Discriminación y anonimato de los pueblos indígenas

Magdalena Gómez, 25/05/2005,
La Jornada

En días pasados se anunciaron los resultados de una encuesta oficial nacional sobre discriminación. También se difundieron el resumen y las conclusiones de un estudio del Banco Mundial sobre Pueblos indígenas, pobreza y desarrollo humano en América Latina (1994-2004). Ambos aportan elementos sobre la profundidad de la negación y distorsión de la demanda de los pueblos indígenas, pues no hay mayor discriminación que la exclusión histórica y jurídica a que han sido sometidos.

En el primer caso, la encuesta es consecuente con la discriminatoria ley vigente en materia de discriminación, que aborda la cuestión indígena sólo desde la lógica de los derechos individuales y no considera los derechos colectivos. Así que, sin demérito de la agresión oprobiosa que sufren hombres y mujeres indígenas, se deja una vez más de lado a los pueblos indígenas discriminados, por ejemplo cuando se pretende imponerles las formas de participación política propias de la democracia representativa antes que reconocerles la autonomía que demandan y sus modalidades vigentes de democracia directa; tampoco se considera que la libertad religiosa para los pueblos indígenas pasa por el reconocimiento pleno a sus lugares sagrados en sus tierras y territorios y que sólo de esa manera se podrá ejercer el derecho individual a la libertad de creencias. Así, podemos recorrer todos los derechos individuales para dar cuenta de las dimensiones colectivas de la discriminación.

Por su parte, el estudio del Banco Mundial, elaborado por Gillette Hall y Harry Anthony Patrinos, trae a cuento otra forma de discriminación que tiene que ver con el anonimato de los pueblos indígenas y de sus demandas, porque a ello conduce el que se pretenda homogeneizar los conceptos que a los organismos internacionales les parecen adecuados para enfocar ¿y financiar? proyectos y políticas dirigidos a estos pueblos. Pero no sólo eso, también se pretende mostrar que están atentos a sus movilizaciones y demandas. En el caso de México se cita entre los cambios "la rebelión de Chiapas en 1994", o los fenómenos que se dan en Ecuador y Bolivia.

Convertidos esos temas en meras "efemérides", se pasa al estudio y se advierte que se tratará la pobreza en términos "cuantitativos". Aclara que por ello "resultan familiares y significativos para los encargados de formular políticas nacionales e internacionales y en esta medida es posible esperar que lo que aquí se plantea tenga impacto directo en las decisiones que toman tales autoridades", agrega el estudio sin rigor alguno y con un mecanicismo ilimitado, "lo que a su vez tiene gran impacto en las vidas de los pueblos indígenas".

El análisis se tropieza con sus propias afirmaciones, pues por supuesto parte de reconocer lo obvio: los pueblos indígenas no tienen acceso a los indicadores básicos de "desarrollo humano", después en sus conclusiones sigue el camino monocultural y anota la insuficiente presencia indígena en los espacios de la democracia representativa y en seguida se afirma algo que en el país nos es tan evidente: el reconocimiento de que los cambios legislativos no han producido cambios, que ser indígena es sinónimo de ser pobre. ¿Y cómo era eso de que "las políticas cuantitativas" tienen gran impacto en la vida de los pueblos? Pero no se deja de lado que ese sesgo no representa del todo a su objeto de estudio y aclara que tienen tradiciones culturales distintas, pero ésas son cualitativas y por ello no se pueden medir.

Donde no se midieron los autores del estudio es en la propuesta de sus "acciones". La primera se refiere a la educación "bilingüe y bicultural" a fin de que se garanticen mejoría y acceso; luego viene "la igualdad de oportunidades" y pasan a "mejorar la responsabilidad y la rendición de cuentas en la prestación de servicios sociales para los pueblos indígenas". Concluyen que se deben "mejorar los datos relativos a la identificación de los pueblos indígenas" y se basan en un hecho creíble: sus dificultades para encontrar información. Si la tendencia ha sido promover el anonimato, ésta es la forma ligera de expresar el etnocidio.

Los pueblos, por su parte, pelean de cara a sus estados, pero con la mira puesta en las trasnacionales y en los aparatos metaconstitucionales en que se han convertido organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo o el Banco Mundial, entre otros.

En fin, no es noticia que al gobierno foxista le interesa tratar con "los pobres y discriminados" antes que con los pueblos y, al igual que el Banco Mundial, promueve "beneficiarios" antes que titulares de derechos.

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