Lamy insta a que se preste apoyo al capítulo ambiental de la Ronda de Doha

Organización Mundial del Comercio, 22/02/2007

ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL COMERCIO (OMC)

El 5 de febrero de 2007, en un discurso pronunciado en Nairobi ante el Foro Ministerial Mundial sobre el Medio Ambiente del PNUMA, el Director General Pascal Lamy advirtió que el fracaso de las negociaciones de Doha “fortalecería la posición de quienes sostienen que no se debe poner control al crecimiento económico” pasando por alto los efectos para el medio ambiente. Destacó que “el comercio, y más aún la OMC, deben contribuir al logro de un desarrollo sostenible”. El Director General dijo lo siguiente:
“La globalización y el medio ambiente en una Organización de las Naciones Unidas reformada: Trazar una ruta de desarrollo sostenible”

224º período de sesiones del Consejo de Administración/Foro Ambiental Mundial a Nivel Ministerial, Nairobi
Señoras y señores,

“Gaia” —que significa “Madre Tierra” en griego— atraviesa una etapa difícil: una zona de turbulencias. Ya en 1979, cuando James Lovelock publicó su famosa obra —Gaia: Una nueva visión de la vida sobre la Tierra— se nos advirtió que la materia viva no es pasiva y que si se la provoca, la Tierra responde. Aprendimos que el aire, los océanos y las superficies terrestres de la Tierra reaccionan frente a las amenazas a su propia existencia. Luchan para defenderse. Hoy, que nos enfrentamos a retos ambientales de una magnitud sin precedentes, como el cambio climático, no cabe duda de que Gaia efectivamente reaccionará y de que la humanidad podría sufrir las consecuencias.

Para aquellos de ustedes que no lo conozcan, James Lovelock no fue solamente el padre de la teoría Gaia, sino también el inventor del detector de electrones, instrumento que hizo posible la detección de los CFC.

El 4 de julio de 1994, cuando los Estados Unidos concedieron la Medalla de la Libertad al Presidente checo, Vaclav Havel, éste pronunció las siguientes palabras:
Según la hipótesis Gaia, somos partes de un todo mayor (dijo Havel). Nuestro destino no depende solamente de lo que hacemos por nosotros, sino también de lo que hacemos por Gaia como un todo. Si la ponemos en peligro, ella prescindirá de nosotros en aras de un valor más elevado: la vida misma.
La reunión del Consejo de Administración del PNUMA no podría haber sido más oportuna. Tiene lugar después de las numerosas y serias señales de alarma que hemos recibido en relación con el cambio climático, y otros problemas ambientales. Basta echar una mirada a las Perspectivas del Medio Ambiente Mundial para 2007 del PNUMA para ver toda la magnitud del desafío al que nos enfrentamos.

En 1987, fecha en que el Informe Brundtland acuñó la expresión “desarrollo sostenible”, muchos de nosotros lo consideramos como una opción. La otra opción era la hipótesis de “seguir como hasta ahora”. Veinte años después, nadie puede argüir que el desarrollo sostenible sea una opción. Se ha convertido en un imperativo.

El desarrollo sostenible debería ser la piedra angular de nuestro enfoque de la globalización y de la estructura de gobernanza mundial que nosotros creamos. Si he venido a este foro, es para transmitir un mensaje: la OMC está dispuesta a cumplir la parte que le corresponde.

Cuando se creó la OMC, allá en 1995, el “desarrollo sostenible” ocupó un lugar en el centro mismo de su carta fundacional. Los gobiernos vetaron el tipo de comercio que se basa en el agotamiento de los recursos naturales. En lugar de ello, preconizaron el uso “sostenible” de esos recursos. Después fueron más lejos en su compromiso de seguir la vía del desarrollo sostenible al dar inicio a las negociaciones sobre el medio ambiente en la Ronda de Doha. Es la primera vez en la historia de las conversaciones comerciales multilaterales que se han comenzado negociaciones de ese tipo. El mérito por ello no debe atribuirse solamente a los gobiernos de los Miembros de la OMC. La comunidad ambiental ha contribuido sin duda de forma decisiva al inicio de esas negociaciones con sus repetidos llamamientos para que el apoyo mutuo entre el comercio y el medio ambiente sea mayor.

Señoras y señores, la globalización se puede entender de muchas maneras. Algunos la ven como un fenómeno económico, impulsado por el mayor flujo de bienes, servicios y capitales entre los países. En esta definición, la OMC desempeña un papel central. Otros la ven como un fenómeno tecnológico, impulsado por la revolución que hemos presenciado en la tecnología de la información, etc. La única certeza en todo esto es que el mundo está interconectado hasta tal punto que hoy es imposible que un país viva y prospere aislado del resto del mundo.

Es evidente que la globalización es un fenómeno que requiere una gestión cuidadosa. Al conectar a personas de extremos opuestos del planeta, la globalización ofrece un potencial enorme, pero también puede tener inconvenientes. Al igual que los bienes, los servicios y las personas, la polución, por ejemplo, también cruza las fronteras. La gestión de la globalización nos permitiría retener sus ventajas y evitar sus inconvenientes. No cabe duda de que el mundo necesita una “gobernanza mundial” más eficaz: gobernanza a un nivel que trascienda las fronteras nacionales. Es preciso por tanto fortalecer nuestras instituciones de gobernanza mundial. Es preciso también lograr que funcionen como un todo más coherente. Esto se aplica a la OMC y a todas las demás instituciones internacionales, que deberían complementarse entre sí.

No cabe duda de que el comercio da lugar a una asignación más eficaz de los recursos a escala mundial. Ahora bien, todos sabemos que para que esta asignación eficaz pueda hacerse realmente, hay que comenzar por fijar el precio de los recursos de forma adecuada, que habría que internalizar las externalidades. En el mundo de hoy, nuestras políticas no están plenamente sincronizadas. Los gobiernos tienen, ante todo, que tomar mayor conciencia de la necesidad de esta sincronización.

Tenemos que dejar atrás la época en la que los gobiernos acudían a los diferentes foros con posiciones contradictorias. En un gobierno, la mano derecha no debería competir con la mano izquierda. La OMC, el PNUMA y los AMUMA, así como todas las demás instituciones internacionales, tienen que ponerse a trabajar con una visión compartida de desarrollo sostenible.

La Ronda de Doha de negociaciones comerciales contiene una promesa para el medio ambiente. La promesa de permitir una asignación más eficaz de los recursos, incluidos los recursos naturales, a escala mundial, gracias a la constante reducción de los obstáculos al comercio (aranceles y subvenciones). Pero también contiene la promesa de asegurar una mayor armonía entre la OMC y los AMUMA: la promesa de derribar los obstáculos que impiden el comercio de tecnologías y servicios limpios, así como la promesa de reducir las subvenciones agrícolas perjudiciales para el medio ambiente que están conduciendo a la sobreproducción, y las subvenciones a la pesca perjudiciales que fomentan la sobrepesca y agotan las poblaciones mundiales de peces.

La OMC necesita que participe en estas negociaciones la comunidad ambiental. Necesita la participación de los ministros de medio ambiente, del PNUMA, de los AMUMA y de la sociedad civil. Como he dicho antes, estas negociaciones han sido posibles gracias, en gran parte, a los esfuerzos de la comunidad ambiental. Pero esos esfuerzos deben continuar, en especial en esta fase crucial de la Ronda de Doha. Por muy imperfecta que sea, la OMC continúa siendo el único foro en todo el mundo que está dedicado exclusivamente a debatir la relación entre el comercio y el medio ambiente. Gracias a la Ronda de Doha, se pueden finalmente adoptar decisiones a este respecto que influirán en la forma que adopte esa relación. Pido a la comunidad ambiental que preste apoyo al capítulo ambiental de la Ronda de Doha y que aporte su contribución, que es tan necesaria.

El mundo debe seguir adelante con estas negociaciones tan rápido como pueda, no porque vayan a salvar el medio ambiente mundial, sino porque son el primer pequeño paso que la comunidad internacional ha aceptado dar para afrontar los retos ambientales a través del prisma del comercio. El fracaso de las negociaciones fortalecería la posición de quienes sostienen que no se debe poner control al crecimiento económico, que el crecimiento económico está por encima de todo y no necesita tener en cuenta el medio ambiente. El comercio, y más aún la OMC, deben contribuir al logro de un desarrollo sostenible. Están empezando a hacerlo.

Este primer pequeño paso que han dado los gobiernos les permitirá ser más audaces en el futuro, abordar cuestiones que hasta ahora van a la zaga. La fijación de precios adecuados para los recursos, la internalización de las externalidades y una política energética adecuada no son sino algunos de los temas que requieren mucha más atención.

La contribución de la Ronda de Doha al medio ambiente no es más que una gota en el océano de las soluciones necesarias para resolver los problemas ambientales del mundo. No obstante, esa gota es necesaria para que los gobiernos se animen a empezar a contemplar el océano como un todo. Nuestro objetivo ha de ser una estrategia de desarrollo sostenido que vincule a todos los actores internacionales. ¡No esperemos a que Gaia reaccione!

Les agradezco mucho su atención.

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