El agua: paradojas y realidad de un desastre evitable

Juan Carlos Galindo, 29/03/2006,
AIS

“Hay suficiente agua para todos (…) A nivel mundial, el agua dulce abunda”. Estas y otras expresiones similares se recogen en el último informe de la UNESCO: “El Agua: una responsabilidad compartida”, presentado con motivo del IV Foro Mundial sobre el agua, que se ha celebrado estos días en México y, especialmente, con ocasión del Día Mundial del Agua que se celebra cada 22 de marzo.

No se entiende entonces, a primera vista, dónde está el problema. Si hay agua suficiente, si, a pesar del exponencial crecimiento de la población, existen recursos hídricos para todos: ¿Por qué hay 1.100 millones de personas sin acceso a un abastecimiento de agua adecuado? ¿Por qué la cifra se eleva a 2.600 millones si hablamos de quienes se ven privados del disfrute de instalaciones de saneamiento básicas? ¿Por qué, puede uno preguntarse, más de 1.000 millones personas viven ya sin acceso al mínimo de agua requerido para vivir? (50 litros por habitante y día). El rosario de cifras es interminable y de cada una surge una pregunta.

Un ciclo que se alimenta a sí mismo

La relación de esta ausencia de agua con la pobreza en sus formas más extremas resulta evidente. Es un círculo vicioso alimentado por enfermedades desaparecidas en el Norte y endémicas en el Sur y por los desastres naturales.

Según la UNESCO, el 90 por ciento de los llamados desastres naturales están relacionados con el agua y su número y frecuencia va en aumento. Sequías, tifones, tormentas tropicales, inundaciones…Dos de cada cinco personas viven en zonas vulnerables a inundaciones y elevaciones del nivel del mar. Y la situación no va a dejar de empeorar.

Al menos 1,7 millones de muertes se podrían evitar, cada año, si se garantizase el acceso al agua en buena calidad. Sólo en 2002, las enfermedades diarreicas y el paludismo causaron 1,8 y 1,3 millones de muertes respectivamente. En su mayoría, niños de menos de cinco años. La cifra es antigua pero no por ello deja de ser demoledora. Además, instituciones internacionales y ONG aseguran que la situación no ha mejorado lo más mínimo en los últimos años. Según la Organización Mundial de la Salud, aparte del agua potable, el mejor remedio para luchar contra la diarrea y otras enfermedades similares es lavarse las manos antes de comer. Lavarse y comer, dos grandes retos diarios para cientos de millones de personas.

Según el Banco Mundial, el 40 por ciento de la población del planeta vive en la pobreza. Si se superponen los mapas de las zonas más pobres y de aquellas con peor acceso al agua se consigue una perfecta simetría.

Empeñados en conseguir unos Objetivos del Milenio para 2015 a todas luces insuficientes y ahora, además, prácticamente imposibles, los distintos organismos de Naciones Unidas ofrecen datos acerca de su cumplimiento en relación con el agua. El Objetivo relacionado con el agua propone reducir a la mitad el número de personas que no cuentan con acceso a sistemas de saneamiento de este bien básico. Si tenemos en cuenta que más de la mitad de las personas que sufren esa falta de acceso se encuentran en dos grandes gigantes demográficos cuya población no para de crecer (China e India) la solución se convierte en un imposible. A pesar del optimismo de las organizaciones de la ONU, en todos sus informes descartan que el África Subsahariana, región olvidada, aplastada y desastrada pueda, a nueve años vista, cumplir ni siquiera de lejos con los objetivos.

La pobreza, la sequía y la falta de alternativas empujan a los más pobres a emigrar a las grandes ciudades. Ya existen en el mundo 400 ciudades por encima del millón de habitantes y las grandes urbes como Estambul, Lagos, Sao Paulo, Pekín, El Cairo, México D.F,, etc. sobrepasan ya los 15 millones de habitantes. Allí, millones de personas se hacinan en lugares que no cumplen con las mínimas condiciones, sobrepasando con creces los recursos existentes, condenándose al mismo círculo del que huían en el medio rural: pobreza, enfermedad y miseria.

El buen gobierno como herramienta

La UNESCO apunta alto y claro a la hora de abordar en su II Informe sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo, las causas fundamentales de este desastre: “la gestión deficiente, la corrupción, la falta de instituciones adecuadas, la inercia burocrática, el déficit de nuevas inversiones en la creación de capacidades humanas y la escasez de infraestructuras físicas” se apuntan como algunos de los problemas esenciales.

Al igual que ocurría antes con la pobreza, el mapa de las dictaduras corruptas, ineficientes y liberticidas, coincide con el de la falta de agua. Es más, en Oriente Próximo y el norte de África la relación entre la disponibilidad de agua percápita y la gobernabilidad es directa y en ambos casos deficiente.

Pero la responsabilidad no es sólo de estas dictaduras. Durante la Cumbre de Desarrollo Sostenible celebrada en Johannesburgo, en 2002, se creó el llamado Plan de Aplicación, un llamamiento a las naciones del mundo para que pusieran en práctica antes de 2006, planes destinados a la gestión integrada de los recursos hídricos y a su explotación eficiente. A estas alturas, sólo un 12 por ciento ha ultimado la elaboración de estas estrategias. El despilfarro generalizado hace el resto.

El tiempo urge

El consumo de agua se ha multiplicado por seis en el último siglo, el doble que la tasa de crecimiento demográfico. Según el Banco Mundial, en 2030 la población necesitará el 55 por ciento más de alimentos para sobrevivir. Y hay que tener en cuenta que el 70 por ciento del consumo de agua en el mundo se emplea en regadíos. El Banco Mundial pronostica que, para 2035, alrededor de 3.000 millones de personas vivirán en zonas afectadas por una grave escasez de agua, especialmente en África, Oriente Medio o Asia Meridional.Problemas tan graves como el del abastecimiento del agua y de servicios de saneamiento pueden tener solución. Es más, puede ser rentable. Según un estudio del Banco Mundial, la rentabilidad de un programa de revisión de letrinas enKabul se situó entre 1.800 y 4.100 dólares, dependiendo de quién lo financiase, por cada muerte por diarrea evitada.

Una cifra: la cobertura de saneamiento en los países en vías de desarrollo es del 49 por ciento, en el mundo desarrollado, del 98 por ciento. Los ciudadanos de los países pobres pagan 12 veces más por el saneamiento que los de los ricos. Algunas de las preguntas del principio pueden empezar a tener una respuesta.

Juan Carlos Galindo es Periodista

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