, y es necesario un crecimiento equitativo para lograr la estabilidad y seguridad de todos. En efecto, ese es el verdadero significado de la globalización.

Al mismo tiempo, Wolfensohn hizo una gran contribución al trabajo sobre el desarrollo, al argumentar que la pobreza se debe enfocar como un problema de múltiples dimensiones. Ahora se acepta ampliamente que la ayuda financiera por si sola no generará una reducción eficaz de la pobreza. En lugar de ello, la clave es un crecimiento sustentable para superar la pobreza, lo que requiere estabilidad política (es decir, paz y seguridad para las personas), buen gobierno y que todos los involucrados se hagan parte de las políticas.

Bajo Wolfensohn, el Banco Mundial se guió por este enfoque integral y coordinado de una manera concreta, logrando avances significativos en la superación de la pobreza mundial. En los últimos 10 años, el Banco fue el mayor financista externo en los ámbitos de la educación primaria, la atención de salud, los programas de VIH/SIDA y los programas orientados a proteger el medioambiente y la biodiversidad. Esta lista de prioridades apunta de manera fundamental a mejorar la dignidad humana y mantener un desarrollo sustentable.

La insistencia de Wolfensohn de que la corrupción se debe enfrentar como parte del proceso de desarrollo fue otro valioso paso hacia adelante. En algunos círculos oficiales, incluso mencionar la corrupción solía ser tabú. Sin embargo, se trata del mayor obstáculo individual al crecimiento y desarrollo en muchos países, especialmente porque desvía recursos originalmente destinados a los pobres. El Banco Mundial insistió que la corrupción debe verse como un cáncer, y que luchar contra ella se debe considerar como un sinónimo del combate a la pobreza.

De hecho, hablar fuerte y claro fue un sello de la presidencia de Wolfensohn. Muchos ministros de gobierno, autoridades del Banco y representantes de ONG han sido blanco de su descarnada crítica, así como de sus efusivas alabanzas. El FMI no ha sido inmune a este trato. La solidez de las instituciones de Bretton Woods radica en su diversidad intelectual, y el Fondo se benefició de la honestidad de Wolfensohn, así como de su compromiso con la cooperación entre el Banco y el Fondo, que se profundizó progresivamente durante la pasada década. El trabajo de nuestras dos instituciones, en áreas tan diversas como estrategia de reducción de la pobreza, alivio de la deuda, y el programa conjunto sin precedentes para analizar los sectores financieros en nuestros países miembros, ha fortalecido la economía global.

En último término, el desarrollo tiene que ver con la gente. La mayor fortaleza de Jim Wolfensohn ha sido su genuino interés por ayudar a los pobres del mundo. Su herencia incluirá un Banco Mundial firmemente comprometido a lograr un mundo sin pobreza. Puede que los pobres de todo el mundo se sientan un poco más pobres al perderlo como su adalid y defensor. No obstante, de hecho sus perspectivas son más brillantes gracias a su trabajo durante la década pasada.

Rodrigo de Rato es Director Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional.

Copyright: Project Syndicate, 2005.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

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