Efecto de Coriolis, todo el hielo del mundo
Alejandro Nadal, 05/02/2004, La JornadaEn los próximos 10 años los países industrializados incrementarán sus emisiones de gases invernadero. Esos gases permiten el paso de la luz solar durante el día, pero en la noche evitan la propagación de la radiación infrarroja impidiendo que se enfríe la superficie terrestre. Los gases invernadero capturan el calor que se reflejaría al espacio exterior y permiten a la Tierra conservar una temperatura promedio de 15 grados centígrados. Pero la acumulación de estos gases en la atmósfera está provocando el calentamiento global.
En los últimos años, gobiernos y empresas privadas se han congratulado de afirmar que la Convención sobre Cambio Climático y el Protocolo de Kyoto han logrado estabilizar las emisiones de gases invernadero en los países industrializados. Pero eso es una simple ilusión. Las emisiones del grupo de países industrializados cayeron 3 por ciento en los años noventa, pero eso se debió a la reducción de 37 por ciento en las emisiones de los países del ex bloque socialista. En contraste, las emisiones de los países más industrializados aumentaron 8 por ciento en ese periodo. Una mala señal es que las emisiones aumentaron en todos los sectores, desde el transporte hasta la industria, pasando por energía y agricultura.
Lo peor está en las proyecciones para los próximos 10 años. Un informe dado a conocer en diciembre de 2003 revela que las emisiones combinadas de gases invernadero de Estados Unidos, Japón y las principales naciones de Europa podrían aumentar 8 por ciento entre 2000 y 2010. Eso quiere decir que al final del periodo se situarían 17 por ciento arriba del nivel de 1990. Las emisiones en Europa oriental y Rusia también aumentarían hasta en 11 por ciento debido a su recuperación económica. Es evidente que las metas del protocolo de Kyoto (alcanzar emisiones 5 por ciento inferiores a las de 1990 entre 2008 y 2012 para los países ricos) no se van a cumplir.
Todo esto, ¿es importante? Hoy se utilizan modelos de circulación global mucho más refinados que los de hace una década. Estos modelos permiten simular con realismo la interacción océano-atmósfera y las variaciones de temperatura. Junto con el análisis de los cilindros de hielo antiguo de Groenlandia se conoce mejor la dinámica del llamado Gran Cinturón Transportador (que comunica el océano Pacífico con el Atlántico) y de los vaivenes del clima global en los últimos 250 mil años.
El Gran Cinturón es una gran banda de circulación oceánica que lleva aguas templadas del Pacífico y del océano Indico al Atlántico, subiendo desde Sudamérica y Africa hasta convertirse en la corriente del Golfo. En su viaje, esta corriente sufre el efecto de Coriolis a consecuencia de la rotación de la Tierra, según definió en 1835 el matemático francés Gustave-Gaspard Coriolis. El efecto desvía de su trayecto a cualquier cuerpo en movimiento: a la derecha de la trayectoria en el hemisferio norte, y a la izquierda en el hemisferio sur.
En su viaje hacia las latitudes norteñas, las aguas del Gran Cinturón Transportador sufren evaporación y la salinidad y densidad de la corriente aumenta. Eso provoca el hundimiento en el Atlántico norte de una columna gigantesca de agua (más salada y pesada) hasta las grandes profundidades oceánicas, en donde comienza el viaje de regreso como una formidable corriente submarina hacia el sur. Por la salida de esa masa de agua de mayor salinidad y densidad, el nivel del Atlántico es ligeramente inferior al del Pacífico, lo que provoca, a su vez, la entrada de agua de mayor temperatura para compensar la salida de la corriente submarina.
Finalmente el viaje del cinturón se completa en la superficie del océano Pacífico hasta unos mil años después de haberse hundido en el Atlántico norte. Por el intercambio de calor, estos flujos permiten que Europa y la costa este de Norteamérica no estén cubiertos por una capa de hielo permanente.
Pero todo esto puede cambiar. El calentamiento global producirá el deshielo de los glaciares en Groenlandia y de la capa de hielo en el Artico, y aumentarán las lluvias. Eso inyectará una masa de agua en el Atlántico norte que podría diluir las aguas más salinas de la superficie antes de que se produzca su hundimiento, inhibiendo el funcionamiento del Gran Cinturón. De ese modo se interrumpiría el flujo de aguas templadas que realiza esta banda transportadora y la temperatura en el hemisferio norte sufriría una fuerte caída en un lapso de tiempo reducido, provocando una era glacial en Europa, Canadá y partes de Estados Unidos. Alrededor de mil millones de personas se verían afectadas, y la perturbación de la producción agrícola tendría efectos terribles a escala planetaria. A pesar de los signos ominosos, el mundo sigue feliz su recorrido en este gran campo experimental en el que se ha convertido el planeta.
Leí hace poco que en el Bar Nico de Porto Alegre, Brasil, se sirve un coctel llamado efecto de Coriolis. La receta es espectacular: una onza de ajenjo (cuidado, 51 grados Gay Lussac), dos cucharaditas de azúcar, una rodaja de limón y, para culminar, ¡todo el hielo del mundo! Ni duda cabe, hay quien se adelanta a su tiempo.