La sociedad de la información necesita algo más que acuerdos retóricos
Christian Sellés, 27/11/2005, AISEl pasado 18 de noviembre se puso fin a la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI), segundo y último capítulo de una reunión que tuvo su punto de partida en Ginebra hace dos años. Sobre el papel ha quedado el llamado “Compromiso de Túnez” firmado por los 170 países asistentes de acercar las nuevas tecnologías a todas las naciones. Palabras y compromisos que deberían ser acompañados, desde el mismo día siguiente a la culminación de la cumbre, de acciones encaminadas a cumplir esta promesa.
Estadísticas demoledoras
Las cifras que se barajan en torno a las nuevas tecnologías y a llamada Sociedad de la Información son contundentes: el quince por ciento de la población mundial, residente en los llamados países del Norte o países desarrollados, controla más del ochenta y cinco por ciento de todos los recursos en telecomunicaciones; países como Suecia disponen del ciento doce por ciento de ellos, es decir, más de un sueco tiene un teléfono en su casa mientras que en toda África este porcentaje se limita a menos del dos por ciento.
En lo referente a conectividad internacional, sólo un país, Estados Unidos, controla el cincuenta por ciento de todos los servidores de Internet, mientras que los países del Sur tienen bajo su control un uno por ciento; y mientras que en los países occidentales la media es de un ordenador por cada dos personas, en África sólo hay un ordenador por cada cinco mil habitantes. Los datos hablan por sí solos.
Para romper esta llamada brecha digital, en la CMSI se ha destacado la importancia que debe tener el Fondo de Solidaridad Digital, creado con el apoyo de Naciones Unidas. Todos los países asistentes se han comprometido a participar en el desarrollo del mismo, pero debe ir acompañado de financiación y, por compromisos anteriores adquiridos por estas mismas naciones, no se tiene por qué confiar en lo qué dicen. De hecho, sólo acudieron a Túnez jefes de gobierno de países de África y de Asia, los realmente interesados en que el Fondo tenga relevancia; los presidentes de los países desarrollados han demostrado su falta de interés y compromiso al no asistir. El único máximo mandatario de un país del Norte que acudió fue el representante de Suiza.
La censura y el control de Internet
Otro de los puntos tratados fue la preponderancia de Estados Unidos en el control de Internet a través del Internet Corporation for Assigned Names and Numbers (ICANN) un organismo dependiente del departamento de Comercio del país. Si al gigante norteamericano le apetece, es capaz de bloquear la red el tiempo que considere oportuno y cuando le venga en gana. Para analizar esta situación y estudiar la forma de llevar a cabo la transición hacia un modelo más internacionalizado de la red, se acordó la creación de un foro cuya primera reunión tendrá lugar en Atenas en el segundo semestre de 2006. Las conclusiones no invitan al optimismo ya que no ha habido ningún indicio de que EEUU compartirá el poder que posee.
También destacó la censura de determinados gobiernos al uso de Internet por parte de sus ciudadanos. Páginas opositoras a los regímenes gobernantes censuradas, creadores de páginas web con opiniones consideradas políticamente incorrectas encarcelados, periódicos extranjeros a los que no se tiene acceso son ejemplos de prácticas acaecidas y habituales. La organización Reporteros Sin Fronteras (RSF) presentó un informe en el que denunciaba estas prácticas por parte de quince países entre los que se encuentran, entre otros, Arabia Saudí, China o el anfitrión Túnez. De hecho, durante los días que duró la cumbre, los tunecinos tuvieron libre acceso a todo el contenido de la red. Al día siguiente de su finalización, la censura volvió a ser el rasgo que caracteriza al gobierno de Ben Ali. Robert Mendar, secretario general de RSF hubiera estado encantado de presentar personalmente el informe, pero en el mismo avión que llego a Túnez se volvió a Francia ya que el gobierno tunecino no le permitió que desembarcara.
Cierto es que Internet tiene una gran cantidad de vacíos legales que hay que controlar. Las redes de pornografía infantil que tiene la red como el escenario idílico para su desarrollo es un gran ejemplo de que hay algo que falla. Pero hay que tener mucho cuidado con la forma en llevar a cabo el control. Si se hace por contenido de palabras, se pueden prohibir páginas que no tengan ninguna índole de agresividad, violencia o ataque a los derechos humanos (el esquiador francés Richard Gay, por su apellido, ve como su página en Túnez, donde la homosexualidad es casi un delito, está vetada). Esta vigilancia es muy complicada y difícil de llevar a cabo, pero no sirve aprovechar esta situación para censurar lo que no interesa. Así lo advierte la Premio Nobel de la Paz y abogada iraní Shirin Ebadi, “bajo pretexto de seguridad nacional o de lucha contra la corrupción moral y el comercio ilegal, instalan filtros en los accesos a Internet”.
Las declaraciones de Kofi Annan en torno a la construcción de ordenadores de cien dólares, impecables; los compromisos firmados por los países asistentes, intachables; las palabras a favor del Fondo de Solidaridad Digital, perfectas. Ahora falta que se lleven a cabo, se cumplan y alcancen los objetivos marcados. El tiempo dictaminará si este es uno más de los compromisos adquiridos a nivel internacional que hemos de calificar de utópicos por el empeño y desempeño de los países desarrollados en no cumplir.