El ciudadano ecológico ante la justicia, el progreso y la información.

Josep Vives-Rego para Globalízate, 16/02/2014

El ciudadano ecológico exige que el derecho ambiental se fundamente en leyes que exijan que la tecnología y por ende la actividad económica, social o cultural debe demostrar que no afecta negativamente al medio ambiente antes de generalizarse su utilización. Esta idea o concepto se fundamente en que la prioridad (es decir lo que es verdaderamente importante), es conservar el buen estado de los ecosistemas y por tanto que toda acción humana tecnológicamente mediada debe demostrar siempre su idoneidad ambiental antes de aplicarse de modo indiscriminado.

Evidentemente no debemos perder de vista nunca el principio de incertidumbre y la complejidad, lo que equivale a tener siempre presente que nuestra capacidad para entender el mundo y las consecuencias de nuestras acciones siempre será limitada. Al mismo tiempo el ciudadano ecológico debe ser consciente de que toda acción en un ecosistema implica algún grado de afectación. Pero el ciudadano ecológico, a diferencia del resto de ciudadanos, al ser consciente de este hecho, guía sus pasos por principios de precaución y evaluaciones del riesgo lo más perfectos posible, según los medios de los que disponga en cada momento.

El ciudadano ecológico acepta y valora positivamente el progreso y la tecnociencia, pero con ciertas reticencias, cuando no temores fundamentados en la observación de los desastres ecológicos, los fenómenos de contaminación y toda la ristra de problemas medioambientales que estamos padeciendo. Por todo ello, es obvia la necesidad de ser informado y al mismo tiempo rechazar radicalmente la propaganda vacía de contenido que las instituciones y gestores hacen de sus actuaciones. Desde la perspectiva socio-política, la propaganda está destinada a resaltar lo que se hace desde la institución, pero habitualmente no informa objetivamente de los hechos que justifican las actuaciones, ni de los datos económicos ni tecnocientíficos que han acompañado a las decisiones medioambientales, ni del seguimiento a posteriori de sí la ejecución de las actuaciones medioambientales consigue o no los objetivos perseguidos. La propaganda en este sentido, constituye un despilfarro de recursos (humanos, dinerarios y materiales) que funciona como elemento desviador de la atención del ciudadano hacia situaciones menores, eludiendo de este modo la información relevante ecológica, social y política. Para el ciudadano ecológico es mas urgente evitar que el planeta se convierta en un acúmulo invivible de residuos y tóxicos, que fabricar nuevos artilugios que nos hagan la vida más fácil y cómoda. Es más importante y transcendental reducir el despilfarro y el consumo de energía, agua y recursos naturales que conseguir que sean más baratos. Estas actitudes han quedado recientemente reflejadas en la frase de Judt y Snyder (2012) "Es menos urgente imaginar mundos mejores que evitar peores".

Es imprescindible que dejemos de creer que por tener más posesiones y riqueza somos mejores, para pasar a entender que el valor de las personas radica en lo que son y en los valores que defienden, en ser más cuidadosos con lo que poseemos y más responsables, reflexivos y razonables con nuestros planteamientos y actuaciones sociales y ecológicas.

 

José Vives Rego


Departamento de Microbiologia, Facultad de Biología, Universidad de Barcelona. Avda. Diagonal 643, 08028 Barcelona. E-mail: jvives@ub.edu


Esta nota proviene del artículo: M. Cano y J. Vives-Rego. 2013. El ciudadano ecológico: reflexiones sobre algunos contextos sociales y elementos cosmovisionales. Sociología y Tecnología (aceptado)
https://sites.google.com/site/sociologiaytecnociencia/home/no-3-vol-1-2013

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