Triunfo sobre la deuda (Primera parte)

Mark Engler, 29/05/2005,
Progreso Semanal

De cómo la cancelación del 100% de la deuda de los países pobres, que ahora debaten las naciones ricas, se transformó de una demanda inaceptable a un tema ganador, y qué barreras son las que debe superar el movimiento de eliminación de la deuda.

Una vieja máxima de los movimientos sociales (adaptado del irritado recuento de Schopenhauer de la historia de las grandes ideas), dice: “Primero te ignoran, Luego te atacan. Luego ganas”. Durante años los defensores de la condonación de la deuda del mundo en desarrollo y sus seguidores internacionales eran ignorados o ridiculizados. Sin embargo, en 2005 ha emergido una nueva pregunta: ¿Podrán finalmente celebrar la victoria?

Hace una década, en 1995, a los activistas que presionaban a los líderes mundiales para que cancelaran las enormes deudas que detienen el desarrollo en el Sur global le decían sencillamente: “La deuda no será un tema de importancia”.

Para 1998 esos mismos grupos –dirigidos por una coalición de Jubilee de la deuda– fueron advertidos de que estaban pidiendo demasiado en una forma demasiado grosera. “Si hacen una campaña con eso”, escribió un columnista, “o usan lenguaje extremo… las mismas personas que ustedes quieren influir, los ministros y funcionarios de las democracias ricas, dejarán de escucharles”.

La campaña continuó a pesar de estos avisos. Ahora, los observadores del tema de la deuda han pronosticado que un importante avance en la cancelación está al alcance, posiblemente tan pronto como este verano. A pesar de que líderes del Grupo de los Siete, o G7 ([*]), las naciones industrializadas ricas, no llegaron a un acuerdo de la deuda en Washington, D.C. en abril, continuarán sus deliberaciones cuando se reúnan para su evento anual del 6 al 8 de julio en Perthshire, Escocia. Sobre la mesa hay un plan para conceder la condonación de hasta el 100% de la deuda para muchos de los países pobres más endeudados.

Que la legitimidad de la cancelación del 100% de la deuda sea aceptada ampliamente ahora representa un giro dramático en el debate de la deuda. Muchas han comentado en años recientes que el movimiento d globalización ha ganado la discusión moral acerca del comercio y el desarrollo, pero que sus posiciones no han sido traducido en política. Sin embargo, el tema de la deuda brinda una clara instancia en la que una red de activistas internacionales ha afectado la toma de decisiones por los gobiernos y al hacerlo también ha abierto posibilidades reales para el desarrollo humano.

Al mismo tiempo, con el Secretario del Tesoro de EEUU. John Snow presentando nuevas barreras al progreso de la cancelación total, y con defensores que discuten las dificultades que enfrentarán las naciones en desarrollo hasta en una era posterior a la cancelación de la deuda, una victoria que ha tardado mucho trae con ella una serie de nuevos retos.

La creación de un “tema importante”

A inicios de los 90, la cancelación de la deuda estaba lejos de formar parte de la agenda política principal. Mientras que en el Sur global se desataba una discusión que comenzó en los 80 –condenando una situación emergente de deuda en la cual algunos países empobrecidos, especialmente en el África Sub-Sahariana, estaban pagando más por el servicio de la deuda a las naciones capitalistas avanzadas que lo que recibían de ellas en ayuda– el tema tenía muy poca tracción en los países ricos. “La percepción era casi cero” acerca del tema de la deuda por esa época en EEUU, dice Neil Watkins, Coordinador Nacional de Jubilee USA. Cuando un pequeño grupo de activistas del movimiento social, junto con líderes gubernamentales del mundo en desarrollo, trataron de obtener una audiencia acerca del tema en la Cumbre Social de la ONU en Copenhague en 1995, EEUU impidió la discusión. El Presidente Bill Clinton y el Primer Ministro británico John Major finalmente no asistieron a la cumbre.

Pero poco después el trabajo de base acerca del tema comenzó a dar frutos. La formación de la red Jubilee en 1997 unió a un amplio espectro de organizaciones religiosas, sindicales y no gubernamentales en una campaña conjunta internacional. En mayo de 1998, Jubilee ayudó a movilizar a 50 000 seguidores para que protestaran en la cumbre G7/G8 en Birmingham, Inglaterra. Las protestas volvieron con toda su fuerza en la cumbre del año siguiente en Colonia, Alemania, donde otras 50 000 personas formaron una cadena humana a través de las calles de la ciudad para representar las “cadenas de deuda”.

Durante el mismo período, en particular miembros preocupados de congregaciones religiosas fueron testigos de algunos hechos gratificantes. Los esfuerzos de los católicos atrajeron la atención cuando, en 1996, los obispos católicos de África comenzaron a denunciar públicamente los pagos de la deuda hechos “a expensas del suministro de cuidados básicos de salud, educación y otros servicios sociales a los pobres en nuestros países”. Obispos latinoamericanos dieron el paso al frente con declaraciones similares. En noviembre de 1998, el difunto Para Juan Pablo II, que previamente había mostrado simpatía por la campaña, calificó a la condonación de la deuda como “una precondición para que los países más pobres tengan algún progreso en su lucha contra la pobreza”. Al demandar acción inmediata, aseguró que “son los pobres los que pagan el costo de la indecisión y la tardanza”.

Otros organismos religiosos de todo el mundo apoyaron la campaña de Jubilee. Sólo en EEUU, estos incluyeron a la Iglesia Episcopal, la Iglesia Evangélica Luterana de Estados Unidos, la Iglesia Menonita, la Unión de Congregaciones Hebreas Estadounidenses, la Iglesia Presbiteriana y grupos inter-fe como la Fuerza de Tarea Inter-Religiosa en Centroamérica, el Servicio Mundial de Iglesias y el Programa Ecuménico para Centroamérica y el Caribe.

Para esta época los decisores de política y los expertos ya no podían darse el lujo de ignorar el llamado a la cancelación de la deuda. Pero algunos se lanzaron a la ofensiva. Después de las manifestaciones en Birmingham, Andreas Whittam Smith, un columnista de The Independent de Londres, se hizo eco de gran parte de la opinión elitista que calificaba a los objetivos de la campaña de Jubilee como “encomiables”, pero criticaba su estrategia política como “mal concebida”. Al alertar contra las “acusaciones monstruosas”, defendió las laboriosas negociaciones acerca de la deuda que tenían lugar en el Banco Mundial y el FMI, y aseguró que la acción política de la coalición Jubilee sería “ineficaz… si no contraproductiva”.

Primeras Victorias

De hecho, a medida que crecían los esfuerzos de base por resaltar el tema, el G7 respondió en cada etapa expandiendo a regañadientes sus propuestas limitadas para la disminución de la deuda. En 1996, los países que controlaban el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial introdujeron su primer plan para los Países Pobres con Gran Deuda (HIPC), diseñado para ofrecer alguna disminución a 42 de los países pobres más endeudados, después de un periodo de prueba de seis años.

Desafortunadamente, la actual cancelación de deuda multilateral implicaba altos niveles de “condicionalidad”. El plan HIPC requería que los países pobres implementaran programas de ajustes estructurales asesorados por el FMI, los cuales a menudo implicaban recortes a los gastos en cuidados de salud y servicios sociales. Es más, a medida que HIPC progresaba pronto quedó claro que la disminución de la deuda se desarrollaría con demasiada lentitud como para tener efecto sustancial. En 1999, ante una presión en aumento, el FMI instituyó el HIPC-2. Este plan aceleró el ritmo de la disminución, pero hacía depender la cancelación de la deuda del ajuste estructural. Es más, la cantidad que cancelaba de la deuda aún dejaba a los países pobres con una carga inmanejable. Para fines del año 2000, 22 países habían recibido alguna disminución debido a las iniciativas HIPC, pero el programa había cancelado sólo un tercio de la deuda de cada país –apenas una solución adecuada a la crisis, especialmente para las naciones más empobrecidas que habían pagado una cantidad mayor que la de sus préstamos originales, pero aún tenían deudas enormes. Como explicó el informe de 2004 sobre África de la Conferencia de Naciones Unidas para Comercio y Desarrollo (UNCTAD), “el continente recibió unos $540 mil millones en préstamos y devolvió unos $550 mil millones entre el principal, y los intereses entre 1970 y 2002. Pero África seguía teniendo una deuda de $295 mil millones”. El informe concluía que la continuación de pagos explotadores de intereses constituía “una transferencia al revés de recursos”, de los países pobres a los ricos.

Una victoria quizás más importante llegó en septiembre de 1999, cuando el Presidente Clinton respondió a un cabildeo intenso al anunciar que EE.UU. cancelaría el 100% de las deudas bilaterales de los países HIPC. Dos meses más tarde, el Reino Unido propuso un plan similar para la cancelación de la deuda bilateral; otras naciones acreedoras, como Alemania, Francia y Japón, pronto siguieron los pasos. Las acciones de los gobiernos significaron un hito. Al mismo tiempo, en términos de dólares, el costo total de la cancelación de la deuda bilateral de EE.UU. fue estimado en $330 mil millones, mientras que el total de la deuda de los países pobres a las instituciones crediticias multilaterales, como el FMI y el Banco Mundial, se estimaban en cientos de miles de millones.

En 2000 los activistas de Jubilee también presionaron al Congreso para que aprobara una legislación que exigiera a los representantes de EEUU en el Banco Mundial y en el FMI que se opusieran a cualquier proyecto que cobrara honorarios al usuario final por servicios de cuidados básicos de salud y educación. Debido a la influencia que EEUU tiene en esas instituciones, esta medida recortaría dramáticamente el uso de honorarios de usuario, especialmente en educación. Como escribió Robert Weissman en una pieza de opinión en septiembre en The Washington Post, 1,5 millones más de niños tanzanos pudieran comenzar la escuela como resultado de la victoria del 2000.

El propio HIPC, con todas sus limitaciones, también tuvo un impacto importante. Debido a que el programa ciertamente brindó alguna disminución de la deuda, comenzó a establecer un historial de lo que la cancelación puede lograr. Los críticos han asegurado regularmente (y algunos lo siguen creyendo) que el dinero de la cancelación de la deuda sería mal manejado y no sería utilizado para reducir la pobreza. Es más, el HIPC demostró que la cancelación podría ser una forma muy eficaz de ayuda al exterior, y que permitiría a los países en desarrollo mantener y utilizar sus propios recursos. Para 2004, HIPC había brindado algún grado de disminución de la deuda a 27 países. Un informe del Banco Mundial en 2004 demostró que en conjunto estos países casi habían doblado su gasto total en la reducción de la pobreza –incluyendo educación, cuidado de salud y agua limpia– en el período de 1999 a 2004.

(La Segunda Parte la próxima semana demostrará cómo el sistema neoliberal –o la globalización corporativa– ha ayudado a aumentar la brecha entre los países ricos y los del Sur global)

Mark Engler, escritor que reside en la Ciudad de Nueva York, es analista de Foreign Policy In Focus (www.fpif.org). Puede ser contactado por medio del sitio web http://www.democracyuprising.com. Jason Rowe ayudó en la investigación para este artículo.
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([*]) El G7 incluye a Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Japón y Estados Unidos. Desde 1998, el presidente de Rusia también se ha unido en las cumbres anuales a los jefes de estado de los países del G7, para formar el G8. sin embargo, debido a que Rusia no está considerada una importante potencia económica o un importante acreedor, los ministros de Finanzas de los países del G7 siguen reuniéndose como grupo aparte. Las decisiones acerca de la cancelación de la deuda serán decididas por los países del G7, aunque los representantes rusos estarán presentes en las reuniones, como la cumbre de julio en Escocia, para discutir otros asuntos.

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