Nitrógeno en la mesa

Alberto Sanz-Cobeña, 04/05/2014

La Evaluación Europea del Nitrógeno (ENA, en sus siglas en inglés) (1) identificó la agricultura como la principal fuente de nitrógeno (N) liberado al medio ambiente. Pese al aumento en la eficiencia de los sistemas agropecuarios, mediante el uso de nuevas técnicas y manejos alentados por la legislación comunitaria, el creciente consumo de proteína animal en el continente ha disparado la liberación de N en forma de amoniaco (NH3), nitratos (NO3-) y óxido nitroso (N2O), responsables de importantes problemas medioambientales (lluvia ácida, eutrofización y calentamiento global, respectivamente) y de salud pública.

Algunos de los principales autores del ENA acaban de publicar un informe relacionando las pérdidas de N asociadas al sistema agroalimentario europeo y nuestras decisiones como consumidores (2). En este trabajo se han calculado y examinado tanto las huellas de N de distintos productos y ciudadanos de países miembros, como el efecto de dietas alternativas sobre la emisión de gases de efecto invernadero (GEI; CO2, CH4 y N2O) y los usos de la tierra.

Los resultados principales del informe, que serán publicados como artículo científico en la revista Global Environmental Change, muestran que casi el 90% de todas las emisiones de NH3, NO3- y N2O en Europa están asociadas a la producción ganadera (incluidas aquellas relativas a la producción de piensos). En cuanto a la eficiencia en el uso del N del actual sistema agroalimentario, las pérdidas de N por gramo de proteína contenida en la carne de ternera son 25 veces mayores que las asociadas a la producción de la misma cantidad de proteína vegetal. Las diferencias se reducen en el caso de la carne de pollo y de la leche (3,5 y 8%, respectivamente).

En cuanto a la huella de N de los ciudadanos europeos, esta difiere notablemente entre países. Siendo hasta cuatro veces mayor en aquellos en donde la dieta se sostiene mayoritariamente en el consumo de productos de origen animal. De media, en toda la UE, se consume un 70% más de proteína animal de la recomendada por la OMS. Además de los problemas para la salud asociados (actualmente consumimos un 42% más de grasas saturadas que lo recomendado, un 80% de las cuales se encuentran en productos de origen animal), este dato muestra el gran potencial de reducción de emisiones de N asociado a cambios en patrones de consumo de alimentos, con el consiguiente efecto positivo sobre reducción de contaminación atmosférica, de aguas, de emisión de GEI y pérdida de biodiversidad.

En este trabajo se han explorado los efectos de distintos escenarios de reducción de consumo de proteína animal sobre las pérdidas de N, la producción de cultivos y piensos y el requerimiento de suelo para cultivos. En este sentido, si se redujera el consumo de proteína animal, una importante porción del suelo, antes dedicado a producir piensos, podría destinarse a usos alternativos (biomasa perenne o cereales); lo que al tiempo supondría un menor uso de insumos (fertilizantes) y otros agroquímicos, con la consiguiente reducción de las emisiones asociadas a su producción y uso. Se estima que una reducción en el consumo de proteína animal del 50% supondría un descenso en las emisiones de N y en la huella de N de los europeos del 40%. En todos los escenarios evaluados la importación de soja (principal materia prima para producir piensos y cuyo origen se encuentra en Argentina y Brasil, principalmente) bajaría cerca del 80%. Además de los beneficios para la salud y el medio ambiente asociados a la reducción en el consumo de proteína animal de los europeos, los autores del estudio señalan los beneficios globales que estos cambios en la dieta tendrían, en tanto que las emisiones locales de NH3, NO3- y N2O tienen impactos asociados a escala regional y hasta global.

Finaliza le informe con una reflexión acerca de las potenciales implicaciones socioeconómicas que los escenarios (de reducción en el consumo de proteína animal) evaluados tendrían (sustitución de sistemas ganaderos por árboles o por cereales). Entre estas, una disminución en los beneficios económicos para los ganaderos que podría ser solventada si se destina dicha superficie a la producción de cereales. Este hecho, podría a su vez, tener consecuencias negativas sobre la seguridad alimentaria y una merma de las oportunidades de mercado de las agricultoras en países del Sur.

1. http://www.ceh.ac.uk/news/news_archive/nitrogen-pollution-why-what-we-eat-matters_2014_20.html

2. http://www.clrtap-tfrn.org/webfm_send/555

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