La misión mundial de la UE
Joseph E. Stiglitz, 23/04/2007, Project SyndicatePara algunos, el pesimismo –resulta triste decirlo- ha predominado en las recientes celebraciones con motivo del 50 aniversario de la Unión Europea. La preocupación por el futuro de la UE es, naturalmente, comprensible, en particular dada la incertidumbre que rodea a los intentos de reactivar el Tratado Constitucional, pero el proyecto europeo ha sido un éxito enorme, no sólo para Europa, sino también para el mundo.
Los europeos no deben sentirse consternados por las comparaciones entre el crecimiento del PIB en Europa y –pongamos por caso- en los Estados Unidos. Naturalmente, Europa afronta grandes dificultades con vistas a perfeccionar su unión económica, incluida la necesidad de reducir el desempleo e impulsar el dinamismo de la economía, pero, si bien el PIB por habitante ha ido aumentando en los Estados Unidos, la mayoría de los americanos están en una situación económica peor que hace cinco años. Una economía que, año tras año, provoca una situación económica peor de sus ciudadanos no representa un éxito.
Más importante es que no se debe calibrar el éxito de la UE sólo mediante determinados instrumentos legislativos y reglamentadores ni por la prosperidad siquiera que ha propiciado la integración económica. Al fin y al cabo, la motivación que impulsó a los fundadores de la UE fue la de una paz duradera. Se esperaba que la integración económica propiciara una mayor comprensión, sostenida por la infinidad de interacciones que se desprenden inevitablemente del comercio. Una interdependencia cada vez mayor haría que el conflicto resultara inconcebible.
La UE ha hecho realidad ese sueño. En ninguna parte del mundo los vecinos viven juntos de forma más pacifica y se mueven las personas con mayor libertad y seguridad que en Europa, gracias en parte a una nueva identidad europea que no está vinculada con la ciudadanía nacional. Constituye un ejemplo que el mundo debe emular: un ejemplo de derechos y deberes compartidos, incluida la obligación de ayudar a los menos afortunados. También a este respecto Europa ha indicado el camino, al prestar más asistencia que nadie a los países en desarrollo (y con un porcentaje de su PIB claramente mayor que el de los EE.UU.).
Durante los seis últimos años, el mundo ha afrontado un período difícil. El compromiso con el multilateralismo democrático se ha visto amenazado y se han abrogado los derechos garantizados por los convenios internacionales, como, por ejemplo, la Convención contra la Tortura. De ello se han desprendido muchas enseñanzas, incluidos los peligros de la arrogancia y los limites del poder militar y la necesidad de un mundo multipolar.
Europa, que tiene más población que nación alguna, exceptuadas China y la India, y el mayor PIB del mundo, debe llegar a ser uno de los pilares fundamentales de semejante mundo proyectando lo que se ha llamado el "poder blando": el poder y la influencia de las ideas y del ejemplo. De hecho, el éxito de Europa se debe en parte a su fomento de un conjunto de valores que, si bien son la quintaesencia europea, son también universales.
El más importante de dichos valores es la democracia, entendida no sólo como simple celebración de elecciones periódicas, sino también como participación activa y auténtica en el proceso de adopción de decisiones, que requiere una sociedad civil comprometida, normas sólidas en materia de libertad de información y unos medios de comunicación con mucha vitalidad y diversificados y que no estén controlados por el Estado o por unos pocos oligarcas.
El segundo valor es el de la justicia social. Se debe juzgar un sistema económico y político por el grado en que las personas pueden prosperar y realizar sus posibilidades. Como personas, formamos parte de un círculo cada vez más amplio de comunidades y sólo podemos realizar nuestras posibilidades, si vivimos en armonía mutua, lo que, a su vez, requiere un sentido de la responsabilidad y la solidaridad.
La UE demostró poderosamente ese sentido con su asistencia a los países europeos poscomunistas. La transición del comunismo al mercado no ha sido fácil, pero la generosidad sin precedentes de Europa ha dado resultado: los países que se han adherido a la UE han tenido resultados mejores que todos los demás y no sólo por el acceso a los mercados de Europa. Más importante aún ha sido la infraestructura institucional, incluido el compromiso vinculante con la democracia y la vasta panoplia de leyes y reglamentos que con demasiada frecuencia damos por sentados.
Europa ha tenido éxito en parte porque reconoce que los derechos de las personas son inalienables y universales y porque ha creado instituciones que protegen dichos derechos. En cambio, los Estados Unidos han presenciado un asalto en gran escala contra dichos derechos, incluido el de habeas corpus , el derecho a impugnar la detención ante un juez independiente. Por ejemplo, se hacen distinciones sutiles entre los derechos de los ciudadanos y los que no lo son.
En la actualidad, sólo Europa puede hablar con crédito sobre el asunto de los derechos humanos universales. Por el bien de todos nosotros, Europa debe seguir hablando claro... y más enérgicamente incluso que en el pasado.
Asimismo, mientras que el proyecto europeo iba encaminado a crear la "armonía" de unos pueblos que viven juntos en paz, también debemos vivir en armonía con nuestro medio ambiente: el más escaso de todos nuestros recursos. También a ese respecto Europa ha indicado el camino, en particular en relación con el calentamiento del planeta, al demostrar que se puede dejar de lado el egoísmo mezquino para lograr un bien común.
También en el mundo actual hay muchas cosas que no funcionan bien. Si bien la integración económica contribuyó a la consecución de un conjunto más amplio de objetivos en Europa, en otras partes la mundialización económica ha contribuido al aumento de la división entre ricos y pobres dentro de los países y entre países ricos y pobres.
Otro mundo es posible, pero corresponde a Europa indicar el camino para lograrlo.
Joseph Stiglitz es un premio Nobel de economía. Su último libro es Making Globalization Work ("Cómo hacer que funcione la mundialización").
Copyright: Project Syndicate, 2007.
Traducido del inglés por Carlos Manzano.