Un planeta nada hospitalario

George Monbiot, 30/10/2015,
www.monbiot.com

Evidencia de flujos acuáticos en Marte: esto abre la posibilidad de que haya vida; de maravillas que no podemos ni empezar a imaginar. Su descubrimiento es un logro sorprendente. Entretanto, los científicos marcianos prosiguen su búsqueda de vida inteligente en el planeta Tierra.

Quizá nos sintamos cautivados por la idea de la existencia de microorganismos en otro planeta, pero parece que hayamos perdido el interés por el nuestro. El Oxford Junior Dictionary ha ido eliminando señalizaciones del mundo vivo. Víboras, zarzamoras, campánulas, castañas, acebos holm, urracas, nutrias, prímulas, zorzales, comadrejas y reyezuelos exceden los requisitos.

En los cuatro últimos decenios, el mundo ha perdido el 50% de su vida vertebrada. Pero durante la última mitad de ese período se ha producido una importante reducción de la cobertura. En 2014, de acuerdo con un estudio de la Cardiff University, en la BBC y la ITV se han dado tantas noticias sobre Madeline McCann (fallecida en 2007) como sobre toda la gama de problemas ambientales.

Piense en lo que cambiaríamos si valoráramos el agua terrestre tanto como la posibilidad de agua en Marte. Solo el tres por ciento del agua de nuestro planeta es potable; y dos tercios de ella están congelados. Sin embargo, llevamos la devastación a la parte accesible. El sesenta por ciento del agua usada en la agricultura se pierde innecesariamente por la descuidada irrigación. Ríos, lagos y acuíferos se secan, mientras que los que quedan están a menudo tan contaminados que ponen en riesgo la vida de quienes beben su agua. En el Reino Unido, la demanda doméstica es tal que los tramos superiores de muchos ríos desaparecen durante el verano. Sin embargo, seguimos instalando anticuadas duchas y baños que desbordan como cascadas.

En cuanto al agua salada, de este tipo que nos emociona cuando por lo visto la detectamos en Marte, pero en la Tierra mostramos nuestro aprecio con un frenesí destructivo. Un nuevo informe sugiere que el número de peces se ha reducido a la mitad desde 1970. El atún rojo del Pacífico, que en otro tiempo ocupaba los mares en incontables millones, se ha reducido, según estimaciones, a 40.000, pero aún se les sigue persiguiendo. Los arrecifes de coral están sometidos a tanta presión que la mayoría podría haber desaparecido en 2050. Y en nuestro propio espacio marino profundo, nuestro deseo de peces exóticos nos lleva a entrar en un mundo que apenas conocemos mejor que la superficie del planeta rojo. Ahora los arrastreros trabajan a profundidades de 2.000 metros. Sólo podemos imaginar lo que podrán estar destruyendo.

Horas antes de que se anunciara el descubrimiento marciano, Shell daba por finalizadas su prospecciones de petróleo en el Ártico, en el Mar de Chukotka. Para los accionistas de la compañía, un desastre menor: la pérdida de cuatro mil millones de dólares. Para los que aman el planeta y la vida que sustenta, un golpe de gran fortuna: solo se ha producido porque la compañía no encontró reservas suficientes. De haber seguido Shell adelante, uno de los lugares más vulnerables de la Tierra, donde la contención es casi imposible, se habría visto expuesto a vertidos que son casi inevitables. ¿Podemos dejar estos temas en manos del azar?

A principios de septiembre, dos semanas después de haber concedido a Shell permiso para las prospecciones en el Mar de Chukotka, Barack Obama viajó a Alaska para advertir a los estadounidenses sobre los efectos devastadores del cambio climático, causados por la quema de combustibles fósiles, que podrían catalizarse en el Ártico. "No es suficiente hablar la conversación", les dijo. "Tenemos que andar el camino. Deberíamos acudir al ingenio humano, que podría hacer algo al respecto". Del ingenio humano ha dado pruebas suficientes la NASA, que ha proporcionado estas imágenes sorprendentes. Pero por lo que respecta a las políticas, la búsqueda de vida inteligente prosigue.

Dejemos que el mercado decida: esta es la manera con la que los gobiernos intentan resolver la destrucción planetaria. Dejémoslo a la conciencia de los consumidores, al tiempo que la conciencia es enmudecida y confundida por las mentiras de la publicidad y las corporaciones. Con un casi-vacío de la comunicación, nos corresponde a cada uno decidir lo que deberíamos quitar a otras especies y otros pueblos; lo que deberíamos asignarnos a nosotros mismos o dejar para las generaciones sucesivas. ¿No es probable que haya algunos recursos y algunos lugares —como el Ártico y las profundidades marinas— cuya explotación debería sin más ser abandonada?

Todo este taladrar y cavar, y arrastrar, y llenar de basura y envenenar... ¿para qué sirve? ¿Enriquece la experiencia humana o la ahoga? Hace un par de semanas, lancé el hashtag #extremecivilisation y pedí sugerencias. Me inundaros con ellas. He aquí algunos de los resultados que mis corresponsales han aportado. Todos ellos, por lo que sé, son reales.

Una bandeja de huevos en la nevera que está sincronizada con el teléfono, para que sepamos cuántos huevos quedan. Un dispositivo para batirlos dentro de la cáscara.. Pelucas para bebés, "para que las bebés con poco o ningún pelo tengan la oportunidad de lucir cabellos hermosamente realistas". El iPotty, que permita a los niños pequeños seguir jugando con su iPad mientras realizan su rutina de entrenamiento en el baño. Un cobertizo anti-arañas de 2.000 libras.. Una sauna de nieve, en venta en los Emiratos Árabes Unidos, con la que se puede crear un paraíso invernal pulsando un conmutador. Un envase de sandía refrigerado sobre ruedas: indispensable para los picnics. O quizá no, porque pesa más que el melón. Crema blanqueadora anal para... para ser sincero, no quiero saberlo. Un "cambiador de reloj automático" que le libera de la molestia de enrollar sus tesoros de lujo de muñeca. Un teléfono inteligente para perros, con el que ellos mismos podrán sacarse fotografías. Bananas previamente peladas en bandejas de poliestireno cubiertas de plástico adhesivo. Solo tendrá que pelar el empaquetado...

Todos los años se idean nuevas maneras de perder materiales, y todos los años nos habituamos más al consumo inútil de los recursos más preciosos del mundo. Con cada intensificación sutil, cambia la línea base de la normalidad. No debería sorprendernos que cuanto más rico se hace un país, menos se preocupa la gente de su impacto en el planeta vivo.

Nuestra alienación con respecto al mundo de maravillas con el que hemos evolucionado no ha dejado de intensificarse desde que David Bowie describiera a una joven que camina en un "sueño hundido" para "quedar enganchada a una pantalla de plata", donde una larga serie de distracciones la apartan de las grandes cuestiones de la vida. La canción, por supuesto, es Life on Mars.

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