Reforestación en América Latina; un camino por recorrer
Gonzalo Andrade para Globalízate, 03/05/2014La deforestación en Ámérica Latina se redujo enormemente durante la última década. Al menos, ésa fue una de las conclusiones del Informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, según sus siglas en inglés), sobre la Situación de los Bosques del Mundo en 2011. Aunque el las pérdidas anuales siguen siendo elevadas, especialmente en algunos países como Argentina, Brasil y El Salvador, en otros como Cuba, Costa Rica, Chile y Uruguay el área ocupada por bosques ha aumentado de forma apreciable. Se trata de una buena noticia en un continente que alberga el 57% de los bosques primarios (o inalterados) del mundo, que acumulan unas 104 gigatoneladas de carbono en su biomasa.
En Ámerica Latina la deforestación se ha producido debido principalmente al avance de la frontera agrícola para el desarrollo de cultivos destinados a la exportación y zonas de pasto para el ganado, especialmente en los países que coparten la Cuenca Amazónica. En América Central y algunos países del Caribe como Haití la pérdida de la cubierta vegetal se origina a partir de la extracción ilegal de madera para combustible y construcción por parte de la población campesina, fuertemente empobrecida y siempre a la búsqueda de recursos para la subsistencia. Durante décadas los bosques desaparecieron ante la mirada impasible, cuando no cómplice, de muchos de los gobiernos de la región. Las pocas iniciativas desarrolladas para revertir la deforestación se desarrollaban de forma inadecuada, promoviendo el desarrollo de plantaciones de especies exóticas, que en muchas ocasiones no lograban remediar los efectos adversos ocasionados por la pérdida de la cobertura vegetal de bosques nativos tales como el incremento de la erosión, o la destrucción de la biodiversidad. Tan sólo la iniciativas de comunidades rurales y organizaciones no gubernamentales, así como de algunos particulares y empresas concienciados respecto a este problema, lograba desarrollar proyectos de reforestación relativamente exitosos, aunque locales, y por tanto de escaso impacto a escala regional.
Afortunadamente, las cosas están cambiando. En la actualidad, existen en el continente un elevado número de proyectos de restauración forestal que cuentan con financiación y apoyo institucional. En Venezuela, la Misión Árbol, creada en 2006, ha logrado reforestar más de 37 mil héctáreas de terreno en todo el país con más de 27 millones de árboles. En la actualidad cuenta con 46 millones de plantas en viveros forestales desarrollados al efecto. La Misión Árbol forma parte del llamado Plan de la Patria, que resume los cambios que deberán desarrollarse en dicho país hasta el 2019.
Plantación comunitaria dentro del programa Misión Árbol (Venezuela)
Ecuador y Bolivia, han puesto en marcha sus respectivos Planes Nacionales de Forestación y Reforestación mucho más recientemente. Estos planes contemplan la restauración de decenas de miles de hectáreas forestales, especialmente en las áreas de la cordillera andina, particularmente castigadas, así como el desarrollo de sistemas agroforestales sostenibles y actuaciones de protección de cuencas hidrográficas para evitar la erosión y garantizar el suministro de agua potable a las comunidades. Otro de los objetivos explícitos de ambos programas es la creación de empleos directos e indirectos asociados con la reforestación y el uso sostenible de los bosques. En el Centroamérica, donde la reforestación ha sido alarmante, también se está luchando para revertir este proceso, aunque aún de forma tímida. En Nicaragua, la Cruzada Nacional de Reforestación ha favorecido la creación de 44 viveros en las distintas áreas del país implicando al ejército en la plantación de árboles. En México, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) está haciendo un importante papel a la hora de divulgar y promover experiencias comunitarias de reforestación y manejo forestal en los estados de Oaxaca, Michoacán y Durango.
En Brasil, un país en donde los conflictos medioambientales y sociales tienden a entremezclarse de forma muy particular, las asociaciones ambientalistas han criticado fuertemente la reforma del Código Forestal, que reduce las áreas de protección de los bosques de ribera y las áreas de reserva, y que fue aprobada en el congreso en 2010 tras fuertes presiones por parte de los lobbys vinculados al sector agroexportador. En Brasil, sin embargo, algunas organizaciones como el Instituto Socio Ambiental están desarrollando inovadores proyectos para fomentar la recolección y el almacenamiento de plántulas y semillas por parte de las comunidades rurales mediante la conseción de microcréditos.
Todos estos éxitos, sin embargo, no son furto de la casualidad, ni siquiera del apoyo de las instituciones, por muy importante que haya sido este rcientemente. Según el investogador Jefferson Hall, coordinador del número especial que dedicó a la reforestación en Ámérica Latina la revista científica de ecología y gestión forestal Forest Ecology and Management, ha sido la acumulación del conocimiento científico, unida a las experiencias locales de las últimas décadas lo que ha hecho que, en la actualidad, sepamos mucho mejor cómo restaurar áreas forestales en toda la región. Actualmente se preparan mucho mejor los suelos, se utilizan muchas más especies, nativas y exóticas, se sabe cuando y en que zonas emplear unas y otras, y se desarrollan ambiciosos programas de seguimiento tras la siembra, lo que contribuye al éxito de las actuaciones.
En América Latina siguen perdiéndose 4 millones de hectáreas de bosque al anualmente, sin embargo, parece que buena parte del continente está decidido a revertir este proceso, y puede lograrlo. Esperemos que lo consiga.