PROFAM Argentina: fortaleciendo mujeres y familias
Banco Mundial, 19/02/2008
• Los beneficiarios del proyecto son en su gran mayoría los más pobres.
• Los participantes aprenden a trabajar en equipo.
• Los hombres cooperan con su participación en la igualdad de género.
Argentina, 14 de febrero, 2008 -- La mujer tiene que estar todo el día en su casa, cocinando, limpiando y cuidando a los niños. Debe aguantar la violencia doméstica por el bien de sus hijos. Y también abstenerse de hacer cualquier comentario relacionado con la planificación familiar.
Estas son algunas de las actitudes que han manifestado mujeres de familias pobres en Argentina. Dicha forma de pensar contribuye a su aislamiento, vulnerabilidad y a que permanezcan en la pobreza.
“Uno piensa: Tengo que aguantar por los niños. Mi hija sólo tenía dos meses de edad y a mí me golpeaban todos los días… durante siete meses”, dice Marcela, joven víctima de la violencia doméstica en San Salvador de Jujuy.
Al reconocer la relación entre inequidad de género, crisis familiar y pobreza, en el año 2000 el Gobierno de Argentina inició el proyecto de fortalecimiento de la familia y promoción del capital social, PROFAM, gracias a un préstamo de US$5 millones otorgado por el Banco Mundial.
El objetivo de PROFAM era aplicar un nuevo método para abordar la vulnerabilidad de los pobres, orientado a la familia como unidad cohesiva y que promoviera la igualdad entre hombres y mujeres.
“El proyecto ganó más pertinencia aún debido a la grave crisis económica que afectó al país entre 2001 y 2003”, dice la gerente del proyecto, Josefina Stubbs, y agrega: “Dado el alto desempleo entre los hombres —tradicionalmente los proveedores— las mujeres y jóvenes tuvieron que incorporarse a la fuerza laboral, lo que generó un aumento de los conflictos familiares y de la violencia doméstica”.
Las principales beneficiarias de PROFAM fueron las familias argentinas más pobres que tenían antecedentes de violencia doméstica contra mujeres y niños, embarazo adolescente, delincuencia juvenil y/o abuso de sustancias y alcohol. El proyecto también se focalizó hacia familias con acceso limitado a información y servicios de salud reproductiva.
“Tenemos derechos, como personas, como madres… derecho a participar en la definición de las políticas de salud. Todos los derechos son Derechos Humanos”, dice Pimpi Colombo, presidenta del Consejo Nacional de la Mujer (CNM) en Argentina, quien puso en marcha el proyecto en colaboración con gobiernos locales y organizaciones comunitarias.
La principal actividad desarrollada por PROFAM, el Programa Equidad, otorgó donaciones a 221 pequeños subproyectos destinados a fortalecer los lazos familiares en comunidades pobres.
La capacitación fue clave, lo mismo en actividades productivas —como panadería, albañilería o jardinería— que en otras áreas como salud reproductiva, responsabilidad parental, derechos y ciudadanía, y bienestar infantil.
Rosa María Fernández, una mujer joven que participó en el taller sobre salud reproductiva, comentó: “Muchos hombres hicieron preguntas acerca de los preservativos. A mí me incomodaba conversar, pero luego me sentí más a gusto. Mis hermanos no quisieron acompañarme al principio, pero más tarde sí vinieron”.
Los participantes aprendieron habilidades profesionales, a trabajar en equipo y a ayudarse mutuamente.
Ángela, joven madre de la provincia de Tucumán que participó en el taller de fabricación de productos de cuero, señaló: “el taller me cambió muchísimo (…) porque no sólo aprendí a trabajar el cuero. Este taller me devolvió mi dignidad como mujer”.
Nelly Bórquez, coordinadora local del proyecto en la provincia de Salta, resume la filosofía que sustenta los talleres: “Capacitar a una mujer es como plantar un árbol en medio de tu casa. Si crece, todos los frutos que produzca y todos los beneficios que se obtengan de él no son sólo para uno, sino para todos los que lo rodean: hijos, parejas y familias. De modo que levantar a una mujer es levantar a muchas personas”.
El tema de la violencia doméstica era uno de los más solicitados, especialmente por las mujeres, quienes estaban interesadas en asuntos como asesoría legal, detección de la violencia doméstica y la creación y administración de centros de acogida para las víctimas.
Éstas actividades estimularon el diálogo y la reflexión entre los participantes: “Me di cuenta de que lo que hacía estaba mal”, confiesa Orlando, beneficiario del proyecto en Córdoba. “Ahora tengo un hijo de ocho años, que a veces me hace hervir la sangre, pero mantengo la calma. Ya no lo golpeo, trato de hablar con él y con mis otros hijos. He cambiado”.
PROFAM también se extendió a los pueblos indígenas de Argentina. En la provincia de Formosa, por ejemplo, un subproyecto contribuyó a fortalecer cuatro asociaciones de artesanas indígenas y a consolidar las redes de trabajo entre artesanos a nivel de departamento.
En un balance general, PROFAM benefició a 49.109 individuos directa e indirectamente (80% mujeres y 20% hombres) en todas las provincias de Argentina.
“PROFAM fue un proyecto que logró reducir la vulnerabilidad de las familias”, comentó Pedro Alba, director de la oficina del Banco Mundial para Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. “Promovió la autonomía de las mujeres, hizo que los hombres se dieran cuenta del papel que juegan en la igualdad de género, ayudó a las familias a identificar conductas violentas y reaccionar ante ellas, y expandió las redes sociales y familiares”.
Las actividades de PROFAM han fortalecido también el trabajo del CNM en la integración de los asuntos de género a las principales políticas sociales.
Además, el Ministerio de Desarrollo Social ha comenzado a aplicar los métodos que utilizaron las organizaciones que participaron en PROFAM para mejorar la efectividad de sus propios programas de desarrollo social, como el Programa familias por la inclusión social. PROFAM también fortaleció la capacidad institucional de las estaciones locales de policía, hospitales y jueces para responder de manera más rápida y efectiva a los casos de violencia doméstica.
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