El nuevo concepto de la ciudadanía ecológica: entre lo local y lo global

Josep Vives-Rego para Globalízate, 10/11/2013

La creación de ese concepto todavía emergente de ciudadano ecológico se hace en base a dos niveles diferentes. En primer lugar, existe la plena conciencia de que sus acciones (pero también las de los políticos locales y las empresas instaladas en su entorno), se enmarcan dentro del reducido ámbito de lo local.  Pero en segundo lugar también es consciente de que la sostenibilidad trasciende  lo local y se extiende a todo el planeta.

Es decir, el ciudadano ecológico debe pensar  en su relación con su entorno inmediato, pero también con el planeta en su totalidad  desde un punto de vista sistémico y complejo. Dicho de otra manera, necesita abordar su relación con el mundo  y a la vez con su entorno vivencial.  En este sentido podemos aseverar que, en la relación entre ecosistemas y humanos, no puede contemplarse a la Naturaleza como una mera fuente de recursos. El planeta debe percibirse como nuestra condición de posibilidad básica, concepción ésta que otras culturas han sabido incorporar sabiamente a su forma de ver el mundo. Nuestra cultura, por su historia y evolución, no se adhiere a visiones místico-religiosas de la Naturaleza. Por ello, la mejor manera de incorporar el sentimiento de respeto a la Naturaleza es convirtiéndola simbólicamente en un elemento imprescindible para la configuración de esa nueva ciudadanía: la ciudadanía ecológica.

Debemos añadir además que la vinculación del ciudadano ecológico con el entorno en el que vive es doble. Por un lado se desliga de la pertenencia a un Estado para adherirse a una unidad ecosocial de proximidad (cercana a la idea de desarrollo a escala humana). En tales circunstancias, el nexo entre la ciudadanía y la capacidad de decisión política ya no se debería jugar desde la soberanía tradicional sino desde lo que podríamos llamar una "soberanía ecosistémica" vinculada a la participación cultural y política en una comunidad determinada pero ligada a una escala humana dentro del territorio en el que vive. Por otro lado, la idea de lo "supranacional" adquiriría también sentido si pensamos en la necesidad de coordinación eficiente de las unidades comunitarias más pequeñas. Dicho nexo de unión debería pasar también por la idea de ecosistema global – segundo elemento de la relación del ciudadano ecológico con el ambiente – considerando la necesaria interrelación sistémica entre lo local y lo global. De este modo, podríamos vincular la soberanía política al nivel humano básico de desarrollo, íntimamente unida a los límites ecosistémicos locales, con la necesaria perspectiva global que se requiere para enmarcar la acción tecnocientífica y económica humana dentro de los límites ecológicos de la biosfera. Para que esto sea posible se requiere, como ya hemos dicho en diferentes ocasiones, un cambio de cosmovisión que permita reinterpretar, dos conceptos culturales fundamentales: la idea de calidad de vida y la posición del ser humano en la Naturaleza.

En esta forja continua pero compleja de la conciencia del nuevo ciudadano ecológico, se contraponene dos elementos. Por un lado el hecho de vivir en el seno mismo de la sociedad de consumo y, por otro y no en menor medida, como reacción a ésta. Las cooperativas de consumo, los bancos de tiempo, los movimientos asamblearios que voluntariamente carecen de líderes destacados, junto con otros tipos de iniciativas, lo muestran claramente. Pero una de sus señas de identidad básicas  la encontramos en el hecho fundamental de su necesidad de asociarse a otros ciudadanos ecológicos. La ciudadanía ecológica debe distanciarse de la superficialidad de aquel ciudadano moderno únicamente preocupado por su bienestar y comodidad, que da la espalda a los graves riesgos que implica el consumismo para la biodiversidad, el agotamiento de los recursos y la contaminación de aguas, atmósfera y suelos. La pasividad y falta de criterio ecológico que ha caracterizado al ciudadano, sobretodo, desde principios del siglo XX se denuncian y empiezan a ser abandonados para entrar en una nueva sociedad sostenible. Dicha pasividad está esencialmente asentada sobre una forma de ver el mundo que nace en los albores de la Modernidad.  En este momento histórico, a diferencia de los anteriores, el ser humano se sitúa en el centro de la realidad. En correspondencia con este hecho cosmovisional el ciudadano deviene el fundamento último de la soberanía política y se erige en el sujeto fundamental de la política y la economía.

En consecuencia la ciudadanía ecológica puede definirse desde una perspectiva operacional como el conjunto de individuos que están dispuestos a redefinir sus relaciones con los ecosistemas en los que viven. Dicha redefinición pasa necesariamente, como ya hemos apuntado antes, por una reelaboración de los conceptos básicos de necesidad y calidad de vida, temas que tocaremos en la próxima nota.

 

José Vives Rego

Departamento de Microbiologia, Facultad de Biología, Universidad de Barcelona. Avda. Diagonal 643, 08028 Barcelona. E-mail: jvives@ub.edu

Esta nota proviene del artículo: M. Cano y J. Vives-Rego. 2013. El ciudadano ecológico: reflexiones sobre algunos contextos sociales y elementos cosmovisionales. Sociología y Tecnología (aceptado) https://sites.google.com/site/sociologiaytecnociencia/home/no-3-vol-1-2013.

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