La verdad dormida

Alberto Sanz-Cobeña para Globalízate, 13/10/2008

Durante este mes de octubre habrá transcurrido un año desde que Al Gore y los miles de científicos que, desde su creación en 1988, han formado parte del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) recibieran el premio Nobel de la Paz por su encomiable contribución al estudio y comunicación de la problemática en torno al Cambio Climático. Muchos fueron entonces los debates alimentados con la ficticia polémica en torno a la figura de Gore y su idoneidad para ser galardonado. Poco se discutió, sin embargo, a cerca de una sociedad que había permanecido casi impasible ante un problema de causas y consecuencias globales, y que ya a principios del siglo pasado comenzaba a ser objeto de atención en círculos académicos.

Hoy, tras el éxito de la película “Una verdad incómoda”, tras las imágenes, tras la exportación del vocabulario del Cambio Climático a programas electorales, noticiarios, portadas de periódicos, etc., podemos afirmar que la estrategia de comunicación del “Problema” ha tenido un éxito global. El Cambio Climático está por fin en la “Agenda”, pese a que, a medida que transcurren los días, aumentan las toneladas de basura mediática que lo intentan sepultar. Es posible incluso que se deje durante algún tiempo de hablar de gases de efecto invernadero, dióxido de carbono, calentamiento global, etc., pero estos y otros términos seguirán sobrevolando el imaginario colectivo, preparados para aparecer de nuevo en cualquier conversación o anuncio de televisión.

El ejemplo aludido no hace sino confirmar la importancia de la comunicación en la valorización del trabajo científico. Hoy sabemos que la ineficacia, durante décadas, en la comunicación de un problema de la magnitud del Calentamiento Global estuvo asociada a la ausencia de un canal de comunicación eficaz entre el ámbito científico y la sociedad. ¿Qué sería ahora de nosotros de haberse alcanzado un nivel razonable de conciencia social sobre el problema?; ¿Qué medidas se habrían tomado desde las instituciones políticas?; ¿Cuál sería el futuro de nuestros hijos y nietos?; ¿Cuántos miles de euros se estarían ahorrando nuestros Gobiernos en políticas de prevención y, sobre todo, adaptación ante las consecuencias del Cambio Climático?
En nuestra opinión no es hora de buscar culpables, sino de actuar. Actuar evitando que las verdades que hoy duermen no tengan un mal despertar y adquieran, al llegar la mañana de dentro de dos décadas, el calificativo de incómodas. De hecho, ahora mismo y mientras leen esto, es muy probable que un nuevo “Al Gore” esté estudiando políticas y comunicación en una prestigiosa universidad estadounidense. Esta persona alcanzará fama mundial en diez, veinte o treinta años por saber transmitir con destreza los peligros que nos acecharán entonces debido a hechos que hoy ocurren y que están silenciados por la ausencia de canales sólidos entre la ciencia y la sociedad.

Las personas que hoy dedicamos esfuerzo, tiempo y energías a investigar no queremos premios al llegar a viejos, no queremos que lo que hoy es evitable sea algo sobre lo que únicamente puedan ser aplicadas medidas de adaptación, cuidados paliativos. Para evitarlo es capital y apremiante un cambio en las políticas de ciencia e investigación. Un cambio que sirva para dar el valor que se merece a la comunicación eficiente del mensaje científico en la sociedad. Y debemos tener claro, que este cambio ha de ser dirigido por la sociedad para la sociedad. En tanto que la comunicación ha de entenderse como una acción recíproca, en la que los científicos deben transmitir el mensaje de forma atractiva y asimilable, pero los ciudadanos han de mostrarse dispuestos a escuchar y a emitir sus opiniones al respecto. Generando así un debate productivo que nos lleve a evitar una nueva “verdad incómoda”.

Alberto Sanz-Cobeña es Investigador de la Universidad Politécnica de Madrid

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