La otra crisis de la deuda en Europa; el legado de las futuras extinciones

Gonzalo Andrade para Globalízate, 04/05/2013

La disminución de las poblaciones o incluso la extinción de ciertas especies suele aparecer años e incluso décadas después de la fragmentación o el deterioro de sus hábitats. Este retardo en la disminución de las poblaciones o en la extinción de ciertas especies se ha observado desde hace tiempo a escalas locales y  para ciertas especies, en particular aquellas que tienen periodos de vida más largos y una menor capacidad de movimiento (Ej. plantas, musgos, reptiles). Sin embargo, nadie hasta el momento había evaluado si la "deuda de extinción" aparecía a mayor escala geográfica, nacional o supra-nacional, las escalas a las que se publican regularmente las listas rojas de organismos amenazados de extinción y a las que se hacen efectivas las políticas de conservación tales como el Convenio de Ramsar sobre protección de humedales y el Convenio International sobre Diversidad Biológica.

En un estudio publicado este mes en la reputada revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences, un grupo de científicos procedente de varios países europeos ha publicado un estudio en el que evalúan si la "deuda de extinción" es una realidad actualmente en 22 países de este continente.

Estos investigadores han partido de la premisa de que si efectivamente existe una "deuda de extinción" en Europa, el riesgo de extinción de los distintos tipos de especies del continente debería estar más relacionado con los valores históricos de la intensidad de uso humano sobre el ambiente que con los valores actuales. Para estudiar esto mismo tuvieron en cuenta la proporción de especies de plantas no leñosas, musgos, mamíferos, reptiles, peces, libélulas y saltamontes en riesgo de extinción medio-alto en 22 países europeos. Como indicadores de la intensidad de uso humano sobre el ambiente utilizaron la densidad de población, el producto interior bruto y el porcentaje de apropiación humana de la producción primaria neta (es decir, de la materia orgánica vegetal que producen los ecosistemas) en tres años diferentes, 1900, 1950 y 2000.

Los resultados que han obtenido son enormemente claros y reflejan que la proporción de especies de todos estos organismos en riesgo de extinción medio-alto se relaciona muchísimo más con la intensidad de uso humano existente en 1900 y 1950 que en 2000. Esto quiere decir que los patrones de disminución de la población e incluso la extinción de ciertas especies que observamos en la actualidad son el resultado de impactos sobre el ambiente que tuvieron lugar hace 50 o 100 años, y no hace diez.

Esta "deuda de extinción" es particularmente marcada para las plantas no leñosas, los musgos, los insectos y los reptiles, pero no tanto para los mamíferos y los peces. Ello se debe a que los mamíferos, que necesitan hábitats bastante extensos y en buen estado para sobrevivir, responden más rápidamente a la fragmentación y al deterioro de estos. Para los peces, el impacto de la actividad humana en los ecosistemas de agua dulce en los que viven (Ej. polución y canalización de ríos y lagos, y construcción de presas) resulta inmediato y fulminante.

Los resultados de este trabajo tienen enormes implicaciones para el diseño y la implementación de políticas de conservación en todo el continente. Las especies animales y vegetales europeas han tardado décadas en "responder" a la fragmentación y degradación del hábitat que se produjo en el continente a principios y mediados del siglo XX, por lo que es esperable que tarden también en responder al efecto de nuevos factores de presión tales como la deposición de nitrógeno atmosférico, la invasión de especies no-nativas y el cambio climático.

Por otra parte, según la hipótesis de la curva de Kuznet se supone que una vez alcanzado cierto nivel de desarrollo socioeconómico el impacto de la actividad humana en el ambiente se reduce debido a que ello lleva aparejado el desarrollo de mejores políticas de gestión y conservación. Sin embargo, si las especies tardan décadas en responder a los efectos negativos de la actividad humana, también tardarán lo suyo en responder a los efectos positivos de las políticas de conservación. En resumidas cuentas, el resultado conjunto de ambos no será palpable hasta mediados del presente siglo XXI, y por tanto, es difícilmente evaluable en la actualidad.

Los esfuerzos destinados a la conservación de especies deben centrarse en mitigar el efecto negativo tanto de los nuevos (Ej. deposición de nitrógeno, invasión de especies no-nativas y cambio climático) como de los antiguos (Ej. fragmentación y deterioro del hábitat) impactos, y su evaluación debe enmarcarse en periodos de tiempo mucho más dilatados.

Para saber más

(1) Dullinger S., Essl F., Rabitsch W., Erb K-H., Gingrich S., Haberl H., Hülber K., Jarosik V., Krausmann F., Künh I., Pergl J., Pysek P., Hulme P.E. (2013). Europe's other debt crisis caused bz the long legacy of future extinctions. Proceedings of the National Academy of Science 110: 7342-7347.

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