Conexión Hamburgesa en el Amazonas
Oscar Gutierrez, 07/04/2004, AISEl Amazonas brasileño ha perdido sólo durante el pasado año casi 24.000 kilómetros cuadrados de selva tropical según los últimos datos del Instituto Nacional de Estudios Espaciales del Brasil (INPE). Esta cifra, recogida a través de las imágenes de satélite capturadas por el INPE, supone un aumento de un 40 por ciento de selva amazónica deforestada, un área similar a la que ocupa un país del tamaño de Haití. Entre los motivos de este proceso de deforestación imparable destaca el apuntado en un estudio reciente del Centro Internacional para la Investigación Forestal (CIFOR): el aumento de las exportaciones de carne brasileña al mercado europeo.
Pero, ¿por qué la demanda de carne brasileña conduce a la deforestación del Amazonas? El estudio realizado por el CIFOR señala que el crecimiento en los últimos 12 años del número de cabezas de ganado en el Amazonas brasileño se ha multiplicado por dos. En otras palabras, el 80 por ciento de las nuevas reses en territorio brasileño desde 1990 eligen el Amazonas como residencia. Y si el ganado pide paso, parece claro que la mayor selva virgen del mundo cede terreno a favor de miles de kilómetros de nuevos pastizales.
Es el mismo fenómeno descrito en los años 80 por el famoso investigador ecologista, Norman Myers, para la región de Centroamérica. El crecimiento de las exportaciones de esta región hacia las cadenas de comida rápida en Estados Unidos estaba acelerando el proceso de deforestación de sus campos. Para definir este fenómeno, Myers utilizó la frase ‘La Conexión Hamburguesa’. Entonces Brasil no formaba parte de esa ‘conexión’ por sus bajos índices de exportación vacuna y su preferencia por el consumo interno.
Hoy, sin embargo, Brasil es el país con el mayor número de cabezas de ganado del mundo y el líder de la exportación mundial de carne de res. El estirón de este mercado hacia el exterior ha sido espectacular en los últimos años hasta alcanzar la cifra de 1.500 millones de dólares, tres veces el valor de 1995.
El porqué de este estirón lo explica el propio CIFOR: en primer lugar, Brasil ha devaluado su moneda en cuatro años de 1,2 reales/dólar a 3,6 reales/dólar. Esto se traduce en una bajada del precio de la carne en dólares (favorece su exportación) y una subida en reales (favorece las ganancias del ganadero brasileño y los incentivos para extenderse en nuevos pastizales). En segundo lugar, Brasil no ha sufrido en su ganado los estragos de la enfermedad de las vacas locas, que ha limitado la exportación de competidores como Argentina, o la gripe aviar asiática, que ha favorecido el cambio del pollo a la ternera en el menú internacional. Además y desde hace un año, se multiplican los certificados que garantizan la venta de carne no afectada por la fiebre aftosa. El estirón de la carne brasileña se debe, en último lugar, a la mejora de las redes de carretera y electricidad, y a la inversión en la industria de procesamiento de la carne.
‘Conexión Hamburguesa’ en los 80 o ‘efecto hamburguesa’ hoy, como señala el director del CIFOR, David Kaimovitz: “Los ganaderos están convirtiendo el Amazonas en carne molida”.
Todo esto pasando por encima de la región de selva tropical en territorio brasileño: nueve estados, cinco millones de kilómetros cuadrados (50 por ciento del país) y 20 millones de habitantes. Pasando por encima del ‘pulmón del mundo’, hogar del 30 por ciento de la vida animal y vegetal del planeta, imprescindible para frenar el avance del calentamiento global.
Y es que la deforestación está favoreciendo el cambio climático. Precisamente las zonas verdes son las que absorben mayor cantidad de dióxido de carbono, acusado de ser el principal causante del efecto invernadero. La cantidad de dióxido de carbono sigue siendo hoy la misma. Lo que disminuye son las hectáreas verdes del planeta. En este escenario sobreviven las plantas con tendencia a crecer más rápido, a utilizar la mayor cantidad de dióxido de carbono como fertilizante. Las especies que crecen más despacio y que, generalmente, necesitan absorber más dióxido de carbono desaparecen. El resultado es evidente: más dióxido de carbono y menos capacidad de absorción.
También la soja
Junto al uso del Amazonas como gigante pastizal de ganado, las voces ecologistas han denunciado también en numerosas ocasiones el cultivo de soja. Primero porque las áreas dedicadas a este cultivo se han multiplicado casi por 20; y segundo, por el origen transgénico de la soja sembrada. Brasil es en la actualidad el cuarto productor de soja transgénica del mundo, y si la tendencia continúa, podría ser el primero en pocos años, por delante de Estados Unidos.
A la soja transgénica se une además la compra-venta de madera no certificada en el Amazonas (obtenida de procesos de tala irregular de árboles) y la explosión de las infraestructuras para reducir costes. Reduce costes, sí, pero dobla la deforestación (el 75 por ciento del área amazónica deforestadas se ubica en franjas a 50 kilómetros a cada lado de las carreteras).
Demasiadas enfermedades para el pulmón de la tierra que, como prevé el estudio del CIFOR, podría deforestar en año y medio un área adicional del tamaño de Dinamarca. El primer parche lo intenta poner el Gobierno de Luis Inàcio Lula da Silva con el Plan de Acción para Prevención y Control de la Deforestación en la Amazonia. Se trata de vigilar la ocupación irregular de las tierras por los ganaderos, limitar el exceso de infraestructuras que pueda provocar la deforestación, proteger y registrar públicamente las tierras más amenazadas por los pastizales y promover incentivos a la conservación de las zonas verdes.
No hay recursos, debido a la austeridad con la que está trabajando el Gobierno actual, y no hay apoyo internacional. Así, el Plan queda cojo mientras el Amazonas brasileño se queda mudo. Mudo porque le empieza a faltar el aire para respirar. Primero a él y luego será a nosotros.