El consumo en la ciudadanía ecológica

Josep Vives-Rego para Globalízate, 28/02/2014

Desde hace décadas, el tema del consumo es objeto de numerosos estudios desde los ámbitos de la economía, política, sociología, psicología, neurociencia y filosofía. Desde una perspectiva estrictamente teórica, el consumo ha sido objeto de diferentes objetivaciones descriptivas. Para Marx es una fuente de alineación de la persona, mientras que para la economía liberal representa la expresión de la libertad del ciudadano en el mercado libre. En cualquier caso los autores estamos de acuerdo en que el consumidor es en buena medida manipulado por los media y la publicidad y adolece del denominado "consumo posicional" . Entre las posiciones intermedias podemos aducir que el consumo se puede contemplar como una mera interacción social.

El encuentro del ciudadano ecológico con el consumo, tiene una primera formulación en el denominado "consumo responsable", expresión que implica que los consumidores que lo practican están preocupados por una serie de valores cívicos, sociales y ecológicos. Por tanto, una de las características del ciudadano ecológico en los países desarrollados, sería que evolucionaría desde un consumo opulento e incluso narcisista al denominado responsable.

En este artículo deseamos resaltar una serie de factores y características cosmovisionales que hacen del ciudadano ecológico un individuo con un posicionamiento diferenciado. Para el ciudadano ecológico el acto del consumo es un acto público y político, sólo anecdóticamente privado. El proceso de fabricación, distribución, venta, consumo y tras el consumo la consiguiente generación de residuos, son actuaciones totalmente públicas y políticas en cuanto tienen una acusada incidencia social, política, medioambiental y económica, con lo que no pueden considerarse únicamente procesos exclusivos de lo privado.

El ciudadano ecológico obliga a revisar la distinción clásica entre lo público y lo privado y se sitúa en un espacio público cada vez más predominante. Su pensamiento y acción particulares sobrepasan el ámbito privado y devienen ecológicamente políticas por dos trayectos diferentes. Por un lado la justicia, la responsabilidad y la igualdad entre ciudadanos se extienden a la sostenibilidad ecológica como elemento público y global. Por el otro, transfiere a la esfera pública la función de cuidar lo que hasta recientemente ha sido privado, como asumir el cuidado de la Naturaleza y los recursos a los que tenemos acceso. Es decir, ensalza el espacio público identificándolo con la sostenibilidad y el progreso.

Para el ciudadano ecológico la Naturaleza es su modus vivendi, imprescindible e insustituible. Existe como única condición de posibilidad para poder ser plenamente humano, condición previa necesaria para ser ciudadano. El poder legislativo constituido es el de la Naturaleza y sus representantes humanos tienen como misión interpretarla y aplicar sus leyes en el respeto de las futuras generaciones, los otros seres vivos y la Naturaleza en su totalidad. Para el ciudadano ecológico, la Naturaleza es la suma de las leyes eternas que no han sido establecidas por el hombre, pero que el hombre debe respetar no solo por necesidad si no también por formar parte de su propia esencia. Podemos decir, en otras palabras, que tener en cuenta a la Naturaleza y sus leyes es la condición previa ineludible para desarrollar toda sociedad humana. Somos parte de ella y no al revés, como venimos pensando en Occidente desde hace siglos.

El ciudadano ecológico considera que hay que ser intolerante con determinadas situaciones, comportamientos, normas, leyes e incluso con determinadas formas de tolerancia cuya función social es la de mantener un orden de consumo y explotación de recursos que van en contra de la sostenibilidad. Como han señalado diferentes autores, la tolerancia no es un fin en si mismo, ni necesariamente buena, es simplemente un instrumento más a utilizar en la construcción de un modelo de sociedad justo y progresista, pero que debe traducirse en intolerancia cuando sus fines van contra la justicia y el bien común. Es decir, lo que se está debatiendo es qué tipo de sociedad y qué forma de justicia son las más adecuadas para establecer un modelo real de sociedad sostenible, en la que el acceso universal a los recursos sea posible sin esquilmar los recursos y atender a las necesidades de todos los seres humanos, incluidas las generaciones futuras.

José Vives Rego
Departamento de Microbiologia, Facultad de Biología, Universidad de Barcelona. Avda. Diagonal 643, 08028 Barcelona. E-mail: jvives@ub.edu

Esta nota proviene del artículo: M. Cano y J. Vives-Rego. 2013. El ciudadano ecológico: reflexiones sobre algunos contextos sociales y elementos cosmovisionales. Sociología y Tecnología (aceptado) https://sites.google.com/site/sociologiaytecnociencia/home/no-3-vol-1-2013

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