Asia Oriental: Diez años tras la crisis financiera
Banco Mundial, 12/04/20075 de abril, 2007—Han transcurrido 10 años desde la crisis financiera de Asia Oriental de 1997 y la región cuenta con muchos más recursos, tiene menos pobres y un mayor protagonismo a nivel mundial del que tenía antes. El ingreso personal ha aumentado bastante respecto del nivel previo a la crisis y algunos países, como China, Viet Nam, Camboya y la República Democrática Popular Lao, crecen a tasas excepcionales. Más de 100 millones de personas de toda Asia Oriental han salido de la extrema pobreza desde 2000, cifra que continúa aumentando.
Habiendo enfrentado la crisis y superado muchas de las vulnerabilidades económicas que la provocaron, Asia Oriental se está convirtiendo rápidamente en una región de ingreso mediano. De hecho, cuando Viet Nam deje de ser un país de ingreso bajo para convertirse en uno de ingreso mediano –lo que probablemente ocurra a principios de 2010– más del 95% de los habitantes de Asia Oriental estará viviendo en países de ingreso mediano. Si la tasa de crecimiento anual se mantiene, menos de 25 millones de un total de cerca de 2.000 millones de personas de la región vivirá bajo la línea de pobreza en 2020.
No obstante, este increíble avance trae consigo una nueva oleada de complejos desafíos que podrían desacelerar el crecimiento si no se abordan correctamente.
Escapar de la trampa del ingreso mediano
Un desafío clave es lo que se conoce como la ‘trampa del ingreso mediano’. La historia es testigo de que si bien muchos países de ingreso bajo han podido convertirse en países de ingreso mediano, muy pocos de ellos han logrado superar esta condición. Para hacer la transición hacia el ingreso alto, los países deben especializarse más en ciertas áreas donde puedan alcanzar economías de escala y liderazgo tecnológico.
No obstante, esto no resulta fácil cuando los países están atrapados entre competidores que pagan bajos salarios en países pobres e innovadores vanguardistas en países ricos. Los desafíos que es necesario enfrentar son muchos y complejos, entre ellos aumentar las aptitudes y capacidad innovadora de la fuerza de trabajo, crear sistemas financieros modernos, mantener la cohesión y reducir en gran medida la corrupción. Sin este tipo de cambios radicales en términos de políticas e instituciones, los países se estancan y son incapaces de superar el nivel de ingreso mediano.
Dentro de la región, la experiencia de Japón, Singapur, Taiwán (China), Corea y Hong Kong (China) demuestra que es posible alcanzar niveles de ingreso alto. No obstante, la tarea no es simple.
Desafíos que enfrenta China…
El ascenso económico de China –el cambio estructural más importante en la economía mundial en decenios– ha traído consigo enormes beneficios para la economía de mundo. Su crecimiento en los últimos 25 años ha logrado que más de 400 millones de personas superen el ingreso diario de US$1 y ha hecho aumentar el ingreso siete veces, de US$280 a US$2.000.
China es hoy la cuarta economía más grande del mundo, la tercera nación comercial más importante y el principal destino para las exportaciones de los países en desarrollo de Asia Oriental (superó a Japón en 2004). Durante la crisis financiera, el papel que jugó China al mantener su moneda y brindar una fuente estable de demanda fue esencial; su crecimiento sólido y uniforme se ha convertido desde entonces en el motor principal de la rápida recuperación de la región.
Hoy, China enfrenta sus propios desafíos en lo que se refiere al ingreso mediano, muchos de ellos relacionados con la presión ambiental. Por ejemplo, en China se ubican 20 de las 30 ciudades más contaminadas del mundo debido en gran medida al alto consumo de energía derivada del carbón. El grave nivel de erosión del suelo, la lluvia ácida y vías navegables contaminadas afectan también la vida de millones de personas. Por otra parte, la economía de la nación está dominada por la industria manufacturera en lugar de los servicios, situación que aumenta la presión ambiental.
Con el propósito de abordar estos y otros problemas, el gobierno está desarrollando políticas que apuntan a ‘un nuevo equilibrio de la economía’ y ‘esfuerzos por lograr una sociedad armoniosa’. Si bien la intención es mantener este rápido crecimiento, el objetivo es lograr una transición en la producción de la industria a los servicios, mayor dependencia de la demanda nacional y crecimiento más equitativo y sostenible en términos ambientales.
…y el resto de la región
Los desafíos son algo distintos en otras partes de Asia Oriental. Varias de las economías de ingreso mediano y alto de la región están creciendo a un nivel de dos puntos porcentuales menos que antes de la crisis. La inversión se ha debilitado y la participación en el comercio mundial se mantiene bajo presión a medida que se adaptan al rápido ascenso de China. Si bien este surgimiento está generando enormes beneficios sociales para los consumidores de todo el mundo, produce a la vez grandes presiones en términos de la competencia en los mercados mundiales para las demás economías de Asia Oriental.
Los estudios sobre el clima de inversión realizados por el Banco Mundial han indicado que las empresas de Asia Oriental consideran la incertidumbre como una de las principales limitaciones para sus operaciones. No es ninguna sorpresa si se tiene en cuenta los enormes desafíos en materia de competencia y los ajustes estructurales que están experimentando. Con todo, la competencia mundial no va a desaparecer y los esfuerzos por fortalecer el clima de inversión son clave para crear un entorno en que las firmas puedan escoger inversiones eficientes y áreas de ventaja comparativa mundial.
Participación equitativa
Otro tema trascendental para las economías de ingreso mediano es asegurar que los beneficios de esta mayor riqueza de la región sean distribuidos de manera equitativa entre las personas. Si bien el nivel de pobreza continúa descendiendo, la desigualdad de ingreso ha aumentado –en algunos casos pronunciadamente. Los estudios sugieren que muchas de las fuerzas que contribuyen a un rápido crecimiento y a una integración más regional y mundial son las mismas que generan desigualdad en términos de crecimiento e ingreso. Por ejemplo, el mayor cambio tecnológico y la globalización han incrementado la demanda relativa de trabajadores calificados, lo que genera un aumento de los salarios de las personas con educación y aptitudes. De este modo, la brecha entre el mundo rural y urbano se hace efectiva toda vez que se recompensa a los trabajadores ubicados en de zonas costeras y ciudades con buenas conexiones de transporte con los mercados mundiales. En este sentido, hacer frente a la desigualdad y fomentar al mismo tiempo el crecimiento de la productividad y la generación de riquezas es hoy en día uno de los mayores desafíos que enfrenta Asia Oriental en materia de políticas públicas.
Traslado a las ciudades
Además de las vulnerabilidades mencionadas antes, Asia Oriental experimenta la urbanización más rápida en la historia del mundo. En efecto, las proyecciones indican que más de 500 millones de personas se trasladarán a las ciudades en la región –casi dos millones de personas al mes– en los próximos 25 años. Esta situación trae grandes tensiones para sistemas y servicios ya inadecuados de transporte, electricidad y saneamiento.
¿Qué puede hacer Asia Oriental?
De acuerdo con la actualización más reciente del Banco Mundial para Asia Oriental y el Pacífico i –un informe de seis meses sobre el estado económico y social de la región, Asia Oriental deberá continuar centrando sus esfuerzos en los siguientes aspectos:
• Reformar el clima de inversión
• Enfrentar el déficit de mano de obra calificada
• Liberalizar el comercio en los servicios
• Invertir en infraestructura
• Intensificar y diversificar los mercados de capital, y
• Adoptar mejores sistemas de protección social.
El origen de la crisis
Son varios los factores que llevaron a la crisis financiera de Asia Oriental. La principal vulnerabilidad se originó cuando los bancos y las sociedades de la región acrecentaron demasiado su deuda externa a corto plazo en moneda extranjera. En parte, esto ocurrió porque las tasas de cambio se fijaron efectivamente al dólar por mucho tiempo, lo que produjo una falsa sensación de seguridad e incentivó los préstamos externos que llevaron a una excesiva exposición al riesgo cambiario en el sector financiero y empresarial. La imposibilidad de poder reducir el recalentamiento que se había estado acumulando en Tailandia y muchos otros países de la región generó grandes déficit externos y burbujas en el mercado inmobiliario y de valores. Las débiles normas de disciplina y control y supervisión financiera no lograron hacer frente a un pronunciado deterioro en la calidad de las carteras de préstamos de los bancos.
La crisis se hace evidente
A mediados de 1997, inadvertidamente, los inversionistas privados comenzaron a retirar su dinero –mucho dinero– de cinco de los países de Asia Oriental: Tailandia, Corea, Malasia, Filipinas e Indonesia. De hecho, se retiró de la región más de US$100.000 millones entre 1997 y 1998, cerca de 5% del PIB anual, lo que produjo recesión, enorme devaluación de la moneda, aumento desmesurado de la inflación y baja imprevista en los mercados de valores en los cincos países en crisis.
En cuestión de meses, el número de personas sin empleo en Indonesia había aumentado en al menos 800.000, en Tailandia en 1,5 millones y en Corea en alrededor de 1,35 millones. A medida que la moneda caía, también lo hicieron los salarios de las personas. Los salarios reales descendieron 12,5% en Corea a fines de 1998 y 6% en Tailandia.
La pobreza –que había estado disminuyendo en toda Asia Oriental a una tasa sin precedentes de 9% anual durante los cinco años previos a la crisis– volvió a dispararse. Unos 19 millones de indonesios y 1,1 millones de tailandeses quedaron bajo la línea de pobreza en 1998. Muchos miles de niños en Tailandia, Filipinas e Indonesia no pudieron regresar a la escuela en 1998 ya que sus padres perdieron el empleo y por ende, la capacidad de pagar aranceles. Los informes respecto del deterioro de la salud de mujeres y niños no se hicieron esperar, ya que las personas no pudieron continuar costeando los medicamentos.
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