El último Porto Alegre (I)
Mark Engler, 28/02/2005, DemocracyUprising.comEL ÚLTIMO PORTOALEGRE (II). Discernir el estado del Foro Social Mundial después de cinco años
Cuando se celebraba en su campus, los católicos enlentecieron significativamente la venta de camisetas revolucionarias en el Foro Social Mundial. Sin tal influencia represiva este año contra el comercialismo, los kioscos de comida y los vendedores de souvenirs se alineaban a lo largo del río y a través de los espacios de los talleres en Porto Alegre. La presencia de un Campamento Juvenil en medio del Foro influyó aún más en que hubiera una atmósfera como de feria. Esta amplia ciudad de tiendas de campaña dentro de otra ciudad albergó a 35 000 jóvenes. Allí los transeúntes podían ver ensayar a malabaristas y bandas de tambores, fogatas tarde en la noche y la Casa de Hip Hop cubierta de graffiti.
Es comprensible que el aspecto carnavalesco del evento haya sido criticado por los que desean que el Foro desaparezca. Pero esos lugares abiertos también brindaron espacio para que los participantes pasearan, se reunieran o se quedaran. Si los presidentes y los asistentes a los estadios ocuparon el "mayor" foro social, con las ONG expertas en publicidad en segundo puesto, estos lugares brindaron oportunidad a las interacciones menores. Y fueron los pequeños momentos, en vez de la inclinación del Foro por la espectacularidad, lo que ayudó a suavizar parte de mi escepticismo acerca del evento.
"Caminar entre sesiones con un senador italiano hablando de ideas acerca de nuestras campañas ambientalistas -eso fue lo que obtuve del Foro", me dijo un amigo.
En una recepción brindada por Justicia Global de Base (Grassroots Global Justice), una delegación de representantes de iniciativas comunitarias de todo Estados Unidos, los participantes me dijeron que sus interacciones con otros activistas habían sido "inspiradoras", e incluso "transformantes".
Cuando Linda Sippio, una líder del Centro de Trabajadores de Miami, visitó una granja cerca de Porto Alegre que había estado ociosa y había sido tomada por el Movimiento de los Sin Tierra (MST) de Brasil, ella reconoció vínculos con la lucha de su propia gente por mantener posiciones en sus vecindarios de la Florida que rápidamente se vuelven de clase media.
"Estamos conociendo a grupos brasileños que se están organizando como lo hacemos nosotros, y les estamos mostrando nuestro apoyo", dijo ella. "Eso nos ayuda a ambos a incrementar nuestro poder".
Pasear por el espacio del Foro podía producir sorpresas agradables. Una colega del Instituto para Certeza Pública, Zeynep Toufe, dijo que se sentía "cansada, calurosa, con mucho sueño", cuando tropezó con un panel vespertino acerca de derechos a la tierra y de las "castas intocables" de la India. Inesperadamente fue sorprendida por el testimonio ofrecido acerca de los que viven en la calle y carentes de todo.
"Era tan ausente de cinismo que yo no sabía qué sentir", informó. Y cuando rompieron a cantar, dijo ella, "fue una de las instancias más sinceras, menos urdida que yo haya presenciado de gente gritando consignasŠ Traté de explicar el privilegio que sentí por estar en su presencia".
El Profesor Laurence Lessig, de Stanford, guru del software gratuito, escribió en su sitio "blog" de cómo caminó por el Campamento Juvenil con el Ministro de Cultura Gilberto Gil. Indignados jóvenes alternativamente increparon a Gil exigiendo que la radio fuera gratuita (a Gil le encantó el debate) y le pidieron que cantara canciones de su obra pop (todo el mundo cantó con él).
"Aquí hay un ministro del gobierno, cara a cara con seguidores y opositores", escribió Lessig. "No hay 'zona de libertad de palabra'. No hay armas de fuego, no hay hombres de uniforme negro, ni pánico y sí mucha prensa. Imaginen".
En otro lugar observé a un grupo de estudiantes de secundaria que acercaron sillas en medio de la muchedumbre que no cupo en un almacén repleto de público donde varios teóricos estaban hablando. No podíamos ver a los panelistas, pero un sistema de sonido llevaba sus palabras por encima del calor asfixiante. Se me ocurrió que era una escena extraordinaria. Ver a aquellos adolescentes bajo el sol quemante, escuchando atentamente una conferencia imposiblemente abstracta por el co-autor de Imperio, Michael Hardt, es suficiente para obtener nueva fe en la paciencia y dedicación de la nueva generación.
Pocos progresistas dirían que el Foro Social Mundial no tiene fallas. Pero pocos, incluso entre los críticos, asegurarían que los movimientos estarían mejor si dejara de existir. Evaluar el evento implica mezclar las críticas con el potencial, que a menudo termina en un insatisfactorio tono de gris.
¿Qué puede decirse entonces de manera definitiva del estado del Foro?
El concepto original del evento se mantiene firme. Es positivo tener un lugar donde esos movimientos sociales que surgen de la esperanza y la necesidad de converger, un lugar que invite a la gente que sacrifican su energía en pro de estos movimientos a que ideen estrategias transnacionales para enfrentar los problemas globalizados. En contra de las riquezas de Davos, hay necesidad de un lugar que obtenga legitimidad de su carácter participativo.
Como espacio positivo, no fundado como protesta masiva frente a una reunión de la Organización Mundial del Comercio o del Fondo Monetario Internacional, el Foro sigue brindando una oportunidad única para idear una agenda alternativa de globalización. Su influencia sobre Davos, donde las elites están ahora fotografiadas pensando en problemas de pobreza y SIDA, ha sido innegable.
El Foro aún está creciendo; cada año ha sido mayor que el anterior. No se han estancado en este aspecto. Aumentará su pertinencia reclutando activamente a los líderes de movimientos sociales -haciendo esfuerzos por buscar un balance con los miembros que ya asisten como representantes autoelegidos- y buscando tiempo para el diálogo que no se base en el modelo normal de un panel universitario de conferencia.
El Foro necesita seguir siendo inesperado. Es correcto programarlo cada dos años; el evento anual se estaba volviendo demasiado rutinario, demasiado familiar. Y fue un error regresar a Porto Alegre. El Foro ganó mucho en su viaje a Mumbai, y su avance requiere que continúe incorporando una mayor representación de otras partes del mundo. El Foro de 2007, que será celebrado en África, promete mucho por esta razón.
La necesidad de avanzar no es una verdad totalmente feliz. La última noche del Foro caminé a orillas del Guaiba sintiéndome vagamente decepcionado por las conferencias que había presenciado ese día. Pero entonces sentí una brisa que venía del río y miré alrededor a los grupos que paseaban en el atardecer. Un grupo en camisas de sindicatos estaba sentado en el contén, conversando con los vendedores de carne asada; unos luchadores de capoeira practicaban en la calle; satíricos de Bush promovían su sitio web; un círculo de personas frente a una tienda de derechos de los indios realizaba una danza. En ese momento me entristeció tener que dejarlo todo. Porto Alegre, sin duda, también se entristecerá.
Mark Engler, escritor residente en la Ciudad de Nueva York, es comentarista de Foreign Policy in Focus (
www.fpif.org
).
Traducido por Progreso Semanal.