Valiente funcionaria combate la pobreza proyecto por proyecto
Banco Mundial, 09/05/20074 de mayo de 2007—El sol comenzaba a ponerse sobre un tramo de la ruta conocido por su peligrosidad en la República Democrática del Congo. La especialista superior en Ciencias Sociales Deniz Baharoglu, que había ido a visitar el emplazamiento de un proyecto minero, comenzaba a ponerse nerviosa. Después de todo, el auto en el que viajaba la funcionaria del Banco Mundial de 1,50 m de altura exhibía agujeros de bala recientes, consecuencia de un ataque de los rebeldes ocurrido la semana anterior prácticamente en ese mismo lugar. Y entonces se reventó un neumático. "La verdad, me asusté mucho. Estábamos sólo el conductor, otro trabajador social y yo", dice Baharoglu, "y el gato estaba roto". Afortunadamente, Baharoglu vio un camión que llevaba a los trabajadores del turno de la noche al emplazamiento del proyecto y lo abordó para regresar a la mina en un traqueteado viaje.
Deniz Baharoglu es una especialista en ciencias sociales muy animada y vivaz, con 20 años de experiencia en el área del desarrollo y miles de kilómetros recorridos en sitios remotos y peligrosos. Tras años de investigación y trabajo operacional en Turquía y los Países Bajos, Baharoglu llegó al Banco Mundial con un doctorado recientemente obtenido.
"Creo en la tarea del desarrollo, y el Grupo del Banco Mundial es una de las principales organizaciones que cuenta con las herramientas, el personal y la capacidad para ayudar a la gente de todo el mundo", sostiene. "Y creo que la labor en pos del desarrollo requiere especialistas en ciencias sociales, además de economistas y otros profesionales del área".
Sólo hace su trabajo
Baharoglu trabaja en el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (OMGI), una institución del Grupo del Banco Mundial que otorga garantías a las inversiones extranjeras directas contra riesgos no comerciales como guerras, disturbios civiles y expropiación.
Los proyectos respaldados por el OMGI deben beneficiar directamente a las comunidades locales, por ejemplo, generando empleo y prestando servicios básicos, entre los que se incluye el suministro de agua y electricidad. A menudo los inversores, en colaboración con las organizaciones no gubernamentales locales, brindan beneficios secundarios, como clínicas sanitarias, microcréditos y escuelas. (Haga clic aquí y aquí para obtener ejemplos).
"Los proyectos del OMGI suelen constituir grandes desafíos, puesto que la institución se centra en mercados de frontera y países en conflicto, a los que se considera dentro del grupo de los más pobres y los de más alto riesgo del mundo", afirma.
El trabajo de Baharoglu consiste en evitar cualquier impacto potencialmente perjudicial que los proyectos pudieran generar sobre las comunidades, con particular atención a cuestiones como medios de subsistencia, vivienda, medio ambiente y acceso a la infraestructura social y física. Detectar esos posibles efectos perjudiciales sobre las comunidades y los modos de mitigarlos es una tarea que implica viajar, y mucho.
"Es imposible comprender los impactos reales sobre la gente y lo que las personas sufren sin hablar con ellas cara a cara", dice Baharoglu, quien dedica dos semanas (y a veces hasta cuatro), mes por medio, a viajar. Casi siempre viaja sola.
Consecuencias personales
El OMGI respalda una inversión en un proyecto de yacimiento de gas y gasoducto en Mozambique. Durante la preparación del proyecto, el inversionista destinó US$5 millones a poner en práctica programas de inversión social centrados en la educación, la generación de empleos, el bienestar y la atención de la salud, el desarrollo del ámbito cultural y deportivo, y el abastecimiento de agua.
Los viajes frecuentes afectan negativamente a su familia, en especial a su hija de cuatro años. "La verdad es que el impacto en mi vida personal no es bueno y, por supuesto, siento complejo de culpa todo el tiempo", agrega.
Los viajes también suponen un gran esfuerzo físico. Los proyectos suelen estar ubicados en zonas afectadas por enfermedades endémicas y disturbios en los que corre riesgo la vida. Las vacunas y las píldoras son infaltables en la mayoría de los viajes realizados a causa del trabajo para el Banco Mundial.
Luego de un día entero viaje, o casi, es común ir directamente a trabajar sin descanso previo, con la presión adicional de mostrar un buen desempeño aun bajo los efectos devastadores del desfase horario. "A veces aquí estamos en pleno invierno y en 24 horas me encuentro en un entorno sumamente húmedo. Eso te quita energía. Y después hay que seguir viaje en un avión a hélice o en helicóptero o en automóvil por caminos en mal estado, a veces incluso a pie".
La gente que no sabe lo que hacemos en el Banco habla de hoteles cinco estrellas, comenta entre risas. "Pero en realidad, no es infrecuente tener que alojarse en carpas sin electricidad ni agua corriente, con los mosquitos que transmiten el paludismo zumbando alrededor". En un viaje reciente, para ducharme tuve que usar el mismo cubo en el que los trabajadores lavaban su ropa".
Recompensas profesionales
Mujeres trabajan en centros de atención telefónica en Senegal, un sector cuya competitividad fue medida recientemente en la publicación del OMGI titulada "Snapshot Africa".
Desde el punto de vista profesional, el trabajo es muy gratificante. En una reciente visita a África, Baharoglu fue de aldea en aldea durante dos días y se reunió con cerca de 1.000 habitantes locales. En cada sitio invitó a jóvenes, adultos e incluso niños a conversar con ella.
"En un momento, una mujer se me acercó y me dijo: 'Sabía que usted vendría. Dijo que volvería a ver cómo estábamos y cumplió su promesa'. Ésa es mi recompensa", afirma Baharoglu.
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