El mundo perdido

George Monbiot, 08/05/2011

¿Dónde está la visión medioambiental que puede oponer resistencia al proyecto de demoler el planeta?

Pensará que está discutiendo sobre tecnologías, pero descubrirá rápidamente que sobre lo que está discutiendo es sobre sistemas de creencias. La batalla entre los medioambientalistas acerca de cómo se suministrará la energía futura (o si llegará a suministrarse), es una clave de algo mucho mayor: quiénes somos, quiénes queremos ser, cómo queremos que evolucione la sociedad. Al lado de estas preocupaciones, las materias técnicas –partes por millón, costes por megavatio-hora, los cánceres por sievert–, tienen poco peso. Elegimos nuestra tecnología –o ausencia de tecnología– de acuerdo con un conjunto de creencias profundas; creencias que, en algunos casos, ni siquiera analizamos.

El caso contra el abandono de la energía nuclear, por ejemplo, es simple: será sustituida por combustibles fósiles o por energías renovables que, en otra circunstancia, habrían terminado sustituyendo a los combustibles fósiles. En cualquiera de las circunstancias, los gases de efecto invernadero, otras formas de destrucción y causantes de las muertes y lesiones de las personas, seguirán creciendo.

El caso contra la reducción de los suministros de electricidad es igual de claro. Por ejemplo, el informe Zero Carbon Britain publicado por el Centre for Alternative Technology exige un 55% de recorte en la demanda de energía global para 2030: un objetivo que apoyo claramente. También prevé un aumento de casi el doble de la producción de electricidad(1). La razón es que los medios más viables para descarbonizar tanto el transporte como la calefacción consisten en sustituir los combustibles que usan por una electricidad baja en carbono. Reducimos el suministro de electricidad y quedamos atrapados por el petróleo y el gas. Si cerramos las centrales nucleares, hemos de aceptar una expansión de las renovables todavía mayor que la que habíamos propuesto actualmente. Teniendo en cuenta la enorme resistencia pública a incluso el incremento más modesto de las granjas eólicas y las nuevas líneas de energía, será difícil conseguirlo.

Lo que provoca la cuestión nuclear es concentrar la mente en la cuestión eléctrica. Descarbonizar la economía implica un incremento en infraestructura. La infraestructura es fea, destructiva y está controlada por corporaciones y gobiernos remotos. Estas cuestiones también nos dividen, porque la misma opinión mundial nos dice que debemos reducir las emisiones, defender nuestros paisajes y resistirnos al Estado y a las grandes empresas. Los cuatro objetivos están enfrentados.

Pero incluso aunque podamos aceptar una expansión de la infraestructura, la visión tecnocéntrica que cuenta el carbono, que he favorecido, se ve en problemas. El problema es que busca dar acomodo a un sistema que no puede ser acomodado: un sistema que exige un crecimiento económico perpetuo. Tal como prevé el informe Zero Carbon Britain, podemos llegar a estar libres del carbono para el año 2030. Pero el crecimiento nos asegura de que tendremos que enfrentarnos de nuevo al problema en 2050, 2070 y continuadamente.

La acomodación solo tiene sentido si la economía alcanza un punto de creación continua. Pero cuanto más clara se vuelve la visión, más lejana parece. Una economía de creación continua solo será políticamente posible si se nos puede persuadir de que dejemos de aprovecharla. A su vez, esto solo será factible si nos sentimos más seguros. Pero la carrera global por los resultados, con su destrucción de las pensiones, el bienestar, los servicios públicos y el empleo estable hace que la gente se sienta menos segura, estimulándonos a aprovecharnos de esa economía tanto como podamos.

Si esta visión no parece plausible, consideremos las alternativas. En la edición más reciente de su excelente revista The Land, Simon Fairlie responde furioso a mi sugerencia de que tendríamos que tener en cuenta a la industria cuando elijamos nuestras fuentes de energía (2). Su artículo expone un problema notable, pero que pocas veces se percibe: que la mayoría de quienes están a favor de una economía fuera de la red y basada en la tierra no hacen ninguna provisión pensando en los fabricantes. No estoy hablando de la basura sin sentido del suplemento de compras de FT. Estoy hablando de la energía requerida para hacer ladrillos, cristal, herramientas y utensilios metálicos, textiles (excepto las prendas de tweed salidas de telares manuales que Fairlie sugiere que vestiremos), cerámica y jabón: mercancías que casi todo el mundo considera como los requisitos mínimos imprescindibles.

La gente como Fairlie, ¿realmente están proponiendo que prescindamos de todo eso? Si no es así, ¿qué fuentes de energía sugieren que usemos? El carbón vegetal volvería a poner la industria en competencia directa con la agricultura, extendiendo el hambre y garantizando que los productos fabricados se convirtieran en el privilegio de los muy ricos. (Recordemos que, como señala E.A. Wrigley, la mitad de la superficie de tierra de Gran Bretaña podría producir carbón vegetal suficiente para hacer 1,25 millones de toneladas de hierro en barra –una fracción de la demanda actual–, y nada más que eso (3)). Un medioambientalista honesto debe explicar qué productos se seguirían fabricando y cuáles no, así como cuáles serían las fuentes de energía para su manufactura.

Todavía tenemos aquí un problema algo mayor: incluso aunque hagamos provisiones para algunas manufacturas pero, como Fairlie, preveamos una reducción masiva y un regreso a una economía basada en la tierra, ¿cómo pondremos a la gente de nuestro lado? ¿Dónde está el apetito público de esa transición?
Un tercer grupo intenta evitar esos conflictos prediciendo que el problema se resolverá con un desmoronamiento: la fatalidad es nuestra salvación. El colapso de la economía, afirman estas personas, es inminente y expiatorio. Creo que se equivocan en ambas cosas.

La semana pasada sucedió algo sorprendente: Fatih Birol, jefe de economía de la International Energy Agency, reveló que la cima del petróleo ya se había alcanzado. “Creemos que la producción de crudo ya llegó a su cima, en 2006”.(4) Si esto es cierto, deberíamos encolerizarnos con la IEA. En 2005 su director ejecutivo se burló de los que predecían el punto culminante de la extracción, llamándolos “fatalistas”(5). Hasta 2008 (dos años después de que sucediera lo que la IEA dice ahora que sucedió), la agencia siguió despreciando la posibilidad de que se hubiera alcanzado esa cima (6,7).

Pero esto también plantea una cuestión difícil para nosotros, los verdes: ¿por qué no se ha hundido la economía global, tal como habíamos predicho? Es cierto que se tambaleó, pero en gran parte fue por otras razones. Ahora, como una venganza, el crecimiento global ha vuelto: alcanzó el 4,6% el pasado año(8), y el FMI predice aproximadamente las mismas cifras para 2011 y 2012(9). La razón, tal como explicó Birol a continuación, es que el gas natural líquido y las arenas alquitranadas ya están cubriendo el vacío. No solo hace que la economía parezca más resistente de lo que suponíamos a los impactos sobre los recursos, sino que el resultado de ese impacto es un incremento, no una reducción, de la destrucción medioambiental.

El problema al que nos enfrentamos no es que tengamos muy poco combustible fósil, sino que tenemos mucho. Conforme el petróleo decline, las economías se pasarán a las arenas alquitranadas, al gas de esquisto y al carbón; conforme decline el carbón accesible, pasarán a las reservas de las grandes profundidades (usando la gasificación subterránea para explotar esas reservas) y a los clatratos de metano. Esto mismo se aplica, probablemente, a casi todos los minerales: los encontraremos; y explotarlos significará convertir en basura una proporción cada vez mayor de la superficie del mundo. Tenemos todo tipo de recursos no renovables para completar la ruina de nuestros recursos renovables: bosques, suelo, pescado, agua potable, un clima benigno. El colapso llegará algún día, pero no antes de haber echado a perder con nosotros todo lo demás.

Incluso si se produjera un cataclismo económico inmediato, no está claro que el resultado fuera una reducción de nuestra capacidad de destrucción. En el África oriental, por ejemplo, he visto que cuando los recursos de parafina o queroseno se ven perturbados, la gente no deja de cocinar: talan más árboles. La Historia nos enseña que siempre que se ha producido un hundimiento a gran escala, los psicópatas toman el control. Difícilmente algo así puede conducir a un uso racional de los activos naturales.

Todos los que estamos en el movimiento medioambiental –tanto si proponemos la acomodación, la reducción radical o el colapso– hemos perdido. Ninguno de nosotros tiene todavía una explicación convincente de cómo se puede sacar a la humanidad de esta situación. Ninguna de las soluciones que hemos elegido rompe el proyecto de atomizar y destruir el planeta. Espero que al plantear el problema encontremos el estímulo para abordarlo con mayor lógica, para abandonar el pensamiento mágico y para reconocer las contradicciones a las que nos enfrentamos. Pero incluso eso puede quedar fuera de nuestras posibilidades.

Traducido para Globalízate por Víctor García

Artículo original:

http://www.monbiot.com/2011/05/02/the-lost-world/

Referencias:

1. http://www.zerocarbonbritain.com/

2. http://www.thelandmagazine.org.uk/articles/thanks-george-no-thanks-1

3. EA Wrigley, 2010. Energy and the English Industrial Revolution, pages 16 and 17. Cambridge University Press.

4. http://www.abc.net.au/catalyst/oilcrunch/

5. Claude Mandil, 2005. Foreword to Resources to Reserves: Oil and Gas Technologies for the Energy Markets of the Future, page 3. International Energy Agency, Paris.

6. In its 2007 World Energy Outlook report, the IEA states that “World oil resources,” it states, “are judged to be sufficient to meet the projected growth in demand to 2030?. It says nothing about what happens after that point. World Energy Outlook 2007, page 43. IEA, Paris.

7. In the 2008 report, it stated that “Although global oil production in total is not expected to peak before 2030, production of conventional oil … is projected to level off towards the end of the projection period.” This was the first time the IEA forecast the peaking or plateauing of the world’s conventional oil production. International Energy Agency, 2008. World Energy Outlook 2008, page 103. IEA, Paris.

8. https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/xx.html

9. IMF, April 2011. World Economic Outlook. http://www.imf.org/external/pubs/ft/weo/2011/01/pdf/text.pdf

Ver todos artículos por George Monbiot