El cambio en las condiciones climáticas futuras será crítico para muchos organismos

Gonzalo Andrade para Globalízate, 28/09/2013

El cambio climático ya está aquí. La temperatura media global ha aumentado 0.8 grados centígrados desde principios del siglo XX a consecuencia de la actividad humana y la concentración de CO2 en la atmósfera no ha sido tan elevada como lo es actualmente desde al menos 800.000 años. Por otra parte, el clima ha cambiado mucho más rápidamente durante el último siglo que durante otros periodos de cambio climático pasados como el máximo térmico del Paleoceno-Eoceno, la anomalía climática medieval y la pequeña edad del hielo que tuvo lugar durante los siglos XVII y XVIII.

Según un importante estudio de revisión publicado en la revista Science el pasado mes de Agosto, el clima va a seguir cambiando durante el próximo siglo incluso aunque tomemos las acciones pertinentes para evitarlo durante las próximas décadas, y ello puede tener importantes consecuencias para los organismos vivos. Sin embargo, hay importantes incertidumbres asociadas a este cambio y la mayoría de ellas dependen de la acción humana.

El Proyecto Acoplado de Inter-comparación (CIMP5 según sus siglas en inglés), que aúna los esfuerzos de 25 centros de investigación en modelización climática, ha definido recientemente una serie de Itinerarios Representativos de Concentración (RCP según sus siglas en inglés), que definen cuáles van a ser las condiciones climáticas durante el siglo XXI en función de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, el aumento o disminución de las mismas, la dinámica del clima y determinadas condiciones demográficas, económicas y sociales. Para 2100, por ejemplo, el itinerario más conservador, el RCP2.6, supone una concentración  de CO2 en la atmósfera de 450 partes por millón (ppm), mientras que el RCP8.5, que es uno de los más extremos, predice una concentración de 925 ppm. Si todos los países tuvieran un nivel de consumo de combustibles fósiles similar al de EEUU la concentración de CO2 en la atmósfera podría aumentar hasta las 1000 ppm, y la quema de todos los combustibles fósiles del planeta podría incrementarla hasta las 2000 ppm, dando lugar a un escenario en el que sería imposible imaginar una vida digna para la mayoría de la humanidad.

Todos los itinerarios predicen que la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera seguirá aumentando debido a la inercia térmica propia del ciclo de carbono y los océanos, y la debida a la deforestación y la desaparición progresiva del permafrost. También debido al hecho innegable de que tanto el número de personas que viven en el mundo como las necesidades energéticas de una parte de las mismas seguirán aumentando, y al hecho de que las soluciones políticas que se implementen tardarán un tiempo en ser llevadas a cabo. Sin embargo, es en los factores humanos en los que los RCP poseen un mayor nivel de incertidumbre. De hecho, cualquier cambio en los patrones de emisión actuales y de las próximas décadas puede tener importantes consecuencias en las condiciones climáticas de las últimas décadas del siglo XXI.

Independientemente de que tomemos o no las acciones pertinentes durante las próximas décadas, el clima cambiará. ¿Cómo van a adaptarse las plantas y animales de las diferentes regiones del globo a estos cambios?  Fundamentalmente, emigrando a otras zonas en las que el clima futuro sea similar al que tienen en su área de distribución actual (por ejemplo, ascendiendo a cotas más altas en las montañas), o adaptando su comportamiento e incluso su genética, a las nuevas condiciones. Sus posibilidades de éxito en ambos procesos dependen de características que son propias de cada organismo como la capacidad de movimiento y dispersión, y la respuesta evolutiva. Sin embargo, también dependerán de las respuestas del resto de organismos con los que coexisten y se relacionan, más difíciles de cuantificar, y de las características topográficas de su área de distribución y las zonas circundantes. Estas últimas son muy importantes porque determinan la existencia de potenciales "refugios" o áreas seguras en las que permanezcan unas condiciones climatológicas más similares a las actuales, por ejemplo, un valle orientado al norte y en el que se concentren masas de aire frío.

Por otra parte, para predecir la respuesta de los organismos frente al cambio climático es importante conocer la velocidad del mismo, que mide la relación entre los cambios en la temperatura y la precipitación en el espacio físico y respecto al tiempo. La velocidad del cambio climático puede ser superior a 1 km /año en muchas regiones, lo que va a hacer enormemente difícil la adaptación local de muchos organismos, y muchos otros pueden conseguir adaptarse en el corto plazo, pero ello no les garantiza un éxito a largo plazo.

Pese a todo ello, los autores de este trabajo destacan que las mayores fuentes de incertidumbre en los itinerarios representativos de cambio que predice el CIMP5 recaen en la dimensión humana. Debido a ello, aunque el clima ya está cambiando y va a cambiar aún más en el futuro, la tasa y la magnitud de dichos cambios dependen de las decisiones que tomemos durante las próximas décadas. La pelota está pues en nuestro tejado. A nosotros nos corresponde actuar.

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