El debate nuclear

Antonio Ruíz de Elvira, 13/03/2006,
Fundación Ecología y Desarrollo

La pequeña crisis de Ucrania, con el parón de suministro de gas a Europa, los problemas del cambio climático, el precio del petróleo, y algunas otras señales de problemas con la energía, están forzando a los políticos a abrir de nuevo el debate nuclear.

El planeta recibe energía más que de sobra por parte del Sol para cubrir todas las necesidades energéticas de todos los seres humanos que lo habitan a niveles similares a los de EEUU. Podemos capturar esa energía, y podemos almacenarla en forma de hidrógeno, ya, ahora mismo.

Pero hay un problema de tiempo, del tiempo del reloj. La fabricación de celdas solares requiere tiempo. La generación de hidrógeno requiere tiempo. Pero las necesidades humanas son perentorias. Cada uno de nosotros quiere que las luces se enciendan al pulsar el interruptor, que su casa y su oficina estén calientes, que haya gasolina en los surtidores y alimentos en los mercados, y todo eso, y mucho más exige cantidades gigantescas de energía día a día.

La energía nuclear es una opción probada. La construcción de sus centrales es tradicional, y la forma de generación es decimonónica: Se emplea el calor generado en la descomposición nuclear en calentar agua que mueve turbinas a la manera de las locomotoras negras de los trenes de nuestros abuelos.

Se plantea ahora retomar esa energía para resolver los problemas de suministro, de emisiones de gases, de costes económicos. Se dice que la energía nuclear los resuelve sin problemas, mientras que la energía solar, en sus tres formas, eólica, térmica y fotovoltaica (es decir, en el castellano de Cervantes, en forma de molinos de viento, hornos y convirtiendo la luz en electricidad) está todavía muy verde, es muy cara y no se puede depender de ella. Analicemos estos argumentos.

Elijamos tres países para analizar el problema: España, India, y Angola. España depende íntegramente de la energía importada. Compramos, con coste neto para nosotros, los ciudadanos, petróleo, gas y mucho carbón, a pesar del que tenemos en Asturias y León. Tenemos 7 centrales nucleares con 9 reactores que significan unos 10 Gw de potencia instalada, que suministran hoy el 25% de la electricidad que empleamos, y el 12% de la energía que consumimos. Imaginemos que España decide avanzar por el camino de la energía nuclear para cumplir con Kioto y reducir su dependencia de los combustibles fósiles. Decide construir una central adicional de 1 Gw, o 4 centrales de 250 Mw. La inversión sería de unos 2.000 millones de euros en la construcción, que duraría unos 5 años.

El resultado sería 1 Gw de potencia que representaría un 2% de la potencia eléctrica instalada, con problemas de seguridad y sin expectativas de futuro, creando un número muy escaso de puestos de trabajo una vez acabada la construcción de la central, lo que es uno de los argumentos más importantes para las empresas que quieren montar este tipo de central: Costes de construcción y casi nulos costes de empleo de personal.

El construir centrales nucleares no implica disminución en los costes de las mismas, al no existir economías de escala ni innovaciones previsibles: Es una tecnología madura.

¿Podemos imaginarnos la construcción de centrales nucleares en las zonas indias con escasez de agua? ¿En África? ¿De donde saldría el capital para su montaje? ¿De donde saldría el rendimiento para la inversión de capital?

Imaginemos por otro lado que en España se decide lanzar en serio la producción de celdas fotovoltaicas y la producción de hidrógeno por hidrólisis. El coste de la primera central de 1 Gw sería de 6.000 millones de euros. Pero mientras se desarrolla este proyecto, la economía de escala hace bajar el precio del kw instalado a la mitad del comienzo del proyecto, lo cual es una previsión razonable, vista la experiencia de los ordenadores y de los coches: Máquinas muy caras en principio pero cuyo precio ha disminuido substancialmente con el desarrollo de esa producción en masa y las plusvalías derivadas de los primeros montajes grandes.

La fabricación de placas fotovoltaicas es un proceso continuo. Las placas fotovoltaicas pueden instalarse en unidades grandes o pequeñas, y las placas generan directamente electricidad, sin necesidad de la intervención de turbinas y vapor de agua, ni necesidad de refrigeración masiva. Las placas, al ser distribuidas en casas, barrios, pueblos y comarcas exigen un mantenimiento constante, y una fabricación constante, es decir, mano de obra. Si a las placas fotovoltaicas se les acopla la generación, transporte y distribución de hidrógeno y los motores de celdas de combustible, se genera una cantidad muy considerable de trabajo cualificado, y simultáneamente se distribuye la producción de energía, de forma que además de grandes centrales, necesarias para la producción de hidrógeno, cada casa o comunidad de vecinos puede disponer de su propia electricidad sin necesidad de intermediarios.

Las placas solares, una vez que el precio sea equivalente, o incluso algo mayor que el de la tecnología nuclear, pueden ser adquiridas por pequeños propietarios que no necesitan para su funcionamiento ni agua para la refrigeración ni agua para las turbinas de vapor. Las inversiones se reparten entre pequeños propietarios, entre los barrios, los pueblos y las comunidades de personas, en España, India y África, y una vez amortizada la inversión, producen energía sin tener que pagársela a nadie.

La urgencia de la solución nuclear no es tal. Podemos disponer de energía autóctona con la misma rapidez instalando centrales nucleares o centrales solares. Las primeras son atractivas para algunas empresas, las segundas para la población. Si pensamos en sus ventajas podemos pensar en que es rentable para cada uno de nosotros ralentizar las inversiones en carreteras, por ejemplo, para dedicar parte de nuestro dinero, del dinero que le prestamos a nuestros gobernantes, para que nos lo devuelvan en formas que nos son útiles, en hospitales, en escuelas, en carreteras, pero también en energía, para conseguir bajar los precios y poder empezar a disponer, cada uno de nosotros, de la energía que nos llega del Sol, gratis para quien la pueda captar.

Antonio Ruiz de Elvira es Catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Alcalá de Henares

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