Lamy: "Reforzar el papel de la OMC como el organismo del comercio mundial"

Organización Mundial del Comercio, 03/05/2009

ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL COMERCIO (OMC)

CONSEJO GENERAL

El 29 de abril de 2009 el Director General Pascal Lamy, al exponer ante el Consejo General su visión de futuro para los próximos cuatro años de la OMC, dijo que “la OMC, como un organismo vivo, debe continuar aumentando su capacidad para reaccionar rápidamente ante los desafíos mundiales, como los que plantea la crisis actual, y para contribuir a darles solución. El fortalecimiento del sistema multilateral de comercio, especialmente mediante la conclusión de la Ronda de Doha, debe ser la estrella que nos guíe. En la constelación de la gobernanza mundial, trabajemos codo con codo para que la estrella OMC brille cada vez con mayor fulgor”. La exposición tuvo lugar en el contexto del proceso de nombramiento del Director General.

Señor Presidente:

Muchas gracias por permitirme expresar mi opinión y por brindar esta oportunidad de diálogo con todos los Miembros sobre los próximos cuatro años. Confío en que ello nos permita distanciarnos de nuestras preocupaciones diarias, aunque sea brevemente, para observar el panorama general.

Como dijo una vez el poeta Carl Sandburg: “Un político debería tener tres sombreros. Uno para lanzarlo al ruedo, uno para las palabras al aire, y otro para sacar conejos si lo eligen.” La buena noticia es que tengo el sombrero. Pero la mala noticia es que todavía nos falta un conejo para sacar de él ...

Bromas aparte, me planteo esta reunión con un espíritu muy similar al que tenía en 2005; con ánimo de permanecer al servicio de todos los Miembros de la OMC y contribuir a fortalecer esta Organización.

Ante todo, quiero reiterar que creo firmemente en la finalidad primordial de la OMC, que es abrir el comercio en beneficio de todos. Nuestros valores políticos fundamentales siguen siendo los de apertura, la garantía del principio de la nación más favorecida y el trato no discriminatorio por los Miembros y entre ellos, así como el compromiso de lograr la transparencia en sus actividades.

Sigo convencido de que la apertura gradual de los mercados nacionales al comercio internacional, con excepciones justificables o con la flexibilidad adecuada, permite lograr el desarrollo sostenible, mejorar el bienestar de las personas, reducir la pobreza y promover la paz y la estabilidad.

Pero esto no significa que la apertura del comercio de manera regulada beneficie automáticamente a todo el mundo. De ahí la noción del “Consenso de Ginebra” que enuncié en esta misma sala en 2005. Se trata de abrir el comercio, pero también se trata de adoptar políticas nacionales e internacionales adecuadas que ayuden a traducir la mayor apertura del comercio en beneficios reales, mayores y tangibles para nuestros ciudadanos.

Vivimos en tiempos de crisis. Aún no se han hecho sentir todas sus repercusiones sociales, que inevitablemente habrán de generar presiones políticas. Y es precisamente ahora, que abundan las tentaciones proteccionistas, cuando el valor del sistema multilateral de comercio nos resulta aún más evidente. El sistema de normas del comercio mundial del GATT y la OMC, construido pacientemente a lo largo de los últimos 60 años, es ante todo y por encima de todo una fuente de confianza para los operadores económicos. Y, como ha demostrado la crisis, la confianza es hoy el eslabón que falta para que el mundo vuelva a la senda del crecimiento.

Por lo tanto, nuestro principal objetivo para los próximos años, tal y como yo lo veo, es reforzar el papel de la OMC como el organismo del comercio mundial. Esto significa hacer que la OMC sea más favorable al desarrollo, “de más fácil uso”, para que sus beneficios aprovechen a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, fuertes y débiles.

Nuestra actividad medular consiste en abrir mercados y elaborar normas comerciales. Ésta es y seguirá siendo nuestra labor inconclusa. Nos queda mucho por hacer.

Si estamos de acuerdo en este objetivo general, como creo que todos compartimos, ¿cómo podemos mejorar nuestras posibilidades de alcanzarlo?

Sobre la base de la experiencia de los últimos cuatro años y de las consultas que he celebrado con muchos de ustedes en las últimas semanas, creo que hay cuatro esferas en que deberíamos tratar de mejorar la situación: las negociaciones; la aplicación; la coherencia; y la proyección exterior.

Llevar a buen puerto las negociaciones

En contra de lo que suele creerse, la OMC es mucho más que sus negociaciones. Pero el cumplimiento del mandato de negociación de la Ronda de Doha sigue siendo la prueba decisiva de nuestra capacidad colectiva para fortalecer el sistema mundial de comercio. Por eso considero que la conclusión de la Ronda de Doha para el Desarrollo es y debería seguir siendo nuestra prioridad número uno.

Más allá de los compromisos necesarios para concluir la Ronda de Doha, y más allá también del acceso a los mercados que procurará, está la importancia enorme de su valor sistémico. El mayor premio que encierra la Ronda de Doha es la certeza, la previsibilidad y la estabilidad que aportará al comercio mundial. Esta póliza de seguro acrecienta su valor en los momentos de crisis como el que hoy atravesamos.

El hecho innegable es que concluir la Ronda de Doha es difícil precisamente por la trascendencia de sus resultados: esta Ronda es dos o tres veces mayor que las anteriores en lo que a recortes y compromisos se refiere. Además, es una Ronda centrada en beneficios para los países en desarrollo, es decir, una verdadera Ronda para el Desarrollo. Si se aprecia a través de los derechos que se eliminan, dos tercios de los beneficios que pueden arrojar los recortes de aranceles y subvenciones resultantes de esta Ronda irán a parar a las exportaciones de los países en desarrollo.

Lo que tenemos que hacer a partir de ahora es reiniciar el proceso a nivel político, partiendo de donde lo dejamos el año pasado.

Llevamos siete años transitando por el camino de la Ronda de Doha y tenemos recorrido el 80 por ciento del trayecto. Lo hemos hecho juntos, siguiendo un proceso inclusivo y de acumulación progresiva. Es mucho lo que se ha logrado: si recuerdan nuestro punto de partida, hay una lista bastante larga de cuestiones en que las posiciones se han acercado. Pienso que ha llegado el momento de empezar a llevar las negociaciones a su última fase, de entrar en la recta final.

Mirando más allá de Doha, hay muchas ideas nuevas flotando en el ambiente sobre posibles esferas para la labor futura. Muchas de ellas también se han planteado en las consultas que he mantenido con ustedes. Por ejemplo, el cambio climático, ámbito en el que estoy convencido que el primer paso debería ser un acuerdo multilateral que abarque a todos los principales emisores y que todos esperamos que surja en Copenhague. También están en el aire otras cuestiones relacionadas con la seguridad alimentaria, la energía, el trabajo, la competencia, la inversión o el proteccionismo financiero, cualquiera que sea la forma en que este se defina.

A mi parecer, nuestra capacidad de proyectarnos hacia el futuro depende de nuestra capacidad de hacer realidad el presente. Estas cuestiones no forman parte del programa actual. Obviamente, nada nos impide pensar en el porvenir, pero considero que la labor seria sobre cualquier tema futuro debe comenzar cuando la línea de meta de la Ronda de Doha se vislumbre claramente.

Permítanme mencionar dos esferas que forman parte de nuestro mandato actual y que, en mi opinión, merecen una mayor atención por nuestra parte: los acuerdos comerciales regionales y las normas de origen.

Con respecto a lo primero, es difícil entender por qué se asumen hoy compromisos y concesiones de tan profundo alcance en los acuerdos preferenciales sin ninguna consecuencia en el plano multilateral. Todos sabemos que se trata de una cuestión compleja y que hay diferencias entre los acuerdos comerciales regionales que tienen por objetivo lograr una integración regional profunda y otros acuerdos de libre comercio. Pero si tomamos en serio la vigencia del principio de la nación mas favorecida, deberíamos pensar colectivamente en algún modo de “multilateralizar” gradualmente las concesiones hechas en acuerdos de libre comercio. Material de reflexión para los negociadores del Artículo XXIV.

En cuanto a las normas de origen, a mi juicio, es preciso abordar con decisión la proliferación de diferentes regímenes (regionales, bilaterales y hasta unilaterales), a fin de facilitar la vida de los operadores comerciales y económicos.

Estos dos ejemplos — los acuerdos comerciales regionales y las normas de origen — demuestran que el actual programa de la OMC no ha quedado en modo alguno obsoleto. Mucho de lo que hoy nos ocupa estaba ya en el programa de la Ronda Uruguay; incluso en el de la Ronda de Tokio, para ser más exactos. Pero lo cierto es que hoy siguen siendo igual de pertinentes, si no lo son aún más, para los operadores económicos.

También se están sugiriendo algunas ideas sobre los procesos de negociación. Muchas se han analizado en el Informe Sutherland y en el Informe de la Comisión Warwick.

En la actualidad actuamos con tres limitaciones: la adopción de decisiones por consenso, el hecho de que todos los temas que se negocian estén ligados en un todo único, y un proceso de negociación por acumulación progresiva.

No creo que debamos reabrir el “consenso sobre el consenso”. La adopción de decisiones por consenso aumenta la legitimidad de los acuerdos alcanzados en un foro internacional, cosa necesaria y deseable porque el grado de legitimidad ha mermado con la lejanía de los procesos políticos nacionales.

Por tanto, la cuestión es cómo forjar un consenso. Probablemente el conocido método de los círculos concéntricos sea el único eficaz de que disponemos. Pero exige un riguroso compromiso de transparencia por parte de todos: cada cual debe cumplir su parte. Debemos reconocer que todavía no hay suficiente transparencia en nuestra forma actual de trabajar; luego, existe un margen para mejorarla.

También tenemos que hallar el modo de avanzar más rápidamente hacia el centro de gravedad de los temas que se negocian, para aumentar la eficiencia. A este respecto, a mi modo de ver, los procesos de negociación de otros foros internacionales nos ofrecen enseñanzas útiles.

Los acuerdos sectoriales y plurilaterales, y conceptos como el de “masa crítica”, ya han sido ensayados. Pero insisto: considero que a esta altura nuestra labor no debería apuntar a esas cuestiones.

Mejorar la aplicación

La segunda esfera en la que habría que centrarse en el futuro es la de mejorar la aplicación de los acuerdos vigentes. Cuando se examinan las funciones de la OMC, se observa un notable contraste entre la sofisticación de las negociaciones, la solidez del mecanismo de solución de diferencias y la fragilidad de la vigilancia y la transparencia, que no deja de ser sin embargo uno de los pilares del sistema multilateral de comercio.

Existen mandatos para la presentación de notificaciones y el examen por homólogos, pero creo que no se ha dedicado suficiente atención ni recursos a su ejecución. La función de vigilancia de la OMC se ve obstaculizada por cierta falta de visión general y capacidad analítica.

Sin embargo, hay algunos aspectos positivos. Por ejemplo, se ha avanzado en la transparencia de los acuerdos comerciales regionales. Y con la vigilancia de las medidas adoptadas en respuesta a la crisis hemos demostrado que, colectivamente, podemos aplicar esos mecanismos con mayor vigor. Pero en muchos comités se registra un escaso número de notificaciones y, lo que es más importante, su calidad y su examen son deficientes. Como uno de ustedes me dijo el otro día, colectivamente hemos sido un poco vagos en esta esfera.

La cuestión es cómo mejorar esta situación. Podríamos mejorar el aprovechamiento de la asistencia técnica, centrarnos más en la capacidad de los Miembros para cumplir sus obligaciones en materia de notificación y prepararlos mejor para un examen por homólogos más efectivo. Podríamos mejorar la operatividad de los exámenes de las políticas comerciales. También podríamos rediseñar los modelos de notificación para que sean polivalentes. La mejora del proceso de vigilancia fomentaría sin duda la confianza en el sistema y evitaría atascar el mecanismo de solución de diferencias gracias a un sistema de alerta precoz.

En cuanto a la solución de diferencias, creo que en general funciona bien. Además de lo que se está negociando en el proceso de examen del Entendimiento sobre Solución de Diferencias, se podrían mejorar algunos aspectos; por ejemplo reducir los gastos administrativos de la Secretaría —uno de los problemas que deben solucionarse es el de la extensión de las comunicaciones y anexos que hay que traducir — y hacer frente a los períodos de actividad más intensa.

También es preciso prestar atención al cumplimiento de las decisiones sobre solución de diferencias. Lo mismo ocurre con la participación de los países en desarrollo en la solución de diferencias, a la que sin duda contribuiría, en mi opinión, que se diera impulso al Centro de Asesoría Legal en Asuntos de la OMC. También hay que examinar el modo de utilizar mejor y más a menudo los buenos oficios, la conciliación y la mediación, procedimientos que nuestras normas prevén actualmente.

La coherencia como base

La tercera cuestión a la que querría referirme es la de cómo asegurar una mayor coherencia, tanto en el plano interno como en el externo.

Comenzando por la Secretaría, considero que a pesar de los progresos que se han hecho se pueden hacer mayores progresos para poner fin a la compartimentación de las divisiones, mejorar la comunicación interna, aumentar la movilidad del personal, utilizar equipos de trabajo -como el que hemos establecido para el seguimiento de la crisis- o establecer grupos de expertos para actividades como los Exámenes de las Políticas Comerciales, la asistencia técnica y las adhesiones. También deberíamos celebrar más sesiones y seminarios informales con los Miembros para examinar en conjunto las cuestiones que forman parte de la actividad de la OMC.

Desde el punto de vista externo, la OMC es uno de los planetas de la galaxia de la gobernanza mundial y se pueden potenciar aún más sus conocimientos especializados para afrontar los retos relacionados con la gobernanza a escala mundial. Los principales ingredientes de la gobernanza mundial son la eficiencia y la legitimidad; y la coherencia es la clave para combinar esos dos elementos.

Hemos utilizado nuestro poder de convocatoria para promover una mayor coherencia ante los diversos problemas del comercio internacional y de la economía. En los cuatro últimos años hemos reforzado el funcionamiento del mandato explícito de coherencia con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional que tiene la OMC, pero también nos hemos esforzado por ampliar la coherencia de la OMC con otras organizaciones internacionales y regionales. Tengo el propósito de seguir trabajando en esta línea.

La Ayuda para el Comercio y el Marco Integrado Mejorado son claros ejemplos de ello. Otro ejemplo es la vigilancia de las medidas adoptadas en el contexto de la crisis actual. La financiación del comercio y las iniciativas recientes de convocar a las partes interesadas en la OMC para afrontar globalmente este problema son también ejemplos de nuestra capacidad de promover un enfoque coherente de los problemas mundiales. Lo mismo puede decirse del Fondo para la Aplicación de Normas y el Fomento del Comercio (FANFC). Deberíamos avanzar hacia el futuro basándonos en todo ello y prestar más atención al plano regional, que va adquiriendo importancia cada vez mayor, también para nuestras actividades de asistencia técnica relacionada con el comercio.

Estamos llevando a cabo proyectos de investigación conjunta con otras organizaciones internacionales como la OIT, la OCDE, la UNCTAD y los bancos regionales de desarrollo. En breve se publicará un estudio conjunto sobre el comercio y el cambio climático, elaborado conjuntamente por la OMC y el PNUMA.

En un plano más general, la tarea de tender puentes con el sistema de las Naciones Unidas, con la integración del comercio en la iniciativa de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y con mi propia participación en la Junta de Jefes Ejecutivos, debería contribuir también a aumentar la coherencia en nuestra labor con el sistema de las Naciones Unidas.

Potenciar la proyección exterior

Es ésta una esfera en la que pese a los esfuerzos que hemos desplegado queda todavía mucho por hacer. Sigue existiendo una desproporción entre las actividades que llevamos a cabo entre nosotros - todos los años se celebran más de 7.000 reuniones en el Centro William Rappard - y la intensidad de la interacción con nuestro entorno y con el público.

Comenzando por nuestro propio círculo, es posible mejorar la relación con las delegaciones pequeñas no residentes. Es necesario examinar qué recursos de formación se ofrecen a estos Miembros para garantizar que se atiendan sus necesidades.

Por lo que se refiere a la comunicación con los países no miembros, cabe hacer mención de las adhesiones, una cuestión sobre la que muchos de ustedes han dicho que debe ser objeto de atención en los años venideros. Hay cierto malestar entre los Miembros en proceso de adhesión porque entienden que el listón se coloca cada vez más alto. Los PMA tienen una preocupación específica sobre el uso de las directrices para su adhesión a la OMC. La adhesión es un proceso complejo, que exige al mismo tiempo capacidad y apropiación a nivel nacional y requiere grandes esfuerzos en el caso de muchos de los Miembros que se encuentran en ese proceso. Sin embargo, considero que puede ser importante dedicar más esfuerzo y más atención política a las adhesiones, en particular por lo que respecta a las de los PMA. Por mi parte también tengo el propósito de hacerlo en cuanto sea necesario.

Pasando a nuestros interlocutores externos - ONG, parlamentos, profesionales, miembros del mundo académico, empresas - es necesario también reforzar la cooperación y aumentar la transparencia.

En el transcurso de los cuatro últimos años nos hemos esforzado por intensificar nuestra relación con la sociedad civil. Hemos puesto en marcha un proyecto piloto de acreditación de ONG locales para facilitar su acceso a las instalaciones de la OMC durante las conferencias ministeriales y las reuniones del Comité de Negociaciones Comerciales y del Consejo General. Hemos reforzado la presencia de la sociedad civil en los aspectos organizativos del Foro Público de la OMC, confiándole la tarea de dar forma al Foro. Por mi parte, he mantenido frecuentes contactos con las ONG en Ginebra y durante mis viajes, reconociendo su contribución a nuestro trabajo.

Hemos utilizado mejor nuestro sitio Web y los medios de difusión electrónicos mediante retransmisiones en la Red. Hemos reforzado nuestra comunicación con el mundo académico, particularmente en los países en desarrollo. Esta misma semana se ha establecido el Premio OMC de Ensayo para Jóvenes Economistas.

Pero hemos de hacer todavía más. En las consultas que he mantenido con la sociedad civil antes de esta reunión se expusieron algunas ideas, tales como promover una mayor apertura de nuestros Exámenes de las Políticas Comerciales o una mayor participación de la sociedad civil sobre el terreno durante las misiones de asistencia técnica de la OMC. Son ideas dignas de que las estudiemos conjuntamente.

A mi juicio, habría que conceder especial atención a los parlamentarios y sus asistentes, que, en definitiva, juegan un papel fundamental en la decisión sobre los acuerdos y la adopción de leyes compatibles con las normas de la OMC.

No obstante, la comunicación con el público es nuestro mayor problema de proyección exterior. La OMC goza de gran notoriedad, pero de escasa popularidad, aunque esta situación está cambiando, especialmente en los países en desarrollo. La complejidad de la OMC hace difícil su fácil uso. Comunicar acerca de la OMC es como informar a la gente de que “Lord Jones ha muerto cuando ni siquiera sabían que estaba vivo”. La complejidad de la OMC resulta una desventaja y esto merece una reflexión seria. Debemos buscar la manera de establecer una comunicación más fluida.

Hemos mejorado el sitio Web de la OMC, que está muy bien valorado por los internautas, pero podemos hacer más utilizando los tres idiomas.

En resumen, hemos de cambiar de marcha. La clásica asimetría de la política sobre el comercio — los que resultan beneficiados son una mayoría silenciosa y los perjudicados son la minoría que hace oír su voz — significa que la carga de la prueba recae sobre nosotros. Nos corresponde demostrar las ventajas de la apertura de los mercados y de una mejor reglamentación. Necesitamos que los medios de comunicación proyecten una imagen más favorable de la OMC. La percepción de la opinión pública sigue siendo excesivamente limitada, especialmente fuera del mundo de habla inglesa. Es necesario un mayor contacto con los medios de comunicación nacionales y regionales, pero ésta es una tarea que la Secretaría de la OMC no puede hacer sola; debemos trabajar conjuntamente.

Una Secretaría al servicio de los Miembros

Permítanme referirme ahora a la Secretaría. Es pequeña pero hermosa. Es comparativamente pequeña de tamaño, lo que le permite adaptarse rápidamente a las variaciones de las prioridades, del volumen de trabajo y de las tareas. Es hermosa porque está llena de mentes brillantes, profesionales eficientes y funcionarios de apoyo dedicados con gran entrega al servicio de ustedes.

Mi objetivo general, como jefe de la Secretaría, es mejorar su capacidad para prestar apoyo a los Miembros. Para ello es necesario continuar modernizando la Secretaría manteniendo su frugalidad. Las modificaciones de la Versión 3 han aumentado la productividad, y continuarán haciéndolo.

En cuanto a la contratación, seguiré ateniéndome a los principios de competencia profesional, mérito y diversidad. En los cuatro últimos años, y a pesar del movimiento muy limitado de personal, hemos aumentado el número de nacionalidades representadas entre nuestros funcionarios, añadiendo ocho nuevas de países en desarrollo y menos adelantados. El 60 por ciento de los funcionarios contratados que comienzan su carrera procede de países en desarrollo y PMA. La mitad de ellos han seguido uno de nuestros programas de pasantías. Dos tercios de nuestras pasantías se han destinado a profesionales de países en desarrollo y PMA.

Pero debemos hacer más en cuanto a ampliar la diversidad, especialmente en lo que concierne a la integración de las cuestiones de género, así como a la mejora de nuestras pasantías para profesionales jóvenes, como han sugerido algunos de ustedes, especialmente de países en desarrollo y PMA. Seguiré impulsando ese objetivo.

Nos hemos esforzado en hacer de la OMC una organización más respetuosa con el medio ambiente elaborando un plan interno para reducir las emisiones. A este respecto, creo que podemos trabajar juntos para recurrir en grado mayor a medios tecnológicos y reducir el material impreso que se envía a las delegaciones. Por lo que se refiere a la Secretaría, mi intención es lograr una Secretaría sin soporte de papel para 2012.

En cuanto al edificio, nuestro objetivo es mantener los costos de la renovación dentro de los límites acordados por los Miembros. Las obras de renovación han comenzado ya en el ala sur, habiéndose fijado el otoño de 2012 para la terminación total de las obras. Para entonces habremos renovado el Centro William Rappard y construido su ampliación en el actual aparcamiento de la zona sur, por supuesto siempre que lo permitan las circunstancias políticas locales. ¡Cuento con el apoyo y la reconocida capacidad de movilización de todos ustedes para llevar a cabo una campaña local tan importante!

Las obras causarán inevitables molestias, que nos esforzaremos por reducir al mínimo. También habrá dificultades de aparcamiento, a pesar de que la Secretaría ha dejado libres prácticamente todas las plazas existentes en el predio para que ustedes las utilicen. Cuento de antemano con su comprensión por las molestias que puedan producirse durante el período de renovación y construcción.

También con respecto a la Secretaría, creo que hemos de reforzar sus servicios, su apoyo y su capacidad de análisis. Esto vale para todos los aspectos que he identificado como susceptibles de mejora.

No podremos mejorar nuestro trabajo si no aumentamos considerablemente nuestra capacidad de investigación, análisis y difusión. Es necesario que continuemos trabajando en nuestras bases de datos, por lo que respecta a su acceso y su funcionamiento en enlace. Pero no basta con elaborar y publicar datos. Tenemos que poder analizarlos y compartirlos mejor. La OMC debe llegar a ser un centro de referencia en cuanto a conocimientos sobre el comercio, es decir, en cuanto al análisis de datos y estadísticas mundiales sobre política comercial. Es necesario que pasemos de la obtención a la interpretación, de las meras cifras al análisis de la información comercial. Y, también en este caso, la cuestión es fundamental en todas las esferas: negociaciones, vigilancia, solución de diferencias, cooperación técnica y proyección exterior.

Además, debemos continuar funcionando como un radar frontal con respecto a las cuestiones comerciales, pero de manera más sistemática. Debemos estar plenamente informados de los nuevos problemas y examinar los obstáculos al comercio que podrían surgir en el futuro, conocer perfectamente los factores que configuran el comercio mundial, para continuar prestando a ustedes los mejores servicios. Para ello es necesario establecer redes eficaces, y por consiguiente una base más firme en la OMC, a fin de poder ofrecer a los Miembros simulaciones, cuantificaciones, hipótesis y alternativas.

Los cambios introducidos hasta ahora en la Secretaría han aumentado nuestra eficiencia, pero estamos trabajando casi al límite de nuestra capacidad. Para poder mejorar aún más los servicios que les prestamos, para poder responder a las peticiones de trabajos analíticos, será necesario que aumentemos nuestros recursos. Será preciso fortalecer el personal con un mayor número de economistas, juristas y especialistas en comunicación. Hay posibilidades de redistribución, que continuaré aprovechando. Pero mi impresión es que no bastará con eso.

Mi posición con respecto al presupuesto es muy sencilla: el presupuesto es una previsión y no una autorización para gastar. Si queda dinero, lo devolvemos: lo hemos hecho. Y la introducción de un presupuesto basado en las actividades nos hará más responsables ante ustedes. Tendremos ocasión de debatir este punto en relación con nuestro próximo presupuesto bienal. Cuento con el apoyo de ustedes a tal efecto.

Una cuestión que suscita especial preocupación es la situación actual del plan de pensiones del personal de la OMC. Como ustedes saben, este plan es responsabilidad colectiva de los funcionarios y los Miembros de la OMC. Aparte de la repercusión negativa que la crisis ha tenido en él, el plan se resiente de un déficit actuarial que debe ser afrontado urgentemente. Confío en que los Miembros prestarán la debida atención a que este problema se resuelva en breve.

Y, hablando de asuntos presupuestarios, me preocupa la cuestión de los atrasos, en particular los de nuestros Miembros más pobres. Hemos de reflexionar sobre cómo podrían comenzar desde cero. Otro motivo de preocupación es el aumento de los fondos fiduciarios, que entrañan un costoso trabajo administrativo. Hemos de estudiar si existe la posibilidad de integrar en el presupuesto ordinario al menos algunas de las actividades actualmente sufragadas con cargo a fondos fiduciarios.

Permítanme concluir abordando la cuestión de las reuniones ministeriales de la OMC, que muchos de ustedes han planteado durante nuestras consultas. Hemos de restar dramatismo a las reuniones ministeriales, hacer de ellas un proceso más normal, en el que se examinen las actividades de la OMC en todos los ámbitos, para determinar el grado de satisfacción de los Miembros con la marcha de esas actividades y tratar las cuestiones prioritarias a nivel político. No hemos celebrado ninguna reunión ministerial desde 2005, y a mi juicio no debería concluir el año 2009 sin que la celebremos. Una cosa es una reunión ministerial ordinaria, y otra cosa es la participación de los Ministros en las negociaciones. No debemos confundirlas.

En conclusión, Sr. Presidente, la OMC no está necesitada de cambios radicales. No hace falta ninguna reorganización profunda del sistema; se trata más bien de una larga lista de medidas concretas para reforzar el sistema comercial mundial. Estoy dispuesto a contribuir a ayudar a los Miembros a alcanzar los objetivos de esta Organización. La OMC, como un organismo vivo, debe continuar aumentando su capacidad para reaccionar rápidamente ante los desafíos mundiales, como los que plantea la crisis actual, y para contribuir a darles solución.

El fortalecimiento del sistema multilateral de comercio, especialmente mediante la conclusión de la Ronda de Doha, debe ser la estrella que nos guíe. En la constelación de la gobernanza mundial, trabajemos codo con codo para que la estrella OMC brille cada vez con mayor fulgor.

Muchas gracias, Sr. Presidente.

Artículo original:

http://www.wto.org/spanish/news_s/news09_s/tnc_chair_report_29apr09_s.htm

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