Se me atragantan
Javier Ortíz, 10/10/2005, javierortiz.netMuchos políticos profesionales me producen un repelús instintivo.
Se trata de un sentimiento que adquiere tintes de aversión patológica en algunos casos especiales, ligados por lo general al grado de su responsabilidad en las cumbres del poder.
En sus tiempos de presidente, Felipe González —no sólo lo que decía, sino también su forma de expresarse, sus gestos y sus gracietas: él, en suma— conseguía ponerme físicamente enfermo. Verlo u oírlo y precipitarme a apagar la televisión o la radio se volvió todo lo mismo.
En el caso de Aznar no me hizo falta ni siquiera que llegara a la Moncloa: empezó a causarme sarpullido ya cuando aún ejercía de candidato desde la oposición.
No sé si será que con los años me he ido haciendo menos sensible, pero el hecho es que Rodríguez Zapatero me cae fatal y me enfurece, pero no siempre. Hay veces que me parece simplemente mal. No así algunos miembros de su equipo (Pérez Rubalcaba, Caldera, Moratinos), a los que no trago ni a tiros.
Lo mismo que con Zapatero me venía sucediendo con Mariano Rajoy. Me desagradaba, y mucho, pero no a los extremos que me conducían invariablemente algunos de sus secuaces, como Acebes, Zaplana y Aguirre.
En los últimos tiempos, sin embargo, me he sorprendido a mí mismo insultando al presidente del PP según oigo en la radio o en la televisión —casi siempre en la radio: sigo muy poco los noticiarios televisados— las barbaridades que dice.
Ayer consiguió amargarme la comida. Pusieron unas declaraciones suyas en las que apoyaba la expulsión automática de inmigrantes, faltaría más, pero criticaba al Gobierno por haber empezado a practicar esa política tarde y en medida insuficiente. Según él, el Ejecutivo debería ser mucho más severo con la inmigración ilegal y no permitirla en absoluto.
«¡Tendrá morro el tío éste!», clamé, atragantándome casi con la ensaladilla que estaba engullendo. «¡El presidente del partido que más ha hecho para amparar la explotación ilegal de la mano de obra inmigrante en Almería, en Murcia y en tantos otros sitios —seguí indignado— tiene la caradura de decir que habría que expulsar a todos los inmigrantes indocumentados! ¿Y de dónde sacarían entonces sus flamantes Mercedes todos los sinvergüenzas de El Ejido y demás, seguidores del PP hasta la médula?»
En cualquier caso, la indignación no me hizo perder de vista el dato clave, a saber: que el presidente del PP, capaz de oponerse frontalmente al Gobierno siempre, en todo y en más, apoya la política de expulsiones de Zapatero.
Qué bien saben en qué deben estar de acuerdo. Y dejarlo bien sentado.