Un banquero al estilo Abu Ghraib

Alberto Betancourt Posada, 04/04/2005,
Masiosare

El presidente de Estados Unidos propuso a uno de sus halcones para suceder a James Wolfensohn en la presidencia del Banco Mundial, organismo que reparte 20 mil millones de dólares anuales a los países en desarrollo. Autor intelectual de la guerra de Irak, Wolfowitz es visto por muchos como una ominosa sombra en el futuro financiero de los países "mal portados". El dice que sólo quiere extender "el reino de la libertad"

El Banco Mundial ­junto con otras instituciones como el FMI y la OMC­ constituye una especie protogobierno mundial. Su injerencia en las decisiones "internas" de más de 183 países es inmensa. Sin embargo, la arquitectura de sus políticas se basa en criterios empresariales. Los votos de su junta de gobernadores se deciden con base al número de acciones que posee cada país. Estados Unidos, Japón y la Unión Europea controlan más de 60% de las acciones y los votos del banco. Cuando los países del sur necesitan financiamiento, el BM interviene en decisiones que anteriormente competían a los estados nacionales como son: el tamaño y la orientación de los servicios gubernamentales, el sistema bancario, la infraestructura, la política monetaria, las leyes laborales, las privatizaciones, las fronteras, la agricultura, la educación, las pensiones, la salud pública, el medio ambiente, la energía, etcétera. Aunque formalmente la misión del banco consiste en lograr un mundo sin pobreza, en la práctica, es un instrumento de las superpotencias y las corporaciones multinacionales para imponer un determinado modelo económico y político a sus deudores. Según Jude Wanniski (Pravda, 21/03/05), el BM obliga al tercer mundo a emprender proyectos que básicamente benefician a empresas privadas trasnacionales.

La era Wolfenson

A principios de los noventa, las protestas del pueblo hindú contra el proyecto del Banco Mundial en Narmada obligaron a dicha institución a formar una comisión que terminó cancelando el proyecto y recomendando la incorporación de parámetros ambientales y de participación social de los afectados por sus planes. Cuando William Clinton propuso a James Wolfenson para dirigir el organismo, se vivía un terremoto en su interior, provocado por una década de intensas protestas populares. Aunque el BM mantuvo su esencia, la era Wolfenson introdujo pequeños ajustes a sus políticas sociales y ambientales.

De banco a instrumento de guerra

El arribo de Paul Wolfowitz a la presidencia del BM significará entre otras cosas: desmantelar los precarios acercamientos entre esa institución y la sociedad civil mundial; incrementar las transferencias de riqueza del sur al norte; y poner en manos de Estados Unidos una poderosa arma de chantaje y presión económica. Poco antes de su arribo a la presidencia del BM diversos periódicos del mundo ofrecieron información sobre las preocupaciones suscitadas por la candidatura del secretario adjunto de Defensa. Para la organización estadunidense International Rivers Network, Wolfowitz abrirá "una nueva era de conflicto entre el banco y la sociedad civil" (Marina Forti, Il Manifesto, 18/03/05). La nota de Forti apunta que la organización Campagna per la reforma della Banca Mondiale ha señalado que Wolfowitz convertirá al BM en un instrumento de intervención táctica en las zonas de intereses estratégicos de Estados Unidos e implantará un modelo de multilateralismo selectivo de ayuda a los "bien portados", como el impulsado en la reconstrucción tras el reciente tsunami, y en el "rescate de Africa".

La dictadura de Suharto y la invasión a Irak

Neoconservador y defensor de la supremacía estadunidense, Paul Wolfowitz representa la era Reagan y la Segunda Guerra Fría. Como embajador de Estados Unidos en la Indonesia del sanguinario dictador Suharto, logró el acceso estadunidense a los energéticos de ese país, promovió el apoyo financiero internacional a un gobierno que prohibió y persiguió cruelmente a la oposición, y auspició el peor saqueo de recursos naturales padecido en una de las zonas de mayor megadiversidad del planeta. Como estratega, Wolfowitz estableció como objetivo para el nuevo siglo americano la ocupación de los campos petroleros de Medio Oriente. Cuando fue funcionario de Defensa diseñó el derrocamiento de Sadam Hussein, presionó a Europa a frenar las inversiones en el Irak de Hussein, fue coautor del concepto de Guerra Preventiva, participó en la fabulación de las armas de destrucción masiva, organizó la invasión a Irak, y durante la ocupación estadunidense ha promovido que el BM condone su deuda al nuevo gobierno iraquí. Según Jude Wanniski, el gran halcón del Pentágono ha hecho un excelente trabajo para el complejo militar estadunidense, prometió obtener 30 mil millones de dólares para la invasión a Irak, rebasó su meta con creces y consiguió repartir 200 mil millones de dólares entre las industrias que lucran con los bombardeos a la antigua Mesopotamia.

El amor-odio Estados Unidos-Europa

Buena parte de los grandes episodios de la historia contemporánea se explican por las complejas relaciones de amor-odio entre Estados Unidos y Europa. La lista de conflictos entre esos dos colosos es larga: la pugna dólar-euro, la invasión a Irak, el embargo de armas a China, los arsenales nucleares coreanos, la Corte Penal Internacional, la energía nuclear iraní, la reforma de la ONU, etcétera. Sin embargo, paralelamente a esos escollos, existen muchos puntos de convergencia estratégica respecto a la gobernabilidad mundial, el libre comercio, la administración discrecional de la deuda del Tercer Mundo y la consolidación de las instituciones supranacionales para imponer al mundo las políticas acordadas en el G-8.

La designación de Paul Wolfowitz como director del BM inclina la balanza a favor de Estados Unidos y convertirá al banco en un instrumento de su hegemonía. En ese marco, resulta sorprendente la anuencia del canciller alemán Gerhard Schroeder, quien tras una llamada telefónica de George W. Bush declaró que Europa podría trabajar con Wolfowitz (Il Manifesto, 22/03/05). Según la nota, el consentimiento alemán podría explicarse porque Bush ofreció a Schroeder un asiento en el nuevo Consejo de Seguridad de la ONU.

Paul Blustein (The Washington Post, 22/03/05) sostiene que extraoficialmente Brasil y Sudáfrica se plantearon la posibilidad de exigir una candidatura alternativa, pero tanto ellos como cualquier otro país que hubiera objetado la candidatura de Wolfowitz corrían el riesgo de ser castigados financieramente en el futuro.

Como sea, habrá que ver si, como advirtió el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz , el arribo de Wolfowitz constituye una provocación que suscitará muchas protestas y violencia callejera en los próximos años (The Dailly Telegraph, 20/03/05).

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