Combatiendo la desnutrición infantil en América Centra

Banco Mundial, 20/12/2006

18 de diciembre, 2006-- Por lo general, la malnutrición no es considerada un problema en América Latina. Sin embargo, en gran parte de América Central (especialmente en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua), la malnutrición infantil crónica es tan habitual como en África o Asia meridional.

En Guatemala, la mitad de los niños menores de cinco años sufren de malnutrición crónica y en El Salvador, Honduras y Nicaragua, uno de cada tres niños menores de cinco años se encuentra en la misma condición. Además, desde más de una década ninguno de estos cuatro países registra mejoras en este ámbito.

“En América Central, la malnutrición contribuye a aumentar la pobreza y a largo plazo, puede afectar negativamente el crecimiento económico de un país en hasta 3% del PIB anual”, señaló Evangeline Javier, directora de Desarrollo Humano en la Región de América Latina y el Caribe del Banco Mundial.

Los niños de las comunidades pobres, indígenas y rurales registran las peores tasas de enanismo nutricional (baja altura para la edad, un indicador de la malnutrición crónica) en América Central. Si la malnutrición se establece antes de que un niño cumpla 2 años, como generalmente se ocurre, las consecuencias son irreversibles.

A fin de otorgar a la malnutrición la categoría de problema de desarrollo en América Central, el Banco organizó un taller sobre Combatiendo la Malnutrición Crónica en América Central que se realizó en Tegucigalpa, Honduras, entre el 27 y el 30 de noviembre. El evento contó con el apoyo del Department of International Development del Reino Unido y el Programa de Partenariado Banco Mundial - Países Bajos (BNPP).

“En el pasado no hubo suficiente intercambio de conocimientos entre los países de América Central, a pesar de que comparten desafíos comunes y podrían encontrar soluciones similares”, comentó Laura Rawlings, Jefe Sectorial para Desarrollo Humano en la Unidad de Gestión del Banco Mundial para América Central.

“Este taller les permitió aprender de las experiencias de los otros y desarrollar estrategias para mejorar sus propios programas, especialmente programas a nivel comunitario centrados en prevenir la malnutrición en niños menores de 2 años”.

El evento congregó a 150 participantes, incluido profesionales de los seis países de América Central y de varios países andinos, investigadores, personalidades, funcionarios de gobierno y representantes del Banco Mundial, del Programa Mundial de Alimentos, de la Organización Panamericana de la Salud, de UNICEF y de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).

“La buena nutrición es la piedra angular de la supervivencia, la salud y el desarrollo de las generaciones actuales y de las venideras”, declaró Xiomara Castro de Zelaya, Primera Dama de Honduras en la ceremonia inaugural del evento.

“Las mujeres bien alimentadas corren menos riesgos durante el embarazo y el trabajo de parto. Los niños y niñas bien alimentados se desempeñan mejor en la escuela, llegan más sanos a la edad adulta y pueden ofrecer a sus propios hijos un mejor comienzo en la vida”, explicó.

Wendy de Berger, Primera Dama de Guatemala, mostró la otra cara de la moneda. “La malnutrición es la falta de oportunidades”, afirmó.

Las discusiones en Tegucigalpa se sustentaron en investigaciones realizadas por el Banco, entre otros el estudio “Revalorización del papel fundamental de la nutrición para el desarrollo: Estrategia para una intervención en gran escala”, y en un nuevo estudio regional, “Desafíos de Salud en Centro América: Diagnóstico de la Situación e Implicaciones Estratégicas”, que identifica “la elevada y persistente tasa de prevalencia de la malnutrición” como uno de los principales problemas de salud que enfrenta la región.

Según el informe, la malnutrición que afecta a América Central no se explica principalmente por falta de alimento, sino depende más de un conjunto de factores como mala salud materna, inadecuadas prácticas de alimentación y de cuidado infantil y falta de acceso a agua potable y saneamiento.

”Las políticas nutricionales deben tener alcance nacional con una perspectiva integral”, indicó Christine Lao Peña, economista senior en Desarrollo Humano en la Región América Latina y el Caribe del Banco Mundial.

“Deben combinar estrategias a corto plazo tal como el apoyo a la nutrición con estrategias comprensivas a largo plazo que incluyen un eje de atención centrado en cambiar el comportamiento de los hogares y los individuos y mejorar los niveles de educación y el status social de las mujeres”.

Un objetivo central del taller fue revisar los resultados de los programas de nutrición infantil a nivel comunitario.

En este momento, el Banco presta respaldo a proyectos de este tipo en El Salvador y Honduras, donde este modelo comunitario se adoptó como estrategia nacional de nutrición. Por otra parte, el Banco aprobó un proyecto que ampliará la cobertura del programa de nutrición a nivel comunitario en Guatemala y brindará asesoría intensiva en educación de nutrición para madres, con especial énfasis en las zonas indígenas pobres.

En conjunto, el taller permitió identificar cinco prioridades en la lucha contra la malnutrición en América Central:

1. Prevención, especialmente a través del monitoreo regular del crecimiento infantil, asociado con sistemas de alerta temprana que vinculan casos de riesgo alto con especialistas en salud capacitados;

2. Focalización de los esfuerzos en las mujeres embarazadas y los niños menores de 2 años, así como prioritarización de las poblaciones pobres, rurales e indígenas en donde se concentra la malnutrición;

3. Educación de los padres y madres en temas de higiene, importancia del monitoreo de la talla y el peso de sus niños, y prácticas de alimentación (incluido el amamantamiento exclusivo durante los primeros seis meses de vida);

4. Acción a nivel nacional, programático y comunitario, para asegurar que la lucha contra la malnutrición sea una prioridad nacional, apoyada por una agenda multisectoral adecuada y programas nutricionales efectivos en las comunidades vulnerables;

5. Medición regular de los programas de nutrición.

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