El milagro malasio

Joseph E. Stiglitz, 25/09/2007,
Project Syndicate

El 31 de agosto se conmemora el 50 aniversario de la Merdeka de Malasia: la independencia tras más de 400 años de colonialismo. Tal vez la lucha pacífica no violenta de Malasia no haya recibido la atención que recibió la de Mahatma Gandhi en India, pero lo que Malasia ha logrado desde entonces es impresionante –y tiene mucho que enseñarle al mundo, en lo económico y en cómo construir una dinámica sociedad multirracial, multiétnica y multicultural.

Las cifras en sí mismas dicen mucho. Al momento de su independencia, Malasia era uno de los países más pobres del mundo. Aunque es difícil conseguir datos confiables, su PIB (en términos de poder adquisitivo) era comparable al de Haití, Honduras y Egipto y 5% más bajo que el de Ghana. Actualmente, el ingreso de Malasia es 7.8 veces el de Ghana, más de 5 veces el de Honduras y más de 2.5 veces el de Egipto. En la tabla de la liga del crecimiento global, Malasia se ubica en el primer escalón, junto con China, Taiwán, Corea del Sur y Tailandia.

Además, los beneficios del crecimiento se han distribuido. Se prevé acabar con la pobreza extrema para 2010, y lograr que la tasa general de pobreza disminuya al 2.8%. Malasia ha logrado reducir sustancialmente la brecha de ingresos que separaba a diversos grupos étnicos mejorando la situación de los de menor ingreso y no empeorando la de los más favorecidos.

Parte del éxito del país en la reducción de la pobreza refleja una vigorosa creación de empleos. Mientras que el desempleo es un problema en gran parte del mundo, Malasia ha estado importando mano de obra. En los cincuenta años que van desde la independencia, se han creado 7.24 millones de empleos, un aumento del 261%, que sería equivalente a la creación de 105 millones de empleos en Estados Unidos.

Había muchas razones para pensar que Malasia no tendría éxito. Cuando Malasia estaba obteniendo su independencia, el Premio Nobel de Economía Gunnar Myrdal escribió un importante libro titulado El drama de Asia, en donde predecía un futuro desesperanzador para la región.

Malasia es rica en recursos naturales. Pero con pocas excepciones, esos países sufren de la llamada “maldición de los recursos naturales”: los países con recursos naturales abundantes no sólo no tienen el desempeño esperado sino que de hecho obtienen peores resultados que los países que no tienen esos beneficios. Si bien la riqueza en recursos naturales debería facilitar la creación de una sociedad más igualitaria, los países con más recursos, en promedio, se caracterizan por una mayor desigualdad.

Además, la sociedad multirracial y multicultural de Malasia la hacía más vulnerable a los conflictos civiles, que se han dado en muchos otros países ricos en recursos naturales cuando un grupo ha intentado apropiarse de la riqueza. En muchos casos, las minorías trabajan intensamente para quedarse con los frutos de esta riqueza a expensas de la mayoría. Viene a la mente Bolivia, uno de los muchos países ricos con gente pobre.

Al momento de la independencia, Malasia también se enfrentó con la insurgencia comunista. Había que ganarse “el corazón y las mentes” de la gente del campo, y eso significaba llevarles beneficios económicos y minimizar los “daños colaterales” a los civiles –una lección importante para la administración Bush, si se decidiera a escuchar a alguien fuera de su círculo cerrado.

Y Malasia tenía un tercer elemento en su contra: a pesar de todo lo que se dijo sobre “la carga del hombre blanco”, las potencias europeas hicieron poco para mejorar las condiciones de vida en los países que gobernaron. El ejemplo más visible es la dramática caída en la proporción correspondiente a India del PIB global bajo el gobierno británico, ya que Gran Bretaña aprobó leyes comerciales para favorecer a sus productores de textiles a expensas de los de su colonia.

La táctica de divide y vencerás de las potencias coloniales permitió que la pequeña población de Europa gobernara a un gran número de personas fuera del continente, saqueando los recursos naturales e invirtiendo poco en el capital humano y social necesario para una sociedad exitosa económicamente, democrática y capaz de gobernarse a sí misma. A muchas colonias les ha tomado décadas superar este legado.

Entonces, ¿cómo explica un economista el éxito de Malasia? Desde el punto de vista económico, Malasia aprendió de sus vecinos. Demasiadas excolonias rechazaron su herencia colonial y se volvieron hacia Rusia y el comunismo. Prudentemente, Malasia emprendió una ruta alternativa, dirigiendo en cambio su mirada hacia los muy exitosos países del Este asiático. Invirtió en educación y tecnología, promovió una tasa alta de ahorro, puso en marcha un programa sólido y eficaz de acción afirmativa y adoptó políticas macroeconómicas adecuadas.

Malasia también reconoció que el éxito exigía que el gobierno desempeñara un papel activo. Evitó la ideología y siguió o rechazó los consejos de terceros sobre una base pragmática. Lo más revelador es que durante la crisis financiera de 1997 no adoptó las políticas del FMI –y como resultado tuvo el declive más corto y menos pronunciado de los países afectados. Cuando se recuperó, no tenía la carga de deudas y empresas en quiebra de muchos de sus vecinos.

Por supuesto, este éxito no fue sólo cuestión económica: si Malasia hubiera seguido las políticas recomendadas por el FMI, habría desgarrado el tejido social que se creó en las cuatro décadas anteriores.

Así, el éxito de Malasia debe ser estudiado tanto por quienes buscan la prosperidad económica como por los que desean entender cómo nuestro mundo puede vivir unido, no sólo con tolerancia sino también con respeto, compartiendo su humanidad común y trabajando para alcanzar metas comunes.

Joseph Stiglitz es Premio Nobel de Economía. Su libro más reciente es Making Globalization Work.
Copyright: Project Syndicate, 2007.
Traducción de Kena Nequiz

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