Arreglar el mercado
George Monbiot, 24/02/2016, www.monbiot.comLos que predijimos, en los primeros años de este siglo, un pico inminente de los suministros de petróleo globales, no pudimos estar más equivocados. Personas como el consultor de energía Daniel Yergin, con quien discutí el tema, parece que tenían razón: el crecimiento, afirmó, proseguiría durante muchos años a menos que los gobiernos interviniesen.
Parecía que el petróleo alcanzó un pico en Estados Unidos en 1970, tras el que la producción cayó durante 40 años.
Suponíamos que ese era el final de la historia. Pero con el fracking y la perforación horizontal, el pasado año la producción volvió al nivel alcanzado en 1969. Hace doce años, el magnate petrolífero de Texas T. Boone Pickens anunció que "nunca volveremos a bombear más de 82 millones de barriles". A finales de 2015, la producción diaria mundial alcanzó los 97 millones.
En lugar de un colapso del suministro del petróleo, nos encontramos con la crisis opuesta: nos ahogamos en él. Las razones del hundimiento del precio un asombroso deslizamiento del precio de 115 a 30 $ en los últimos 20 meses son complejas: entre ellas, el debilitamiento de la demanda china y un dólar fuerte. Pero un análisis del Banco Mundial descubre que los cambios en la oferta han sido un factor mucho mayor que los cambios en la demanda. La producción de petróleo casi se ha doblado en Iraq, Pero también Arabia Saudí ha abierto sus grifos, para intentar destruir a la competencia y mantener su parte de mercado: una estrategia que algunos partidarios de las cimas de petróleo argumentaron en otro tiempo que era imposible.
Los resultados son mixtos. Petróleo más barato significa que se quemará una cantidad mayor, acelerando el derrumbe climático. Pero también significa una inversión menor en la producción futura. Ya se han retirado 380 mil millones de dólares que se tendrían que haber metido en el petróleo y el gas. Los primeros sitios en los que se ha ahorrado son aquellos en los que la extracción es más difícil o de mayor riesgo. En los ecosistemas frágiles del Ártico, de las pluviselvas, en los mares remotos y tormentosos ya se ha concedido una suspensión de la ejecución.
BP informó de grandes pérdidas el martes, en parte por los precios bajos. Una caída del precio del petróleo arrastra la bajada del precio del gas y expone a las compañías mineras del carbón al riesgo de la bancarrota: que les vaya bien. Pero algunas empresas de renovables están cayendo por las mismas causas: precisamente cuando los precios del gas natural se hunden, gobiernos como el del Reino Unido le están quitando los subsidios. Algún día competirán sin ayuda, pero no todavía.
Alegrarse de estas vicisitudes, o lamentarlas, es inútil. Son eventos azarosos que se contrarrestan unos a otros y que, en algún momento, se invertirán. La era del petróleo, que amenaza las condiciones que sostienen la vida en la Tierra, terminará por un cambio político, no económico. Pero la política, de momento, está contra nosotros.
Ya, según el FMI, se gasta más dinero, directa e indirectamente, en subsidiar combustibles fósiles que en dotar de fondos los servicios de salud. Sólo los países del G20 gastan tres veces más de dinero público en el petróleo, el gas y el carbón que el mundo entero en la energía renovable. En 2014, en el Reino Unido los subsidios a la producción de combustibles fósiles alcanzó los cinco mil millones de libras. ¿Basta con eso? Oh no. Mientras que los servicios públicos esenciales están siendo masacrados por falta de fondos, el año pasado el Gobierno anunció otros 1.300 millones de libras en exenciones de impuestos a las compañías petrolíferas del Mar del Norte. Gran parte de este dinero irá a compañías radicadas en el extranjero. Deben de pensar que estamos locos.
La semana pasada, David Cameron voló a Aberdeen, donde anunció otros 250 millones de libras para, esto..., la libre empresa, gran parte de los cuáles (aunque no todos) serán usados para impulsar el petróleo y el gas. Otros 20 millones de libras de dinero público se gastarán en pruebas sísmicas. Son de esperar más ballenas varadas, y pregúntese porqué la industria que amenaza nuestra prosperidad no debería cubrir sus malditos costes.
La ministra de Energía, Amber Rudd, afirma estar "al 100% detrás" de esta "fantástica industria". Ella "construirá un puente al futuro del petróleo y el gas en el Reino Unido". De haber nacido hace 300 años, imagino que habría dicho lo mismo del comercio de esclavos. En pocos años, sus observaciones parecerán tan pertinentes como éticas.
A las compañías petrolíferas ya se les han asignado "amigos ministeriales" para "mejorar el acceso al Gobierno"; como si no tuvieran ya los suficientes. Ahora tienen un "embajador del petróleo y el gas", y un nuevo grupo ministerial, para "reiterar el compromiso del Gobierno del Reino Unido de apoyar la industria del petróleo y el gas". Una carta que se ha filtrado muestra que Amber Rudd y otros ministros quieren silenciar a las gentes del lugar, transfiriendo el poder de decidir si se usa el fracking de los ayuntamientos electos a una comisión no electa. Se despide a los electos y se designa a alguien nuevo.
Comparemos todo esto con el tratamiento gubernamental de los renovables. Los gobiernos locales han recibido nuevos poderes especiales para evitar que se construyan estructuras eólicas terrestres. Con respecto a las compañías de renovables, esto es lo que dijo Amber Rudd: "Necesitamos ir hacia un mercado en el que el éxito venga impulsado por su capacidad de competir en un mercado y no por su capacidad de lobby gubernamental". Extrañamente, no son esas mismas reglas las que se aplican a las compañías petrolíferas. Tus amigos reciben protección. El mercado libre se reserva para los enemigos.
Sí, digo enemigos. Una transición energética es una amenaza para quienes aportan dinero al partido Conservador. Corroe los ingresos de los amigos de antiguo y debilita a los invitados distinguidos. Pese a todo lo que se habla de la empresa, el dinero antiguo sigue alimentando su odio hacia el dinero nuevo y los que controlan la bolsa pública la usan para protegerse de las molestias de los recién llegados. Lo mismo que hicieron con los banqueros, nuestros líderes políticos se aseguran de que todos paguemos los costes impuestos por las compañías de combustibles fósiles... excepto las compañías de combustibles fósiles.
Así que nos encierran en el siglo XX, en el declinar industrial y la contaminación del aire, los activos en desuso y, por el cambio climático, en el colapso sistémico. Los Gobiernos de este país no podrán resistirse siempre al futuro. Acabarán por sucumbir a la lógica inexorable y por reconocer que la mayor parte de las enormes acumulaciones de vida vegetal fósil de la corteza terrestre deben quedarse donde están. Y se demostrará que estos enormes gastos de dinero público han sido inútiles.
Las crisis dejan la corrupción al descubierto: esta es una de las lecciones básicas de la política. La crisis del precio del petróleo han dejado a los políticos con los pantalones del mercado libre en los tobillos. Cuando tus amigos están en peligro, los rigores impuestos a los pobres y los servicios públicos de pronto resultan negociables. Se les echa dinero, se destroza a los competidores, se arreglan los resultados: los que menos merecen son los que más reciben.