Hacer más en favor de la anulación de la deuda

Mark Engler, 18/04/2006

Si ustedes creen que la crisis de la deuda del Tercer Mundo se solucionó en las reuniones de los líderes del G8 del verano pasado, piensen otra vez.

En julio pasado la anulación de la deuda estaba de moda. Bono cantó en el concierto de beneficio En Vivo 8 en Londres -- hubo casi una docena en todo el mundoÐ y los líderes de las naciones del G8 se reunieron en Escocia para negociar una respuesta al problema. Al final, los funcionarios elegidos llegaron a un importante acuerdo de anulación de la deuda para algunos de los países más pobres del mundo. Declararon unánimemente de que anular la deuda, especialmente al áfrica Sub-sahariana, era un imperativo moral y económico. El Presidente George W. Bush dijo que las naciones con problemas "no debían estar aplastadas por montañas de deudas" y anunció que la propuesta del G8 "eliminaría 100 por ciento de esa deuda". Todo lo que faltaba, sugería la retórica, era que los jefes de estado se felicitaran mutuamente por su altruismo.

Vayamos rápidamente al presente: la atención pública se ha dirigido a otro lado y, aunque se han obtenido algunos beneficios genuinos, aún queda mucho por hacer para eliminar las deudas injustas que asfixian a los países del mundo en desarrollo.

La tarea actual se resume en solucionar tres problemas. Primero, hasta esta semana, el Banco Mundial aún no había cumplido su parte del acuerdo del G8. Presionar al Banco Mundial para que implemente el acuerdo de manera justa ha exigido una presión continua. Segundo, muchos países desesperadamente pobres no cumplen las normas para la anulación de la deuda bajo el acuerdo del año pasado, según el Banco Mundial, el FMI o los bancos regionales; los líderes del G8 deben ampliar el acuerdo para incluir a más naciones en la cancelación. Tercero, ciudadanos de países que han derrocado a líderes antidemocráticos todavía están pagando las deudas contraídas por sus antiguos opresores -- porque aún después de proclamar que el pueblo iraquí no debía ser responsable de las deudas de Saddam Hussein y de pedir a los acreedores que perdonaran las "odiosas" obligaciones de Irak, el Presidente Bush no ha aplicado la misma norma de perdón a países que el ejército de EEUU no ha invadido recientemente.

Así que, ante todo, si todo el mundo está de acuerdo en que se hace necesaria la anulación de la deuda, ¿por qué el Banco Mundial aún estaba dando largas ocho meses después de la cumbre escocesa?

En diciembre el Fondo Monetario Internacional solucionó los detalles para implementar su parte del acuerdo, y canceló importantes deudas en enero. Sin embargo, el Banco Mundial se quedó atrás. La Junta Ejecutiva del Banco finalmente se reunió esta semana para solucionar asuntos atrasados. La reunión produjo algunos éxitos para los activistas, pero también quedan algunos detalles por solucionar.

Antes de la reunión de la semana pasada, el Banco Mundial estaba ofreciendo un plan que hubiera obligado a los países endeudados a seguir haciendo pagos hasta los próximos 15 meses. En vez de seguir de inmediato el liderazgo del FMI en la anulación de la deuda a los países que cumplían los requisitos, el Banco buscó un proceso de aprobación anual que mantendría a las naciones deudoras enviando pagos no reembolsables hasta julio -- un año después del acuerdo del G8. Los nuevos países elegibles tendrían que esperar un año adicional para la cancelación, hasta julio de 2007. Esto incluye a naciones diezmadas por el SIDA como Burundi, Guinea, Malawi y Sierra Leone.

La razón principal para la demora fue el empuje del Banco Mundial en pro de la autopreservación burocrática. La institución quería garantizar que los países donantes entragarn fondos extras para compensar los pagos de intereses pendientes de los países pobres. Se mostró dispuesto a mantener como rehenes a los países empobrecidos con tal de obtener el dinero. A medida que el Banco se tardaba, los fondos que hubieran podido gastarse en salud, educación y desarrollo humano en áfrica y otros lugares fueron enviados a Washington.

En un gesto positivo, el Banco Mundial finalmente acordó esta semana implementar el acuerdo del G8. La presión por parte de activistas de la deuda ayudó a convencer al Banco de que abandonara su proceso anual de revisión y los largos períodos de espera que hubiera provocado. Esto representa una victoria real, aunque mejorable.

Sin embargo, mientras que el FMI perdonó las deudas acumuladas por partes de los países elegibles hasta fines de 2004, el Banco Mundial solo cancelará deudas acumuladas hasta 2003. En vez de cumplir las promesas de "cancelación de 100%", el Banco está ordeñando a las naciones pobres con pagos de la deuda por un año más.
Hacia el futuro, la lucha no será la de obligar al Banco a quitar los obstáculos del interés propio.

Dos asuntos particularmente urgentes deben ser atendidos no solo por el Banco Mundial y el FMI, sino también por sus amos en el G8: encontrar una manera de incluir en el acuerdo a más países pobres sin someterlos a onerosas condiciones económicas, y cancelar las deudas ilegítimas acumuladas por los dictadores en el pasado.

El actual acuerdo del G8, aunque representa un histórico avance, es sólo una respuesta limitada al problema de la deuda. Solo una fracción de los países pobres que necesitan ayuda la está recibiendo. A fin de que otros estén calificados deben pasar años sometiéndose a una larga lista de mandatos económicos "neoliberales", tales como disminuir el tamaño del gobierno y abrir los mercados a las corporaciones extranjeras. El historial de estas reformas en pro de la reducción de la pobreza es espantoso. Y es ofensivo el hecho de que los países que utilizan otras estrategias para el desarrollo deben renunciar a la ayuda necesaria.

Muchos defensores de la Campaña (internacional) Jubileo de la Deuda sostienen que los países pobres deben renunciar proactivamente a las deudas injustas en vez de esperar por el "perdón" que debía haber llegado hace mucho. El hecho de que las agencias acreedoras continúan obligando a los deudores a adoptar políticas neoliberales como una pre-condición para la anulación de la deuda hace muy atendible el argumento de los activistas.

La posición a favor de la renuncia es doblemente válida en los casos de deudas "odiosas", y tratar estos casos representa la tercera tarea crítica que se avecina. Las naciones ricas siguen exigiendo pagos a los países cuyas facturas fueron acumuladas por dictadores que han sido depuestos. El dinero entregado a gobiernos militares a menudo fue embolsillado por funcionarios corruptos o, pero aún, se usó para comprar armas fabricas en Estados Unidos o Europa, las cuales luego fueron utilizadas para reprimir a los movimientos democráticos.

Después del ataque a Bagdad dirigido por EEUU en 2003, el Presidente Bush argumentó que las deudas odiosas ponían en peligro "las perspectivas a largo plazo (de Irak) en salud política y prosperidad económica". Insistió en que el futuro de un pueblo "no debiera ser hipotecado por el enorme peso de la deuda incurrida para enriquecer" a un déspota. EEUU luego movilizó su voluntad política para persuadir a los acreedores nacionales y multilaterales de que borraran el grueso de las deudas de Saddam Hussein.

La administración Bush tenía razón en hacer esto. El problema es que no fue lo suficientemente lejos. Washington aún no ha presionado a favor de eliminar las adeudas acumuladas por tiranos como Pinochet en Chile y Suharto en Indonesia, a quienes Estados Unidos apoyó cuando estaban en el poder.

Esta doble moral tiene trágicas implicaciones. La evidencia demuestra que la cancelación de la deuda puede ser una forma eficaz de ayuda humanitaria que permita a los países en desarrollo tomar sus propios recursos para brindar servicios sociales muy necesarios. La Red Jubileo EEUU ha subrayado el hecho de que el gobierno de Zambia anunció, justo antes de que se llegara al acuerdo del G8, que "utilizaría el dinero que no tuviera que pagar por la cancelación de la deuda para suministrar medicamentos anti-retrovirales a 100 000 pacientes de VIH/SIDA". En definitiva, señalan los defensores de Jubileo, la cancelación de la deuda puede salvar vidas.

"En una situación en la que literalmente miles de niños mueren cada día debido a enfermedades previsibles, tenemos el deber de actuar", dijo el Primer Ministro Tony Blair antes de la cumbre del G8 el año pasado. Ese sentimiento es tan válido ahora como cuando las cámaras estaban filmando. Y si líderes como Bush y Blair no están dispuestos a cumplirlo, las soluciones como la renuncia a la deuda se convierten en las únicas alternativas morales para los pobres.

-- Mark Engler, escritor que vive en la ciudad de Nueva York, puede ser contactado por medio del sitio web www.DemocracyUprising.com. Kate Griffiths colaboró en la investigación para este artículo.

Traducido por Progreso Semanal.

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