Jugando a los barcos

Javier Ortíz, 08/09/2004,
javierortiz.net

Lamento no ofrecer datos más concretos, pero es que estaba en el baño y no suelo meterme en la bañera con papel y pluma, como Marat. El caso es que oí ayer una entrevista con un caballero (no retuve el nombre) que había ejercido un cargo en la UE (no recuerdo cuál) y que ahora está en una Universidad de Madrid (una) y que es experto (¡de eso sí me enteré!) en asuntos de la industria naval.

Empecé a poner interés en lo que decía cuando dejó sentado que sus opiniones las expresaba a título meramente personal y sin ningún deseo de beneficiar o perjudicar a ningún partido en concreto, porque no está vinculado a ninguno. También me llamó la atención la delicadeza con la que supo rectificar al entrevistador, que se soltó un rollo sobre la competencia desleal que ejerce Corea del Norte. «Perdone –le dijo amablemente–. Se trata de Corea del Sur. Me temo que la del Norte no tiene capacidad para competir en nada».

Lo que el experto en cuestión dijo es que Corea del Sur, en efecto, hace una competencia desleal a los astilleros europeos ofreciendo precios a la baja, pero que eso no lo consigue tanto porque pague salarios de miseria a sus trabajadores, como suele decirse, sino porque les impone horarios y ritmos laborales que en Europa no serían posibles. Denunció que no sólo Corea, sino también Japón y los EUA, aplican a su industria naval, civil y militar, leyes descaradamente proteccionistas, que prohíben a los armadores de sus respectivos países comprar barcos fabricados fuera de sus fronteras. Tampoco se cortan un pelo a la hora de inyectar fondos públicos a la industria naval, cuando les parece necesario. Hace cuatro años, la Unión Europea, presionada por los astilleros civiles –que no por los gobiernos concernidos, que estaban mano sobre mano–, denunció esas prácticas ilícitas de Corea, Japón y EUA ante la Organización Mundial de Comercio, pero la OMC aún no ha tomado ninguna resolución al respecto. Dicho de otro modo: Bruselas impone a los estados integrantes de la UE un respeto escrupuloso de las leyes de la libre competencia en un mercado que está dominado por estados que violan a su conveniencia esas leyes. (Me pregunto por qué la UE no hace lo mismo. Por qué no permite que sus estados miembros adopten medidas proteccionistas, hasta que la OMC se vea forzada a imponer que todo el mundo se atenga a las mismas reglas.)

Según el mencionado experto cuyo nombre lamento no proporcionar, los sucesivos gobiernos españoles han cometido graves errores no tanto en las grandes decisiones que han ido tomando como en la tardanza con la que lo han hecho. Dijo que, si el Estado español hubiera estado más despierto, podría haber inyectado a la industria naval militar los fondos que hubiera querido antes de unirla a la civil, porque sobre los astilleros militares no había ninguna prohibición, con lo que la subvención habría valido luego para el conjunto. Añadió que, de todos modos, la fusión de los astilleros civiles y militares fue un acierto, porque las demandas de los respectivos mercados siguen sus propias tendencias: ocurre a veces que el mercado de la construcción de buques civiles apenas registra demanda, pero el mercado de los barcos de guerra se mueve, o al revés, lo que permite contar con una cartera de pedidos menos fluctuante. (Horas después se supo que el Gobierno de Zapatero planea volver a separar los astilleros militares de los civiles, lo que abocará a la quiebra a la Naval de Sestao).

Un último dato que retuve de lo dicho por este experto: pese a que las condiciones que rigen para todos los estados de la UE son las mismas, los astilleros alemanes cerraron el pasado ejercicio con un saldo bastante positivo, mientras los españoles navegaban bastante a la deriva. ¿Por qué? ¿Qué hacen –o que no hacen– allí que les permite funcionar mejor que aquí?

Yo, ni idea.

Ni de esto ni tampoco de lo anterior, todo sea dicho.

Lo único que he aportado aquí es la intuición de que ese experto anónimo al que oí sabía de qué hablaba. Y que no tenía ganas ni de sacar la cara por nadie ni de perjudicar a nadie

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