Se tolera lo intolerable (Campaña del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales)
Javier Ortíz, 19/01/2004, javierortiz.netHago recuento de cuantas posibilidades se me ocurren y llego a la conclusión de que sólo hay dos objetivos que justifiquen que un organismo público se deje el dinero en publicidad: la información y la formación. Dar consejos, difundir prácticas saludables, avisar, ayudar a solventar problemas… Todo eso está bien, facilita la vida a la ciudadanía, es útil. Se entiende que se gaste en ello.
A cambio, no veo que tenga ninguna utilidad social que los jefes de tales o cuales organismos de la Administración comuniquen urbi et orbi que están muy satisfechos de cómo hacen las cosas. Supongo que no hay más remedio que sobrellevar su tendencia natural a la autosatisfacción. Lo que no tenemos por qué tolerar es que decidan hacerse costosos homenajes y luego nos pasen a nosotros la cuenta de gastos.
Fijémonos en la machacante campaña de publicidad que está desarrollando ahora mismo el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. No informa de nada. No aporta nada. Se limita a decir que el Ministerio que encabeza Eduardo Zaplana hace muchísimo por todo el mundo y cumple sus deberes a las mil maravillas. Es una campaña de propaganda política en estado químicamente puro, sólo que hecha desde el Estado y con el dinero de todos.
He oído que el PSOE ha formulado una queja –una quejita– preguntándose si el Ministerio de Zaplana no estará gastando demasiado en publicidad («publicidad y propaganda», consta en la partida presupuestaria). ¿Por qué no le han montado un pollo de mucho cuidado denunciando la bochornosa utilización que hace del Ministerio para su promoción personal en víspera de elecciones?
Eso sin contar con que, además, los anuncios en cuestión son falsarios hasta decir basta. Hay uno sobre pensiones en el que, tras referirse a la paga extra que tendrán que hacer para compensar su mala previsión del IPC, dicen: «Un año más, cumplimos». ¡Qué jeta! ¿Que cumplen? Sí: con la ley, que es la que les obliga a satisfacer esa paga. Pintan como una muestra de generosidad lo que no es sino la reparación tardía de un error, verosímilmente voluntario.
Esta gente se sirve del Estado como si lo hubieran comprado en una subasta. Y nadie se lo impide.