Todo tiene un límite
Antonio Arnau, 31/01/2007Es una afirmación que parece una verdad evidente del acervo popular, algo que cualquiera aceptaría sin necesidad de haber leído el recomendable librito con este título de Jorge Riechmann (profesor de ética, poeta y ecologista). Nuestras abuelas nos decían, hay que respetar los límites, nuestros educadores, hay que desenvolverse con responsabilidad y autocontención. Evidente, pero seguimos viviendo en un tiempo en que "hay que luchar, luchar y seguir luchando por lo evidente", dicho sea en palabras de Bertolt Brecht.
Evidente resulta ya, después de luchar por ello, que el agua es un recurso limitado y necesita políticas de gestión de la demanda, lo que se conoce como "Nueva cultura del agua"; igualmente existe una nueva cultura de la energía y, en ello estamos, una nueva cultura del territorio, aquella que reconoce la evidencia de que el suelo es un recurso limitado y, su gestión, debe ser ordenadamente planificada con criterios de sostenibilidad, pensada y participadamente decida para satisfacer las necesidades reales del conjunto de la ciudadanía; no las de los promotores privados, no las de los especuladores, no de los políticos que buscan financiación a "sus" cuatro años.
La depredación del territorio tiene un límite y lo hemos sobrepasado.
Estamos en un "mundo lleno", en un país lleno, sin costas que urbanizar, con municipios que han agotado ya todo su suelo, lo que debe marcar otras reglas, otras alternativas necesarias y posibles, no podemos seguir creciendo en población según las "viejas" pautas insostenibles de producción y consumo, seguir desarrollando un urbanismo del promotor privado que tiene en proyecto viviendas para un millón de nuevos habitantes. Hay que pararlo, es un negocio sin futuro y continuidad posibles (materialmente), del cual han fomentado que dependa un quinto del producto interior bruto de la Comunitat Valenciana quienes la gobiernan, los cuales son quienes no deberían tener futuro y continuidad como gobernantes.
Parar para pensar y debatir colectivamente el País que queremos -si lo queremos- es una necesidad evidente para la supervivencia; esa es la lucha de muchos colectivos ciudadanos agrupados en "Compromis pel Territori", por una nueva cultura que "limite l'activitat urbanística, impedesca l'especulació, protegesca i respecte de forma efectiva el medi natural i el patrimoni cultural, fomente l'ús racional dels recursos naturals i energètics i aposte de manera clara pel model de ciutat mediterrània: compacta, multifuncional, amb creixements integrats, harmònics i sostenibles, front a les "ciutats temàtiques" i les aglomeracions extensives" (1).
Son "gent compromesa" que sabe que sin una implicación activa de los ciudadanos en los asuntos de todos, no hay democracia posible. Democracia es participación en lo común, o no es nada. Por eso piden una moratoria que detenga la destrucción, para construir colectiva y racionalmente las alternativas. Un compromiso por un cambio radical de modelo, de la ciudad "temática" a la ciudad habitable, del nefasto gasto en fastos, a las inversiones en educación, sanidad, cultura, y que comienza por reconocer los límites y practicar la autocontención. A ver si de tanto querer "vivir en el campo", no va a quedar campo en el que vivir y del que comer.
Antonio Arnau (publicado en Noticias 7 dias)
(1) "Bases per a una nova política territorial", www.compromispelterritori.org
(punxa els enllaços subratllats)