Booker y sus bookerismos
George Monbiot, 16/08/2010Los negacionistas del cambio climático se están cavando ellos mismos un agujero cada vez más profundo en el asunto del ‘Amazongate’
Esto se está poniendo más entretenido por momentos. Quienes tan fuerte apostaron en la historia del “Amazongate”, para ver que el asunto se ha dado la vuelta y les muerde, están cavando ahora un agujero tan profundo que pronto podrán presenciar ellos mismos un escenario de cambio climático, cuando salgan del agujero, con las palas en la mano, en mitad del Desierto de la Gran Victoria.
Esta es la historia hasta el momento. En enero, el bloguero derechista Richard North afirmó que el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, siglas en inglés) “ha exagerado gravemente los efectos del calentamiento global en la selva tropical amazónica”. En 2007 el Panel había afirmado que “hasta el 40% de la selva amazónica podía reaccionar drásticamente incluso a una reducción ligera de las precipitaciones”. La reducción de la lluvia podía destruir rápidamente los bosques, que serían reemplazados por ecosistemas “como las sabanas tropicales”.
North afirmó que esto “parece una total invención”, aunque más tarde se retractó de una de sus afirmaciones.
Su historia fue recogida por centenares de negacionistas del cambio climático, algunos de los cuales llegaron a afirmar que esto destruía la teoría del calentamiento global. También fue usado por el Sunday Times, que tituló su informe “El panel del clima de la ONU avergonzado por la falaz afirmación sobre la selva tropical”.
Hace dos semanas, el Sunday Times publicaba una retractación completa y presentaba sus excusas, al descubrir que lo que publicaron era falso.
Entonces, podría pensar el lector, se terminó el asunto. Cuán equivocado estaría. Lejos de aceptar que habían cometido un error, los promotores de esta historia parecen decididos ahora a acrecentarlo. En el Sunday nuestro viejo amigo Christopher Booker afirmó que:
“una búsqueda exhaustiva en toda la literatura científica sobre el tema realizada por mi colega el Dr. Richard North (responsable del descubrimiento del “Amazongate”), no ha permitido encontrar un solo estudio que confirme la afirmación específica hecha por el informe del IPCC’s 2007 … todas las evidencias observadas indican que la selva es mucho más resistente a las fluctuaciones climáticas que lo que los alarmistas nos habían hecho creer”.
No hay duda de que el IPCC cometió un error. Basar su información sobre el Amazonas en un informe del grupo ecologista WWF en lugar de en la abundante literatura revisada sobre el tema fue extraño y tonto. También es un problema de trivialidad soporífera, teniendo en cuenta el hecho de que los informes del IPCC 2007 se extiendan por varios miles de páginas y contengan decenas de miles de referencias, que sienta que debo excusarme por ocupar parte del tiempo del lector prosiguiendo con el tema. Pero los negacionistas del cambio climático han convertido el asunto en algo de tanta importancia que no puede ser ignorado.
También es cierto que en ninguna parte de la literatura con peer-review exista una la afirmación específica de que “hasta el 40% de la selva amazónica podía reaccionar drásticamente incluso a una reducción ligera de las precipitaciones”. Esta cifra se sacó del informe de WWF y no debería haberse hecho.
Pero lejos de “exagerar gravemente” el estado de la ciencia en 2007, como afirma North, el IPCC –al referenciar el informe de WWF en lugar de la literatura sometida al peer-review- lo subestima gravemente. Los dos artículos más destacados sobre el tema en la época del informe de 2007 fueron publicados en Theoretical and Applied Climatology. Son citados en toda la literatura sobre la regresión de la Amazonía.
¿Y qué es lo que nos dicen? Que la proyección del informe del IPCC está muy por debajo y muy lejos de los impactos predichos sobre la Amazonía.
El primer documento, de Cox et al, muestra una caída de la cubierta de árboles de hoja ancha de aproximadamente el 80% de la región amazónica en el año 2000 a aproximadamente un 28% en 2010 (Figura 6). Esto es ya bastante malo, porque implica a más del 40% de la selva tropical (1). Pero la selva, dice el estudio, no será sustituida en gran parte por la sabana:
“Cuando la fracción boscosa empiece a caer (aproximadamente desde el 2040 en adelante) inicialmente las hierbas C4 se expandirán para ocupar parte de las tierras vacías. Sin embargo, la sequía y el calentamiento implacables hacen que las condiciones no sean favorables ni siquiera para este tipo funcional de planta, por lo que el área amazónica termina como suelo predominantemente desnudo (fracción de área >0.5) en 2100”.
Dicho de otro modo, la región más exuberante de la tierra, según las proyecciones de este artículo, será sustituida en este siglo, en su mayor parte, por el desierto como consecuencia del calentamiento global (y la consiguiente reducción de las precipitaciones). Espero no tener que explicar las consecuencias de esto para la biodiversidad, los pueblos de la Amazonía o las retroalimentaciones climáticas, como que el carbono que contengan árboles y suelo se oxidará y pasará a la atmósfera.
¿Y qué es lo que dice el segundo documento? Betts et al van todavía más lejos(2). Según su modelo:
“A finales del siglo XXI, la cubierta de árboles de hoja ancha de la Amazonía se habrá reducido de más del 80% a menos del 10%”.
Son ligeramente más optimistas con respecto al equilibrio sabana/desierto.
“En aproximadamente la mitad de esta zona, los árboles habrán sido sustituidos por hierbas C4, lo que llevará a un paisaje tipo sabana. En otras partes, ni siquiera la hierba será posible y las condiciones serán,
esencialmente, las de desierto”.
¿No resulta tranquilizador?
Estos documentos tienen su referencia en el informe del IPCC 2007.
Y no son los únicos. Un documento de 1999 de White, Cannell and Friend, editado también en una publicación con peer-review(3), muestra casi toda la cuenca del Amazonas como un desierto para 2080 (Figure 2b(ii)).
Compare estas proyecciones con la afirmación de Booker de que:
“todas las evidencias observadas indican que la selva es mucho más resistente a las fluctuaciones climáticas que lo que los alarmistas nos habían hecho creer”.
Por el momento, los promotores del asunto del Amazongate tienen tres opciones. Pueden persistir en la afirmación de que el IPCC estaba equivocado, pero esta vez sobre la base de que había subestimado la probable respuesta del Amazonas al cambio climático. Pero para ellos, eso crearía más problemas de los que resuelve. Podrían volver a su antigua defensa y afirmar que todo es irrelevante, porque las proyecciones de los científicos acerca de cómo podría responder el Amazonas al cambio climático están basadas en modelos. Pero eso les obligaría a sugerir un modo mejor de predecir los acontecimientos futuros. ¿Hojas de té? ¿Entrañas? ¿Bolas de cristal? O podrían escabullirse tranquilamente antes de que esta condenada cruzada les cause mayor vergüenza, y encuentren algo más útil que hacer.
Booker termina su obra manteniendo que en “la única ocasión” en la que intenté exponer que vende mala información, me equivoqué y tuve que excusarme ante los lectores. Ciertamente, Descubrí que una de mis informaciones era errónea y lo dije en cuanto lo descubrí. Ahí es donde Christopher y yo nos diferenciamos: admito mis errores, pero él no.
Pero me fascinó su afirmación de que había sido la “única ocasión” en la que lo había criticado. Su memoria es muy corta o muy selectiva. Para ilustrarle un poco, estas son algunas de las otras ocasiones en las que señalé sus errores:
En 2007, mostré que Booker y North habían seleccionado cuidadosamente los datos para apoyar su afirmación de que las cámaras de control de velocidad habían impedido que siguiera bajando la tasa de muertes en la carretera. Habían ignorado las evidencias más recientes (que contradecían flagrantemente sus afirmaciones), citaron mal un informe de la Cámara de los Comunes y cambiaron la fecha de un artículo mío, produciendo el efecto de que su texto era más convincente.
In 2008, demostré que Booker había citado mal artículos científicos, inmerso en su método de seleccionar sus materiales y basándose en la palabra de un hombre condenado por el Trade Descriptions Act por haber hecho falsos testimonios en sus calificaciones de apoyo a su afirmación de que el aglutinante de amianto blanco “no plantea riesgos a la salud que pueden medirse”.
También dediqué mi atención a mi Bookerismo favorito: su observación, en febrero de 2008, de que el “hielo ártico no se está desvaneciendo en absoluto”. Los “calientoalarmistas”, decía, se habían basado mucho en el hecho de que en septiembre de 2007 el casquete polar se había reducido al nivel más bajo nunca registrado. Pero ahora se ha recuperado, demostrando lo equivocados que estaban. Para reforzar su tesis, publicaba útilmente un gráfico, mostrando que ciertamente el hielo se había expandido entre septiembre y enero. Señalé que el Sunday Telegraph seguía empleando a un hombre que no podía ver la diferencia entre el verano y el invierno.
En 2009, Detallé seis errores garrafales en solo una de sus columnas. El mes pasado, arremetí contra él por afirmar falsamente que según las leyes de la UE puedes enterrar animales domésticos después de “cocinarlos a presión a 130º C durante media hora”.
No pienso pasarme la vida corrigiendo los errores de Booker, pero el volumen de información falsa que ha publicado es alucinante y alguien tiene que pedirle que se explique. Otros periodistas, quizás sabiamente, no se molestan en hacerlo.
Todo este material sería una buena astracanada. Pero corremos el peligro de olvidar que concierne a un tema profundamente serio: un cambio en las condiciones climáticas que han permitido la civilización humana y la actual población humana; y, específicamente, la degradación en desierto y en maleza y hierba de los más maravillosos y hermosos ecosistemas del mundo. Es difícil sobrestimar la irresponsabilidad de los que falsean la ciencia con el objetivo de persuadir a los demás de que no se necesita hacer nada.
Traducido para Globalízate por Víctor García
Artículo original:
http://www.monbiot.com/archives/2010/07/06/a-bookful-of-bookerisms/
Referencias:
1. PM Cox et al, 2004. Amazonian forest dieback under climate-carbon cycle projections for the 21st century. Theoretical and Applied Climatology, 78, 137–156. DOI 10.1007/s00704-004-0049-4
2. RA Betts et al, 2004. The role of ecosystem-atmosphere interactions in simulated Amazonian precipitation decrease and forest dieback under global climate warming. Theoretical and Applied Climatology, 78, 157–175. DOI 10.1007/s00704-004-0050-y
3. A White, MGR Cannell, AD Friend, 1999. Climate change impacts on ecosystems and the terrestrial carbon sink: a new assessment. Global Environmental Change, 9, S21-S30.