El vuelo de la razón
George Monbiot, 27/10/2016, www.monbiot.comLa cuestión correcta no es "¿dónde? Es ¿"si"? Y la respuesta correcta es no. La primera ministra acaba de anunciar que su gabinete recomendará donde debe construirse la nueva pista de Heathrow. Después habrá una consulta sobre la decisión. Hay solo una respuesta que no involucra abandonar nuestros compromisos de cambio climático y nuestros escrúpulos morales: En ninguna parte.
La lógica inexorable que debería descartas nuevas fuentes de petróleo, gas y carbón también aplica a la expansión de los aeropuertos. En un mundo que busca prevenir un desastre climático, no queda margen para expandir infraestructuras que dependen de los combustibles fósiles. La primera ministra no puede apoyar el acuerdo de Paris sobre el cambio climático que entra en vigor el mes próximo y permitir que una pista sea construida.
Mientras la mayoría de los sectores pueden sustituir los combustibles fósiles con otras fuentes, este no es el caso para la aviación. Las compañías aéreas buscan confundirnos con diversos galimatías: Tecnologías fantásticas nunca destinadas a surgir más allá de la nota de prensa. Aviones solares de pasajeros, alas integradas, jets de hidrógeno, gasóleo de algas, otros biocombustibles: Todos son técnicamente imposibles, comercialmente inviables, peor que los combustibles fósiles o que apenas harán mella en las emisiones.
Aviación significa queroseno. Usar queroseno para levantar a los humanos en el aire quiere decir impactos masivos. Las mejoras en economizar el combustible en las naves aéreas ha declinado a un 1% al año o menos: enormemente sobrepasados por el crecimiento en la aviación. Por lo demás, tienen que intentar encajar las piezas.
La decisión del gobierno estará basada en las averiguaciones que la Comisión de Aeropuertos elaboró el año pasado. Apoya una nueva pista en Heathrow y propone dos medios para asegurar que los vuelos extras no entrarán en conflicto con los acuerdos británicos sobre el clima. Ni son justos ni realizables.
El primero es que el resto de la economía debería hacer recortes extra en los gases invernadero para acomodarse a la aviación. Ya, la Ley sobre Cambio Climático impone un objetivo legal de un 80% de reducciones para 2050. Pero si los vuelos van a continuar creciendo como espera la Comisión, estos recortes tendrán que subir al 85%.
Eso es fundamentalmente injusto. Tres cuartos de los pasajeros internacionales en los mayores aeropuertos del Reino Unido viajan por ocio, y son desproporcionadamente ricos: En Heathrow su ingreso medio es de 57.000 libras (64.000 euros). Solo 15% de la gente en este país toma el 70% de los vuelos. Entonces, todo el mundo tiene que pagar las vacaciones disfrutadas por los más ricos.
La estrategia alternativa es un impuesto al carbono. La Comisión es muy evasiva sobre lo que conlleva y sus cómputos son opacos, contradictorios y enterrados en anexos remotos. Quizás esto no es sorprendente. Un análisis de la Campaña por un Mejor Transporte sugiere que el impuesto requerido para reconciliar una nueva pista con nuestros compromisos para reducir emisiones es algo entre 270 libras y 850 para una vuelo de vuelta por familia de cuatro a Nueva York. En otras palabras, el plan de la Comisión de Aeropuertos equivale a aumentar la capacidad aeroportuaria y fijar los precios a la población. ¿Dónde está el sentido de esto?
Como la Comisión sin duda conoce, ningún gobierno impondría tales impuestos, o cerraría aeropuertos del norte para permitir que crezca Heathrow. Habiendo aprobado la capacidad extra, el gobierno descubrirá que es incompatible con nuestros compromisos bajo la Ley sobre el Cambio Climático, reflexionará sobre las consecuencias por un minuto o dos y entonces silenciosamente abandonará sus compromisos. Es así de simple, una tercera pista en Heathros significa que el Reino Unido no cumplirá sus objetivos de reducción de dióxido de carbono. Os emplazo a 2050.
Pero esto es solo la mitad del asunto. La Comisión de Aeropuertos basa sus proyecciones en el trabajo de otro estamento del gobierno: El Comité sobre Cambio Climático. La semana pasada el Comité anunció que para alcanzar nuestros compromisos bajo el acuerdo de París, el Reino Unido necesitará ir mucho más allá que el 80% previsto por la Ley de Cambio Climático. El trato de París implica reducciones de "al menos el 90%" para 2050. Esto es difícil bajo cualquier escenario, simplemente imposible si la capacidad aeroportuaria crece.
Esto deja los cálculos de la Comisión sin valor. Si el gobierno usa las cifras de la Comisión para justificar su decisión, estará confiando en estimaciones no actualizadas, invalidas e incompatibles con sus compromisos internacionales.
No esperes ayuda de la oposición. El domingo, el Secretario de Transporte en la oposición, Andy McDonal, argumentó que deberíamos pagar las consecuencias ambientales de construir una nueva pista, "tomando nota apropiada y completa" y entonces seguir adelante. La gente del futuro en zonas de sequía se sentirá mucho mejor cuando escuche esto.
En cuanto al marco internacional, olvidadlo. Hace dos semanas, 191 naciones hirieron el único acuerdo mundial para regular las emisiones de la aviación. Es voluntario, es patético y confía en plantar árboles para compensar las emisiones de las aeronaves lo que significa reemplazar una forma muy estable de almacenar carbono (dejar el petróleo en el suelo) con uno muy inestable, vulnerable a los madereros, fuegos y sequías. El encuentro en el que se realizó el acuerdo probablemente causó más emisiones que las que ahorrará.
Durante años ha habido un vivo debate sobre el ruido, la contaminación local y los trastornos causados por construir una nueva pista en Heathrow, todo lo que son preocupaciones justas. Pero casi todos ignoran el asunto que empequeñece a los otros. El cambio climático significa no a la nueva pista.
Si nuestros aeropuertos están llenos, hay una solución inmediata. Vuela menos. La campaña Free Ride ha propuesto unos medios justos para conseguirlo: reducir la demanda poniendo tasas a los viajeros frecuentes, pero no a aquellos que vuelan raramente. (En caso de que te lo estés preguntando, limito mis vuelos a una cada tres años).
¿Es esto más allá de la contemplación? ¿Somos incapaces de hacer tales cambios por el bien de otros? Si es así, nuestra ética es más débil que las de aquellos que vivieron en 1791, cuando 300,000 británicos, se disociaron de la esclavitud, dejando de usar azúcar, reduciendo las ventas en un tercio. Comprendieron las implicaciones morales de un acto que no llevaba mala intención, que parecía tan dulcemente inocente.
El gran espacio de percepción entre nosotros y la distancia y futuras víctimas del cambio climático no es más ancha que el océano que existe entre la gente de Gran Bretaña y el Caribe. Si no damos el salto de imaginación que conecte nuestras acciones con sus consecuencias, no es porque no podemos, si no porque no queremos.
Pero la razón se ha dado a la fuga, los giros de la brújula moral, la codicia y el deseo de elevarse hacia la estratosfera, y nuestra conciencia se desvanece en las nubes. ¿Habrá alguien que en frente a esta injusticia?