La Revuelta de los Pingüinos en Chile
Federico Moreno, 05/07/2006, ZnetLA REVUELTA DE LOS PINGÜINOS DE CHILE
Chile se ha visto rebasado por estudiantes de secundaria que, con sus protestas masivas, han forzado al gobierno a abandonar los cortes que tenía planeados en gastos a la educación.
Llamados “pingüinos” por sus uniformes de traje y corbata, los estudiantes han sacudido los fundamentos de la rígida estructura social chilena, heredada de la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet. Ahora, el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, del Partido Socialista, que tomó posesión apenas a inicios de este año, ha sido forzado a dar marcha atrás a sus planes.
Las últimas seis semanas en Chile han estado marcadas por el paro de alrededor de un millón de estudiantes; la ocupación de más de mil escuelas secundarias y la mayoría de las universidades del país, así como la realización de marchas cada semana, incluso, a veces, diariamente.
El movimiento también ha llevado su lucha a las calles en contra de la sofisticada maquinaria de represión chilena: integrada por los carabineros (la policía nacional) antimotines y tanques que disparan a presión una mezcla de agua y de gas lacrimógeno. Los estudiantes, algunos incluso de apenas trece años, defendiéndose con palos, piedras y bombas Molotov.
La lucha comenzó como una pelea defensiva: parar las propuestas del gobierno de Bachelet, presentadas en marzo, de incrementar el costo de la Prueba de Selección Universitaria (PSU) y una restricción en los pases de transporte estudiantil, a sólo dos viajes por día.
Pero ésta se ha vuelto una lucha ofensiva. El movimiento ahora demanda transporte gratis y que se acaben todas las cuotas para la PSU, así como la derogación de la ley, conocida como LOCE, por sus iniciales, que implementaba la privatización del sistema educativo chileno que aprobó Pinochet antes de que dimitiera.
“El costo promedio del colegio es de 4 mil pesos al año,” explicaba Rodrigo Olivares, presidente de la Federación de Estudiantes en Solidaridad (FESOL) y miembro del comité de 34 estudiantes que negocian con el gobierno. “Sólo 30 por ciento de los estudiantes de secundaria logran ingresar a la universidad y a las familias de clase trabajadora no les alcanza para las comidas y para los pasajes de transporte de los jóvenes. Bachelet dice que no hay dinero, pero el precio de uno solo de los 17 jets F-16 que compró este año para las fuerzas armadas es suficiente para cubrir todas nuestras demandas.”
El movimiento ha sido organizado por la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES), la cual se formó este año a través de la unión de organizaciones de jóvenes del Partido Comunista (Juventudes Comunistas) y del Partido Socialista (Juventudes Socialistas) con el independiente FESOL.
La ACES se compone de dos delegados de cada escuela y elige a un comité de 34 representantes para negociar con el gobierno. El carácter democrático de la ACES ha significado una activa participación de los estudiantes en las distintas tareas y no ha permitido que el movimiento se descarrile, a pesar de que las organizaciones de jóvenes del propio partido de Bachelet son de las principales fuerzas que lo encabezan.
A la marcha de los pingüinos la respaldan varios estratos de la sociedad chilena, incluyendo los estudiantes universitarios, varios sectores de la clase trabajadora y la mayoría de los padres. De acuerdo con algunos sondeos, el 87% de la población apoya a los estudiantes.
Las marchas semanales en contra de las propuestas iniciales de Bachelet se enfrentaron en abril a la represión y a cientos de arrestos, los cuales generaron malestar y desencadenaron una respuesta creciente y comprometida de los estudiantes. Bajo la presión de las crecientes movilizaciones, Bachelet abandonó sus propuestas, pero se negó a considerar las demás demandas de los estudiantes.
En mayo, estudiantes de trece secundarias de Santiago ocuparon sus escuelas, esperando que Bachelet se pronunciara sobre el tema en su discurso a la nación, el 21 de mayo. Cuando Bachelet terminó su discurso sin siquiera mencionarlo, las ocupaciones se extendieron como el fuego.
El 29 de mayo, el ministro de Educación, Martín Zilic, convocó a una reunión con los representantes de las secundarias. Cuando cientos se presentaron, sólo se les permitió la entrada al ministerio a unos cuantos y Zilic mandó en su lugar a un secretario.
“Esto causó mucha indignación en el movimiento,” dijo Olivera. “Dijimos que no nos sentaríamos hasta que el ministro viniera en persona. Ahora nosotros imponíamos las condiciones: no el gobierno. Además, todos los estudiantes que vinieron de todo Chile se sumaron a la ACES, la cual se convirtió en una verdadera asamblea nacional.”
Las siguientes dos semanas vieron la parálisis del sistema educativo chileno, con cerca de mil secundarias ocupadas a escala nacional, con estudiantes universitarios ocupando sus propios campus en solidaridad con los pingüinos y presentando sus propias demandas.
Hubo importantes marchas tres días a la semana en varias regiones, en las que se produjeron confrontaciones con la policía y cientos de arrestos. En estas condiciones, el gobierno empezó las negociaciones con el comité de la ACES de 34 estudiantes y se vio en constante retirada, hasta ceder prácticamente en todas las demandas de los estudiantes.
El clímax de la revuelta de los pingüinos llegó el 5 de junio con una huelga nacional convocada por la ACES, a la cual se sumaron varias organizaciones políticas y sociales, sindicatos y, lo más curioso, los propios trabajadores del Ministerio de Educación. Santiago se despertó con barricadas en las calles, cientos de estudiantes se confrontaron con la policía durante todo el día y hasta bien entrada la noche.
Los estudiantes de 15, 16 y 17 años que encabezan este movimiento se han vuelto un fenómeno en Chile, poniendo en situaciones muy vergonzosas a senadores en algunos debates televisados en vivo, exasperando a presentadores de noticias y tratando a los ministros del gobierno como si fueran niños que no entendieran...
Olivares explica cómo en las negociaciones con Zilic, “si el ministro salía a fumar o iba a consultar con Bachelet, parábamos la reunión. Si él no estaba presente, no íbamos a dialogar. Así fue como lo tuvimos esos días, desde las 5 de la tarde hasta medianoche. Estaba muy arraigado en sus ideas. Si no nos gustaba lo que estaba diciendo, lo interrumpíamos: “Sr. Ministro, no puede decir eso: eso es un insulto para nosotros. Eso no es lo que le estamos pidiendo.”
De acuerdo con Olivares, “la última oferta de Bachelet a los estudiantes, aunque sin duda es una victoria, especialmente en cuanto a la radicalización y la organización de miles de personas, es, en realidad, un engaño. Ella ofrece la PSU y el pase gratuito del el transporte para las cuatro quintas partes de los estudiantes más pobres, pero privatiza la administración de ambos servicios.
“Con respecto al LOCE, ofrece una comisión para reformarlo, con una participación del 10% de los estudiantes, pero sólo en calidad de consulta. El Congreso fácilmente puede ignorar lo que ésta diga. Los líderes de las Juventudes Comunistas y las Juventudes Socialistas están listas para aceptar esta oferta, si Bachelet les da a los estudiantes el 50% más uno de la representación en la comisión.
“Pienso que es una mala maniobra de su parte, a instancias de los partidos fundadores, porque tenemos las fuerzas de nuestro lado y podemos ganar absolutamente todas nuestras demandas.
“Por ahora, la ACES ha decidido suspender las ocupaciones, pero mantiene las movilizaciones para presionar al gobierno. Esto es bueno, porque los muchachos ya estaban cansados y tensos. Yo sé que las Juventudes Comunistas y las Juventudes Socialistas quieren negociar y desmovilizar, pero va a ser difícil acallar a todos los estudiantes que pensaban que estaban peleando por la derogación del LOCE.”
La lucha de los pingüinos está lejos de terminar, pero ya le ha enseñado al mundo una enorme lección: es posible ganarle a la represión organizándose democráticamente, uniéndose a otros sectores de la clase trabajadora y movilizándose en las calles.