Un juego con doble trampa

George Monbiot, 05/06/2005,
The Guardian

El Reino Unido y la Unión Europea mantienen a las naciones más pobres exactamente donde quieren: Obligadas a sus patrones.

¡Alegría! ¡El mundo esta a salvo! Los gobiernos de Europa han acordado que para el 2015 darán el 0.7% de sus ingresos nacionales para ayudas al desarrollo. Hay que reconocer que han pasado 25 años desde que se lo plantearon, y todavía es menos de lo que obtienen del pobre en pagos de la deuda. Pero, ¡hurra! en cualquier caso. Aunque Tony Blair no será presidente de la UE hasta finales de años, ha obtenido algo de crédito por su insistencia en que el encuentro del G8 del próximo mes de Julio haga que la pobreza sea historia. Es inspirador, hasta que comprendes el contexto.

Todos lo que han estudiado la pobreza global -incluidos los gobiernos europeos- reconocen que la ayuda no puede compensar las condiciones injustas del comercio. Si incrementaran su porcentaje de exportaciones mundiales en un 5%, los países en desarrollo ganarían 350 mil millones de dólares extras al año, tres veces mas que los que les darán en 2015. Cualquier gobierno que quisiera ayudar a estos países, seguramente haría su prioridad estudiar las condiciones de comercio entre ricos y pobres.

Esto, realmente, es lo que el Reino Unido parece haber hecho. En marzo, publicaron el documento de política exterior más progresista que ha escapado alguna vez de Whitehall. El departamento de comercio y desarrollo internacional prometía que:”No forzaremos la liberalización del comercio en los países en desarrollo.”Reconocía que una política que insiste en condiciones iguales para ricos y pobres es como achuchar un mastín a un chihuahua. Si un país no puede construir sus industrias detrás de barreras protectoras, será destruida por el libre comercio. Casi todas las naciones que hoy son ricas, incluyendo al Reino Unido y a los Estados Unidos, usaron esta estrategia. Pero las reglas actuales prohíben a los pobres seguirles. La Unión Europea, insistía en el documento, debería, mientras abre sus propios mercados, permitir a las naciones pobres abrir las suyas en “20 años o más”.

Pero hace dos semanas, The Guardian obtuvo una carta filtrada que mostraba como Meter Mnadelson, el comisario europeo de comercio, estaba intentando socavar las nuevas políticas del Reino Unido. Su funcionario de mayor rango se quejó de que el documento era “un giro grande y no bienvenido… Mandelson esta aceptando nuestras preocupaciones y presionará para que se revise la línea del Reino Unido”.

En otras palabras, se nos pide que creamos, que un hombre que debe su carrera política completamente a Tony Blair y que le ha devuelto el favor con una adulación nauseabunda, estaba conspirando para destruir su apreciada política. No parece probable y no hay que hacer un gran esfuerzo imaginativo para ver el doble juego que se esta desarrollando. Antes de las elecciones, Blair hizo uno de sus llamamientos lacrimógenos por amor, compasión y confraternidad humana y cargar a su espalda al movimiento contra la pobreza. Después de las elecciones, descubre, para su inestimable pena, que amor, compasión y confraternidad humana, no serán después posibles, como resultado de las leyes decretadas por la comisión europea.

Este resultado fue predicho por el Movimiento para el Desarrollo Mundial, cuando un extraordinario documentado fue publicado en Marzo. “El tiempo dirá si el Reino Unido… pondrá capital político real a este anuncio, o si se esconderán detrás de la comisión europea y anuncian su incapacidad para influir en las negociaciones.” Nostradamus estaría orgulloso de estos chicos.

La idea que yo tengo sobre porque Blair no tuvo ninguna intención de introducir condiciones justas en el comercio, vienen del apoyo del Reino Unido en la apuesta por Pascal Lamy, el predecesor de Mandelson, para que se convierta en el director de la Organización Mundial del Comercio. Hacer a Lamy director de la OMC es una locura como hacer, digo, a Paul Wolfowitz…, la sátira realmente ya no parece funcionar.

Todos parecen haber olvidado que Lamy fue el hombre que destruyó las conversaciones sobre comercio mundial en México en septiembre de 2003. Intentó forzar nuevas leyes en inversión, competición y adquisición, que habrían permitido a las corporaciones dictar las condiciones a los gobiernos del tercer mundo. Persistió con esa política incluso, cuando había perdido el apoyo de los gobiernos europeos, y se volvió obvio que su posición forzaría a los países del tercer mundo a retirarse. Para cínicos como yo, no fue difícil ver el por qué. Por primera vez en la historia de la OMC, las naciones pobres estaban haciendo un uso efectivo de la negociación colectiva y pidiendo concesiones mayores al rico. Al cargarse las conversaciones, Lamy previno que un régimen comercial más justo fuera introducido. Dejó libres a los países más ricos para que golpearan tratados con sus compañeros comerciales más débiles. Y el Reino Unido y el resto de Europa se escondieron detrás de él.

Así, el tercer mundo va a necesitar una ayuda extra, en 2015 y mucho después. Esto significa que seguirán siendo obedientes a las demandas de los países con interés en su explotación continuada. Estas demandas han hecho más que nada, sujetarles. Como muestran las propias cifras del Banco Mundial, durante 20 años (1960-1980) antes que él y el FMI comenzarán a introducir condiciones estrictas en los países que aceptaron sus prestamos, el crecimiento medio anual era de un 2.5%. En los 18 años posteriores (1980-1998), fue el 0.0%.

El gobierno británico ha hecho su propia contribución a la miseria del Tercer Mundo atando los desembolsos de ayudas a la privatización de servicios públicos esenciales. Ha estado pagando al Instituto Adam Smith, un lobby derechista, hasta 9 millones de libras al año para que supervise los programas de privatización en los países en desarrollo. La semana pasada, Tanzania retiró un acuerdo que nuestro gobierno había atado para la compañía británica Biwater para privatizar los suministros de agua en Dar es Salaam.

De nuevo, el gobierno admitió, antes de la elección, que sus críticos tenían razón. El Departamento para el Desarrollo Internacional publicó un gran “mea culpa” en el que prometieron:” No haremos que nuestra ayuda esté condicionada a decisiones políticas específicas de los gobiernos, o intentaremos imponer elecciones políticas en ellos (incluyendo … privatización o liberalización del gobierno).” Parece genial, hasta que lees todo el documento. Sobre la privatización, el DDI admite que había “preocupación de que en los 80 y 90 los donantes empujaron para la introducción de reformas, sin tener en cuenta si éstas, eran en interés de los países.” ¿La década de los 80 y los 90? ¿Qué pasa con las privatizaciones que se estuvieron pidiendo en 2004 y al principio de 2005? ¿Qué pasa con el reciente a los servicios públicos en Tanzania, Sudáfrica, Gana y el estado indio de Andrha Pradesh?¿Qué pasa con el dinero que se esta todavía pagando al Instituto Adam Smith?

DDI pasó a decir que decidirá si da el dinero a un país observando si “el FMI realiza una asesoramiento sobre la posición macroeconómica del país.”El DDI sabe muy bien que el FMI continua juzgando a los países por el grade según el cual abrazan las privatizaciones y la liberalización. Una vez mÁs, el gobierno británico está dilapidando su ética, usando la política de un cuerpo internacional para hacer que la justicia sea historia.

Mientras usa el lenguaje correcto y dice cosas para agradar a sus críticos, el Reino Unido y la Unión Europea siguen manteniendo a las naciones más pobres donde las quieren: Obligadas a sus patrones. De repente, un incremento en la ayuda no parece después de todo una noticia tan buena.

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