Uno desespera de los seres humanos

Antonio Ruíz de Elvira, 28/03/2007

21 de marzo.- Aparece una noticia, que leo en el suplemento del 'ABC' del domingo 18/03/07: El deshielo del ártico abre el camino para una explotación salvaje de sus "riquezas". Parece ser que no contentos con eliminar el hielo del Ártico e ir camino de producir una catástrofe climática que puede acabar con nuestra civilización, los seres humanos nos estamos preparando para hacerla aun mucho más grave. Queremos explotar el petróleo, el gas natural, los minerales, las vías de comunicación de un Ártico sin hielo.

Cuando era joven, en Alemania, en 1974, escuché la charla de un estudiante que acababa de llegar de unos meses en el Tíbet. Le habían contado allí que con esfuerzo podía uno aprovechar el 100% del cerebro. Mi reacción fue preguntarle: “Si usamos continuamente el 100% de nuestro cerebro, ¿Qué nos ocurre si un día se nos rompe una neurona?” Al no tener ninguna otra para substituir la rota, moriríamos.

A lo largo de millones de años los seres vivos hemos diseñado esquemas de resiliencia: la capacidad para reponernos de los golpes de fortuna, para encontrar vías alternativas para la supervivencia. Pero hoy parece que los seres humanos queremos violar esa regla básica de la naturaleza. Queremos explotar de tal manera el planeta en el que vivimos que al cabo muy pocos años no quede un solo recurso del que podamos echar mano para sobrevivir. El ansia de riqueza de cada persona, o de cada corporación es razonable, y es ese impulso lo que nos ha llevado a la situación de comodidad en que nos encontramos. Pero ese ansia de riqueza, que puede mantenerse, debe controlarse para tener la alternativa de que se mantenga a lo largo de unos años. Es decir, podemos tener ambición, pero debemos tener ambición a lo largo de cientos y miles de años. ¿Cómo ser ricos hoy y poder seguir siendo ricos mañana?

La solución pasa por un cambio del trasfondo mental que llevamos dentro, que al no ser explícito es muy difícil de reconocer y por tanto, de cambiar, pero que podemos sacar a la luz y una vez examinado, decidir si queremos mantenerlo o buscar otro para el futuro. El trasfondo, generado a lo largo de no más de 150 años, es la idea de un progreso cuantitativo. Un ejemplo puede hacer la idea más comprensible. Podemos comer más o podemos comer mejor. Una comida puede consistir en seis platos de 400 gramos cada uno. El vino puede tener 18º. El postre, 1000 kcal. O podemos gustar un único plato exquisito.

El trasfondo mental, derivado de decenas de miles de años de escasez, y de 150 años de abundancia, es el del primer ejemplo. Tenemos una casa en Madrid de unos 100 m⊃2;. Queremos otra en el pueblo y otra en la playa. Tenemos un coche de 80 kw y 4 plazas, más que suficiente para 99% de las ocasiones. Queremos uno de 200 kw y 3 toneladas de peso, por si un día necesitamos 6 plazas o si otro día lo metemos por unos caminos que recorreríamos mejor andando. Podemos disfrutar de inmejorable música, buena comida, teatro, museos, descanso, en un puente largo en Madrid, pero tenemos que lanzarnos, un millón de madrileños todos juntos, a los atascos de la carretera, para disfrutar de unas horas de unas playas llenas a rebosar, con comida vulgar, sin música, teatro ni diversiones de calidad: Eso sí, estaremos juntos 600.000 personas en las Fallas, un millón de personas en el Rocía: Cantidad en vez de calidad.

Si queremos seguir viviendo en nuestro planeta, si queremos seguir disfrutando del lujo actual, no tenemos más remedio que cambiar nuestro trasfondo mental: Tenemos que pasar de cantidad a calidad. Tenemos que dejar el Ártico para los animales, vivir mejor con menos cantidad, tenemos que elegir: ¿Un kilo de porquería o 100 gramos exquisitos?

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