Por qué los ultraliberales deben negar el cambio climático
George Monbiot, 15/01/2012En cuanto se encuentra con problemas medioambientales, la ideología de la nueva derecha queda atrapada en sus propias contradicciones.
En la pausa de Navidad, leí el que considero el ensayo medioambiental más importante de los últimos 12 meses. Aunque empieza con una crítica ligeramente injusta a una columna mía, no quiero tenérselo en cuenta al autor. En una exposición sencilla y muy breve, Matt Bruenig presenta un desafío devastador a los que se consideran ultraliberales y explica la razón de que no tengan otra opción que la de negar el cambio climático y los problemas medioambientales.
Bruenig explica cuál es ahora el argumento central usado por los conservadores y ultraliberales: que la justicia del procedimiento por el que se obtuvo la propiedad fue adecuada. Dicho brevemente, si el proceso por el que se adquirió la propiedad fue justo, entonces los que la adquirieron deben tener la libertad de usarla como deseen, sin restricciones sociales ni obligaciones ante otros.
Sus derechos de propiedad son absolutos y ni el Estado ni nadie puede intervenir en ellos. Cualquier interferencia en los derechos de propiedad o daño que se le haga a su valor sin su consentimiento, incluso mediante fiscalización, es una intromisión injustificada. Esta, con variaciones locales, es la filosofía básica de los candidatos republicanos, el movimiento del Tea Party, los grupos de lobbies que se dan a sí mismos el nombre de “thinktanks del mercado libre” y una gran parte de la nueva derecha del Reino Unido.
Es una visión implacable, unilateral y mecánica del mundo, que coloca los derechos de propiedad por encima de todo lo demás, lo que significa que quienes poseen la mayor parte de la propiedad acaban acumulando un gran poder sobre los demás. Disfrazada de libertad, es una fórmula para la opresión y la servidumbre. No hace nada para tratar la desigualdad, las calamidades o la exclusión social. Una visión que transparentemente se sirve a sí misma, trata de justificar el comportamiento codicioso y egoísta de los que tienen la riqueza y el poder. Pero en beneficio de la argumentación, dice Bruering, aceptemos la teoría.
Aceptemos la idea de que el daño al valor de la propiedad sin el consentimiento del propietario es una intrusión injustificada en las libertades del propietario. Lo que esto significa es que cuando los ultraliberales encuentran problemas medioambientales, quedan atrapados.
El cambio climático, la contaminación industrial, el agotamiento del ozono, el daño a la belleza física del área que rodea las casas de las personas (y con ello su valor) son esos problemas, pues si los ultraliberales no poseyeran un alto grado de doble moral, tendrían que denunciarse a sí mismos por interferir en las propiedades de otros.
Los propietarios de las centrales térmicas de carbón en el Reino Unido no han obtenido el consentimiento de todos los propietarios de un lago o un bosque sueco para depositar allí la lluvia ácida. Por tanto, desde el punto de vista ultraliberal, sus emisiones deberían ser consideradas como una forma de invasión de las propiedades de suecos. Tampoco han recibido el consentimiento de las personas de este país para permitir que el mercurio y otros metales pesados entren en nuestra corriente sanguínea, lo que significa que están invadiendo la propiedad que tenemos sobre nuestro cuerpo.
Tampoco ellos o los aeropuertos, compañías petrolíferas o fabricantes de coches obtuvieron el consentimiento de todos los afectados por la liberación de dióxido de carbono en la atmósfera, alterando las temperaturas globales y produciendo subidas del nivel del mar, sequías, tormentas y otros impactos, con lo que dañan la propiedad de muchas personas.
Tal como dice Bruenig: “Casi todos los usos de la tierra entrañan una invasión de otra tierra que tiene otro propietario. Por tanto, ¿cómo se puede permitir tal cosa? Nada que se diga sobre la libertad y los derechos de propiedad puede justificar nunca la contaminación o la quema de combustibles, porque ello afecta a la libertad y a los derechos de propiedad de los demás. En última instancia, estas acciones pueden dañar las propiedades y a las personas que las rodean sin obtener el consentimiento de los afectados. Sería el equivalente ético a que los honestos ultraliberales pudieran golpear a alguien en la cara o romper la ventana de otro”.
Aquí tenemos, pues, una explicación simple y coherente del motivo por el que los ultraliberales suelen estar asociados con la negación del cambio climático y rechazan los otros problemas medioambientales. Al propietario de una central eléctrica, una acería, una cantera o cualquier gran empresa le resultaría imposible obtener el consentimiento de todas las invasiones que comete contra la propiedad de otras personas, incluyendo el cuerpo de estas.
Este es el punto en el que el ultraliberal choca contra la tozuda realidad y se arruga como una lata de refresco. Cualquier aplicación honesta y completa de esa filosofía iría en contra de su objetivo, que es el de que los propietarios del capital puedan expandir sus intereses sin impuestos, sin regulaciones y sin el reconocimiento de los derechos de los demás. El ultraliberalismo se derrota a sí mismo en cuanto reconoce la existencia de los problemas medioambientales. Por tanto, deben negarlos.
Traducido para Globalízate por Víctor García
Artículo original:
http://www.monbiot.com/2012/01/06/why-libertarians-must-deny-climate-change/