Función de cine para el G-8
Kenneth Rogoff, 26/07/2006, Project SyndicateMucha gente considera, con razón, a la cumbre anual de presidentes del G-8 (Grupo de los Ocho) como lo más parecido a un gobierno mundial funcional. Por ello, es una lástima que estas reuniones tiendan a ser tan rígidas y aburridas, con tan poco margen para la informalidad que se necesita para realizar progresos genuinos en asuntos difíciles relacionados con la paz y la prosperidad mundiales.
Ciertamente, la de este año será un poco mejor porque el anfitrión es la Rusia de Vladimir Putin. Sencillamente hay mucha tensión entre él y sus contrapartes occidentales como para mantener las emociones en secreto. Pero para que estas reuniones algún día sean efectivas en realidad, necesitamos un cambio de formato para condimentar las cosas. Tengo una sugerencia. ¿Por qué no dejamos que George W. Bush, Putin y los otros líderes compartan una función de cine para el G-8 y después discutan sus impresiones con unos tragos? Eso ayudaría a que la conversación fluyera.
Por supuesto, falta saber qué película escoger. Este año, claramente la primera opción tiene que ser la cinta de espionaje de James Bond de 1963 “Desde Rusia con amor”. El nombre en sí la hace una buena elección y los presidentes pueden disfrutar las candentes escenas entre el elegante espía inglés Bond (Sean Connery) y su seductora contraparte rusa de la KGB, Tatiana (Daniela Bianchi). En caso de que les preocupe que el romance Bond-Tatiana pudiera provocar demasiados comentarios inapropiados de las eminencias colectivas, la presencia de la Canciller alemana Angela Merkel debería mantener las cosas bajo control.
Tal vez, después de un par de tragos, Putin podría soltar la sopa sobre si como agente de la KGB en la vida real alguna vez dirigió alguna operación remotamente similar. Y Bush, por supuesto sin ninguna experiencia propia de ese tipo, podría volver a contar alguna de las historias de su padre cuando fue director de la CIA en los años 1970. Para no quedarse atrás, los europeos podrían utilizar las escenas románticas en Estambul para confesar si Turquía alguna vez se unirá a su club.
Hay posibilidades infinitas. Sería un poco incómodo pero los distinguidos invitados también podrían ver “An Inconvenient Truth” narrada por Al Gore, el hombre al que Bush venció por escaso margen en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2000. La película profundamente seria de Gore trata del implacable y potencialmente desastroso calentamiento de la tierra durante la era industrial. Atribuye todo el problema a las emisiones más elevadas de carbono de los autos, plantas de energía, etc., cosa que se puede debatir.
La película de Gore le daría la oportunidad a los europeos, siempre en peligro de quedar marginados en estas reuniones, de presumir que, a diferencia de los estadounidenses y los rusos, ellos ya están haciendo su parte al gravar fuertemente el consumo de gas. La reacción de Bush es menos previsible.
Por un lado, su nueva estrella, el Secretario del Tesoro Hank Paulson, ex Presidente de Goldman Sachs, desde hace mucho ha estado comprometido con las causas ambientalistas. Se supone que el nombramiento de Paulson muestra que Bush está mucho más preocupado por los asuntos ambientales de lo que se cree comúnmente. Pero por otro lado, algunos de los colegas republicanos menos moderados de Bush podrían haberle dicho que el calentamiento global elevará los niveles del mar al grado que muchos estados “azules” de la costa que tienden a votar por los demócratas opositores serán arrastrados y sólo quedarán los estados “rojos” republicanos en el centro del país.
La posición de Putin sobre el calentamiento global sería menos ambivalente. Puesto que su país depende totalmente –en efecto, vergonzosamente- de los ingresos por petróleo y gas, es poco probable que quiera dar un gran impulso a la conservación de la energía.
Podríamos seguir con las películas, pero claramente la función de cine del G-8 podría dar nueva vida al marco moribundo de la organización y mantenerla en marcha por muchos años más. Y hay tantas ventajas más.
Consideremos los resultados dudosos de la reunión del G-8 en Gleneagles, Escocia en 2005. Desesperados por capturar algo del poder de las celebridades de la campaña para reducir la deuda de los países pobres, dirigida por las estrellas del rock, los líderes acordaron condonar la deuda del Tercer Mundo que nunca nadie esperaba cobrar. En vez de realizar mejorías sustanciales en la cantidad y calidad de la ayuda, sin mencionar la búsqueda de un camino hacia una mejor administración en África, prefirieron con desesperación salir en las fotografías con Bono y Angelina Jolie.
Con una función de cine, habría ya una excusa para invitar a las celebridades a los eventos del G-8 a fin de que ayudaran a iniciar las pláticas. ¿Acaso no queremos saber cómo Bond (perdón, quiero decir Sean Connery) lidiaría con Irán o Corea del Norte?
Con toda seguridad podría haber algunas fallas. ¿Qué sucedería si Rusia utilizara sin darse cuenta una copia ilegal de la película, como uno pensaría que es el caso de muchas de las copias que circulan en Rusia? Eso no se vería nada bien, dados todo los ataques que se hacen contra China por no aplicar las leyes de la propiedad intelectual con más vigor. ¿O que pasaría si después de algunos años todo el asunto se convirtiera en un ejercicio vacío de lo que es políticamente correcto?
Con todo, digo que le demos una oportunidad a la función de cine del G-8. Ciertamente sería más entretenida que el marco actual y, quién sabe, tal vez podría inspirar mejores políticas.
Kenneth Rogoff es profesor de economía y políticas públicas en la Universidad de Harvard y fue economista en jefe del FMI.
Copyright: Project Syndicate, 2006.
Traducción de Kena Nequiz